#sentipensares2025 Homilía desde la Teología Feminista

Homilía desde la Teología Feminista
Homilía desde la Teología Feminista

XXX Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo CEvangelio según San Lucas 18, 9-14

Homilía desde la Teología Feminista XXX Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C
Evangelio según San Lucas 18, 9-14

“Dijo también a algunos que confiaban en sí mismos como justos y despreciaban a los demás: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo y el otro publicano. El fariseo, de pie, oraba consigo mismo: ‘Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni como este publicano. Ayuno dos veces por semana y doy el diezmo de todo lo que gano’. Pero el publicano, estando lejos, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘Dios, ten compasión de mí, que soy pecador’. Os digo que este bajó a su casa justificado, más que aquel; porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.”

Homilía: Humildad, justicia y la mirada liberadora

El evangelio de Lucas nos confronta con la diferencia entre la arrogancia del fariseo y la humildad del publicano. Jesús nos recuerda que la verdadera justicia no proviene del poder ni del autoengrandecimiento, sino del reconocimiento de nuestra vulnerabilidad y de la necesidad profunda que tenemos de conversión y compasión.

Desde la teología de la liberación con enfoque feminista, esta parábola nos interpela a mirar la historia desde las víctimas. El pueblo palestino vive desde hace décadas bajo la opresión, el desplazamiento forzado y la negación sistemática de sus derechos humanos. Su sufrimiento no es una consecuencia inevitable de un conflicto, sino resultado directo de estructuras patriarcales y coloniales que justifican la dominación.

Líderes como Donald Trump y Benjamin Netanyahu han actuado desde ese poder patriarcal, imponiendo acuerdos y políticas que llaman “paz”, pero que en realidad profundizan la ocupación, el despojo y la injusticia. En ellos se refleja la figura del fariseo del evangelio: quienes, convencidos de su propia rectitud, oprimen a otras y otros mientras se presentan ante el mundo como justos y salvadores.

También ciertos sectores religiosos —algunos rabinos, grupos sionistas y corrientes cristianas fundamentalistas— prostituyen la Torah y la Biblia para legitimar la violencia y la exclusión. De ese modo, traicionan el mensaje original de liberación que recorre las Escrituras y el corazón del Evangelio de Jesús: un llamado a la justicia, la misericordia y la igualdad radical de todas las personas ante Dios.

No podemos callar ante la complicidad de los Estados que, mientras reconocen públicamente al Estado de Palestina, miran hacia otro lado ante las violaciones de derechos humanos. Tampoco ante quienes venden armas, sostienen relaciones comerciales o políticas que alimentan la maquinaria de guerra y de muerte. Todos ellos son los fariseos contemporáneos que se justifican a sí mismos mientras contribuyen al sufrimiento de los pueblos.

Desde una mirada feminista, es urgente reconocer el rostro de las mujeres, niñas y niños palestinos, que viven bajo el peso de la violencia estructural y la impunidad. En sus cuerpos heridos y en su resistencia cotidiana se encarna hoy el rostro del Cristo crucificado, aquel que sigue siendo perseguido y torturado en cada persona oprimida.

Ante esta realidad de injusticia, el evangelio nos llama a reflexionar con humildad si hemos sido realmente congruentes con el movimiento de Jesús, que nos invita a proclamar la Buena Nueva a las y los pobres y a liberar a las y los oprimidos. Nos interpela a reconocer nuestras complicidades, nuestros silencios y nuestra falta de compromiso con las causas de la justicia y la paz.

Porque la verdadera fe no se sostiene en la soberbia del fariseo que se cree justo, sino en la humildad del publicano que reconoce su pequeñez y su necesidad de transformación. La auténtica paz y la justicia no vendrán de quienes se enaltecen, sino de quienes, desde la tierra y desde la historia, se solidarizan con las y los oprimidos y luchan con esperanza por la liberación de todos los pueblos.

Que este evangelio nos inspire a ser comunidades humildes y proféticas, que oran, actúan y caminan junto a quienes claman por libertad, dignidad y paz.
Porque solo desde la solidaridad con las y los oprimidos podrá brotar una justicia verdadera, y solo desde la humildad evangélica podremos construir el Reino de Dios entre nosotras y nosotros.
Lucha Castro
Teóloga Feminista

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