#sentipensares2025 La Iglesia en la Encrucijada: La Traición de la Misa Tridentina y el Desafío de la Relevancia

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| Merche Saiz
La reciente autorización del papa León para celebrar una misa tridentina en el altar de la Cátedra, uno de los espacios más simbólicos del Vaticano, no es solo un paso atrás; es una afrenta al espíritu renovador del Concilio Vaticano II y una traición a la misión esencial de la Iglesia. Este acto, envuelto en un velo de misterio y sigilo, y presidido por el cardenal Burke —figura conocida por su oposición frontal a las reformas de Francisco—, no puede interpretarse sino como una capitulación ante las corrientes ultraconservadoras que añoran una Iglesia anclada en un pasado idealizado, jerárquica y desconectada de las urgencias del mundo contemporáneo. Esta decisión no sólo desconcierta, sino que indigna, pues representa un retroceso que amenaza con fracturar la comunión eclesial y alejar aún más a una feligresía que clama por autenticidad, inclusión y un mensaje evangélico vivo.
La liturgia tridentina, con su rígida estructura, su uso exclusivo del latín y su sacerdote de espaldas al pueblo, encarna una visión de la Eucaristía que contradice frontalmente el espíritu de la Última Cena. Cuando Jesús partió el pan y lo compartió con sus discípulos, lo hizo en un acto de intimidad, cercanía y comunidad, frente a ellos, no dándoles la espalda. Este gesto fundacional no fue un ritual elitista reservado para iniciados, sino una invitación universal a participar en el misterio de la redención. El Concilio Vaticano II, en su sabiduría profética, reconoció que la liturgia debía reflejar esta universalidad, promoviendo una participación activa y consciente de los fieles, en lenguas vivas y con una orientación que enfatizara la comunión. La misa tridentina, por el contrario, evoca una Iglesia cerrada, donde el sacerdote actúa como mediador distante y el pueblo queda reducido a un espectador pasivo. ¿Cómo puede la Iglesia, que dice buscar la renovación y el diálogo con el mundo moderno, justificar un rito que refuerza una mentalidad excluyente y arcaica?
Esta decisión no es un mero capricho litúrgico; es un síntoma alarmante de una corriente retrógrada que idealiza un pasado mitificado y desprecia los avances del Vaticano II. La autorización de la misa tridentina en el corazón del Vaticano, bajo el amparo del papa, envía un mensaje equívoco que legitima las posturas de quienes rechazan abiertamente el espíritu conciliar. Los sectores ultraconservadores, herederos del legado cismático de Marcel Lefebvre, podrían interpretar esto como una victoria, un aval implícito a su resistencia frente a una Iglesia que debe ser, como la describió Francisco, un “hospital de campaña” para un mundo herido. Permitir que la misa tridentina gane terreno no solo es un guiño peligroso a estas facciones, sino un acto que socava la autoridad del Concilio y pone en riesgo la cohesión eclesial.
Será el cardenal Burke quien presida esta celebración, lo cual agrava aún más el escándalo. Su historial de oposición a las reformas de Francisco, su defensa de un catolicismo rígido y su alineación con sectores tradicionalistas lo convierten en una figura divisiva, cuya presencia en este acto refuerza la percepción de una Iglesia que cede ante las presiones de una minoría ruidosa. Este gesto no atraerá a las masas desencantadas ni revitalizará la fe de los jóvenes que abandonan los templos; al contrario, alimentará la indiferencia de quienes ven en la Iglesia una institución desconectada, y la rabia de aquellos que luchan por una comunidad eclesial abierta, dialogante y comprometida con los desafíos del siglo XXI. La nostalgia por la misa tridentina no es un movimiento de masas; es el refugio de un grupo reducido que prefiere el incienso y el latín a la misión de llevar el Evangelio a los márgenes.
La Iglesia enfrenta una encrucijada crítica. O abraza plenamente el espíritu del Vaticano II, con su apuesta por una liturgia viva, participativa y accesible, o se condena a la irrelevancia, convertida en un museo de tradiciones obsoletas. La Eucaristía no es un relicario para arqueólogos litúrgicos; es el corazón palpitante de una fe que debe hablar al mundo de hoy, en su idioma, con sus preguntas y sus heridas. Cada concesión a la misa tridentina es un paso hacia la exclusión, un alejamiento de la universalidad que Cristo proclamó. El papa León debe asumir con valentía su rol de pastor universal y rechazar las presiones de quienes buscan refugiarse en un pasado que nunca fue tan glorioso como lo pintan. La Iglesia no puede permitirse ser un club de nostálgicos; debe ser un faro de esperanza, un espacio de encuentro donde el Evangelio resuene con fuerza y claridad.
Menos ritos y más Evangelio. La misión de la Iglesia no es preservar rituales arcaicos, sino anunciar la Buena Nueva con audacia y humildad. Si el papa sigue cediendo ante las demandas de los ultraconservadores, corre el riesgo de liderar un rebaño cada vez más pequeño, encerrado en una fortaleza de tradiciones que no dialogan con el mundo. La autorización de la misa tridentina en el Vaticano no es un acto de reconciliación; es una traición a la misión de una Iglesia que debe mirar hacia adelante, no hacia atrás. Es hora de que el santo padre hable con claridad y actúe con decisión: la Iglesia no puede permitirse traicionar su vocación profética por complacer a quienes prefieren el eco de un pasado muerto al clamor de un mundo vivo.

Saber más:
1) Misa prohibida por el papa Francisco regresa a la Iglesia Católica por decisión de León XIV https://www.eltiempo.com/vida/religion/regresa-la-misa-tradicional-en-latin-cardenal-raymond-burke-celebra-la-caida-de-la-medida-del-papa-francisco-3491409
2) El Cardenal Burke celebrará la Misa tradicional en latín en la Basílica de San Pedro https://www.aciprensa.com/noticias/117029/cardenal-burke-celebrara-misa-tradicional-en-latin-en-la-basilica-de-san-pedro
3) ¿Qué es la misa tridentina y por qué la prohibió el papa Francisco? https://www.eltiempo.com/cultura/gente/que-es-la-misa-tridentina-y-por-que-la-prohibio-el-papa-francisco-3491559