Volviendo a pasar por el corazón las palabras de vida y esperanza de nuestras compañeras de caminada en este itinerario espiritual, contemplo con admiración y gratitud: A Daniela que en el primer domingo de Cuaresma nos exhortaba a ser mujeres sedientas del desierto de ser nosotras mismas, para lograr el sueño de una vida nueva. A Magda, recordándonos en el segundo y cuarto domingo, que somos mujeres amadas y transfiguradas en el Maestro Jesús, dispuestas a marchar por los caminos de la misión, mostrando el amor maternal de Dios. A Carmen y a Beatriz, que en el tercer domingo, nos mostraron la consoladora imagen de que somos mujeres habitadas por la Divinidad, nuevos templos de Vida. Y, hoy, quinto domingo de este tiempo de oración y contemplación, María Luisa nos ilumina con las palabras del evangelio de Juan 12, 20-33: "Si el grano de trigo cae en tierra y muere da mucho fruto..."Hoy, elevo mi acción de gracias al universo, por todas las mujeres que han entregado la vida y, muchas veces, la sangre en los surcos de sus comunidades, para que la vida en plentud, pueda florecer.