#retopascual2024 ¡Silencio!

¡Silencio!
¡Silencio!

¡Silencio!

Han asesinado a tu hijo.

Ese cuerpo sanguinolento, irreconocible

cuyos latidos eran tus latidos,

yace desfigurado.

¡Silencio!

Cada gota de su sangre derramada

es como un girón que te arrancaron.

Cada herida abierta

es una que te hicieron también a ti.

¡Silencio!

Lágrimas de impotencia,

de incomprensión ante tanta saña

escurren hasta resguardarse en tu pecho.

¡Silencio!

El crucificado es tu hijo,

carne de tu carne,

sangre compartida,

sonrisas acumuladas,

besos dados,

cariños otorgados.

¡Silencio!

Tu corazón late,

pero no por decisión tuya

sino por una promesa antigua,

un SÍ, que diste

momentos antes de concebirlo.

¡Silencio!

Su piel fría está en tus brazos

no puedes entibiarla

como cuando era pequeño

y lo abrazabas amándolo

¡Silencio!

Las mujeres que te acompañan,

te hablan entre sollozos.

Más tus oídos se cierran,

pues lo único que quieres

es orar para tomar fuerza.

Para no morir, pues muerta te sientes.

¡Silencio!

Cuánto pesa su cuerpo inerte.

Recuerdas las veces en que sonriendo te abrazaba,

y los dos mirándose se decían cuánto se amaban.

Ahora, los manchones de sangre coagulada

son lo único que se pega a tu ropaje.

Y hasta las moscas irreverentes

quieren posarse en el cuerpo amado.

Y tú, no tienes ni fuerza para ahuyentarlas

¡Silencio!

Tu corazón ha sido traspasado

con siete dagas,

así como Simeón te lo dijo,

cuando hace más de tres décadas,

al entrar al templo,

lo llevabas envuelto en pañales

acurrucado en tu pecho,

con ese olor que los bebés tienen

y despierto, oyendo tu voz con ternezas.

¡Silencio!

Su piel está fría, esta rígida

Y tratas de pasando tus manos sobre ella,

darle tu vida.

Pero no puedes,

está muerto.

¡Silencio!

Su olor fétido,

lastima tu olfato,

la vergüenza, el escarnio es visible.

Pero tú lo abrazas

porque es lo último que podrás hacerle.

¡Silencio!

Apenas sientes que lo tienes entre tus brazos,

cuando te lo quitan nuevamente.

Sabes que es necesario,

pero tus brazos quisieran ser su resguardo por mucho.

Más no es posible.

tienes que soltarlo.

¡Silencio!

Sientes que has muerto con Él,

pero algo en tu interior te mantiene con vida.

Recuerdas entonces, tú Hágase en mí, según Tu Palabra,

y casi desplomándote oras.

¡Silencio!

Tu hijo ha muerto,

pero confías

en que el Hijo de Dios Altísimo, no.

Necesitas creerlo,

necesitas sentirlo.

¡Silencio!

Volver arriba