#AdvientoFeminista2025
SUS MANOS, CONSAGRADAS POR LA SANTA RUAH
#AdvientoFeminista2025
Eran casi las 8 de la tarde en España cuando nos reuníamos con Argentina y México.
Un encuentro casi improvisado por las ganas de encontrarnos, de estar juntas. Éramos seis potentes mujeres, tres americanas y tres españolas. Nos une la comunidad de Magdala. Nos entrelaza el que somos teólogas casi todas, formadoras de formadoras, inquietas y comprometidas hasta la médula.
Somos “de facto” las diaconisas de la “otra orilla”, la no canónica, que bulle de oportunidades a la espera de que más hermanas se animen a cruzar.
Jesús cruzó al lado no canónico para que su ministerio tuviera un poco de tiempo antes de que le quitaran de en medio las leyes, los cánones de su religión.
Es tanto el bullicio y la alegría del encuentro que el online se queda corto y tenemos que calmarnos para darnos tiempo a terminar las frases y las risas. Y luego sí, se hace silencio sagrado y escucha atenta y cada una va compartiendo, sin interrupciones.
Les cuento:
Empieza una mujer argentina, ciega de nacimiento, psicóloga y que después de visitar diferentes comunidades y no encajar ha decidido jubilarse a los 52 para tener tiempo de afinar el oído y acoger la gestación que se le propone. De momento acompaña, diseña, propone todo tipo de ayuda para las personas discapacitadas, desde la academia. Y, en medio de todo ello, siente una llamada a preparar una comunidad, de tú a tú, con otras mujeres que, como ella, por algún grado de discapacidad, no encajan en las congregaciones actuales.
Le llamo diaconisa porque todo su ser está volcado a la escucha y al compromiso real de un servicio a la comunidad cristiana: fundar la comunidad de sus sueños y de los sueños de la Ruah, mientras cuida de su mamá mayor y pelea por la justicia en el mundo de la discapacidad.
Entra un poco tarde nuestra hermana de México, la vemos sacudiendo el polvo de la silla que va a usar para estar con nosotras, se ríe y dice, que junto con otras mujeres de su comunidad indígena a quienes nos presenta, está preparando la casa para recibir hoy la posada de adviento. Diez mujeres comprometidas a tiempo completo, sin remuneración alguna, a cuidar, con su servicio múltiple, de su comunidad. Usan la medicina alternativa, para la cual se prepara nuestra compañera con cursos especializados, para curar a las personas que no pueden pagar un médico y tratamientos convencionales. Oran juntas y enseñan a orar, visitan, acompañan… Hace poco hubo inundaciones y se dedicaron, con donativos que les conseguimos, a cocinar para cientos de personas, llevando en barcazas los alimentos donde nadie llegaba.
La llamo diaconisa porque con sus estudios de teología feminista y una fuerte dosis de espiritualidad seria, es capaz de servir desde abajo empoderando a las mujeres de su comunidad, las dignifica.
Nuestra “bonaerense” es multifacética. Dirige la escuela de formación de catequistas de Buenos Aires a la vez que camina los barrios menos iluminados de la ciudad en busca de sus “pibas”, las que ni la familia ya quieren porque no tienen solución después de tanta droga y tanta cárcel y tanta prostitución. Ella las agarra de las manos y se las acaricia mientras escucha sus historias. Y esto no lo hace un día porque se acerque Navidad. Lo hace todos los días, y para responder a esa fuerte llamada que sintió, no en un templo, sino caminando por las calles de esos barrios, se jubiló prematuramente, contando con el apoyo de un marido e hijo no creyentes en la iglesia, pero sí en la absoluta sacralidad del diaconado de su esposa y madre.
La llamo diaconisa porque lo es. Queda demostrado.
Y llega nuestra española de la guitarra. Autodidacta para la música, licenciada en Teología, se mueve en una ciudad realizando un ministerio poco común, entre risas y cantos que compone cuando en los retiros la Palabra la penetra, va acercándose a curar las heridas del patriarcado, del clericalismo. La llamaría “hacedora de paz” en una parroquia donde el clerical de turno destruyó en unos meses una comunidad cristiana abierta y acompañada por mujeres comprometidas de años. La herida fue y sigue siendo profunda, horrible e impensable, sin embargo, sigue ocurriendo que una personita de ego consagrado arrase en poco tiempo todo lo que el liderazgo, no reconocido de mujeres, fue construyendo de comunidad del Espíritu. Nuestra compañera hace de mediadora y acompaña, acoge, escucha. Y cuando mucha gente los domingos por la tarde vemos una peli, o vamos al monte, ella se va a la cárcel, guitarra en hombro, con el equipo de pastoral penitenciaria a llevar música y risas a los “Señores presos”, como les llaman los niños que por Navidad les envían tarjetas y calcetines y chocolates para que se sientan menos solos. Así se dice, “señor preso, te escribo porque no quiero que sientas que nadie te quiere …”
La llamo diaconisa porque pone sus conocimientos y dones al servicio de la comunidad sufriente y su casa al servicio de formar comunidad cristiana semanalmente con mujeres empoderadas por la Palabra.
Luego, Carmen y yo, no quiero alargar, pero muchas ya nos conocen y saben que “servimos la Palabra” de todas las maneras que vamos comprendiendo pueda ayudar. Ahora mismo preparando un Blog también en inglés para acercar a la otra orilla a tantas personas que van a la deriva no sabiendo a qué agarrarse. Me duele oír de personas queridas, de las pocas que aun alguna vez van, que se han tenido que salir de la eucaristía porque el de turno era infumable. Y así, hay tanto. Nuestra mirada desea ser positiva y empoderadora.
Y, sí, con nuestros estudios en Teología, en Teología feminista y en La nueva Historia, o cuidado del Planeta, creo que somos diaconisas hace ya muchos años. La prueba es que hemos puesto nerviosos a purpurados y clericalizados porque se sentían un poco amenazados en su autoridad por dos mujeres que nunca hemos buscado grandes títulos ni posición pero que por algo les resultamos peligrosas. A mí me hace gracia. Y como Sara me río porque los cánones no pueden quitarnos la autoridad que la Santa Ruah nos otorga. El reto está en vivirla. A ello os convoco hermanas.
Nuestras humildes experiencias son una pequeña muestra de lo que hacemos. En nuestra comunidad de Magdala hay más mujeres que hacen cosas estupendas como las hay en todos los sitios, os animo a compartir y a venir a la “otra orilla” donde no necesitamos hablar de pobreza de medios y de sencillez, porque es lo que hay, y también hay amigos y amigas, quienes, desde su realidad, sin ganas de títulos, entregan todo lo que son y tienen para hacer el mundo un poco mejor. Estas personas me evangelizan y también les llamo diáconos y diaconisas porque sirven el amor a través de su entrega.
Gracias a la vida que nos regala ser parte de esta aventura. Lo llamamos gestación de Adviento.
Pronto iniciaremos la cortísima cuarta semana de Adviento, estamos a tiempo de vivirlo todavía.
Magda Bennásar Oliver, sfcc
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