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¿De qué me salva Jesús hoy?

#AdvientoFeminista2025

Dios salva haciéndonos recuperar la palabra

Guadalupe

Cada año, cuando se acerca el Adviento, vuelvo a escuchar y cantar esas palabras tan familiares: “Ven, ven, Señor, no tardes… ven a salvarnos. Este Adviento, al escuchar esa palabra: “salvación” de inmediato conecté con una reflexión de Rosa Ramos, que leí en Amerindia en la red: “Experiencias profundamente humanas… ¡Dios que salva!”

La autora, se pregunta por la salvación que Dios ofrece a partir de experiencias reales, humanas, cotidianas. Y en este inicio de Adviento, vuelve con fuerza a mí la pregunta: ¿de qué nos salva Jesús, hoy?

Como Rosa Ramos, quiero invitarles a contemplar “experiencias profundamente humanas que redimen” mirando juntas dos películas en “clave de adviento”.

Justo en este tiempo, las plataformas de streaming se llenan de películas “navideñas” —que, además, siempre tienen la misma trama: una mujer sola que necesita ser salvada por un hombre, romanticismo edulcorado y consumismo disfrazado de magia. Ante esta inundación de clichés, me he detenido en dos películas que, desde una perspectiva feminista, se convierten en verdaderos signos de Adviento. En ellas, lejos del estereotipo de mujer que nos presentan algunas películas, descubro cómo Dios salva a través de la vida concreta, de la lucha, de la comunidad, de la vulnerabilidad compartida.

La primera película que quiero compartir es La mujer de la fila (Argentina, 2025). Basada en una historia real, narra la historia de una madre que, para sacar a su hijo de la cárcel, se enfrenta a un sistema judicial corrupto. A lo largo del camino encuentra a otras mujeres que sostienen batallas similares. No es una historia de héroes o heroínas individuales, sino de cuerpos cansados que, aun así, siguen de pie, luchando juntas.

Lo que me conmueve profundamente es que la protagonista no es salvada por la solidaridad vertical —esas amigas que juntan dinero a sus espaldas creyendo que “ayudan” con algo que, sin preguntar, consideran le hace falta a la protagonista—. La verdadera salvación llega de las otras madres que van a visitar a sus hijos en la cárcel: esas mujeres que conocen el dolor sin explicaciones, que la ayudan a mudarse, que lloran con ella, que se vuelven refugio cuando todo tiembla.

La película revela una verdad esencial del Adviento: somos salvadas cuando nos hacemos una con el/la otra/o. La salvación no baja desde arriba; crece desde el vínculo, desde la comunidad herida que se acompaña mutuamente.

La segunda película es La Ola (Chile, 2025). Fue recomendada por “Tras las huellas de Sophía” en su newsletter del 21 de noviembre. Esta película está inspirada en el movimiento feminista estudiantil de 2018. Lo que rescato “en clave de adviento” es el proceso de buscar una voz propia en medio de muchas voces, muchas luchas, muchas mareas. No es una historia de éxito exterior: a veces, desde fuera, parece que nada valió la pena. Pero la película deja ver que la verdadera salvación está en atreverse a hablar, a nombrar el propio dolor y la propia esperanza.

En tiempos en que tantas narrativas nos silencian —especialmente a las mujeres—, esta película recuerda que Dios salva haciéndonos recuperar la palabra, cuando descubrimos nuestra lucha dentro de todas las luchas, cuando reconocemos que nuestra voz también es necesaria para transformar el mundo, aunque el resultado no sea inmediato, aunque la ola parezca retroceder.

Estas dos historias me han devuelto un adviento distinto. Lejos de esperar una salvación mágica o romántica, me invitan a buscar signos reales de salvación en lo que nos rodea: en el abrazo de quien entiende nuestro dolor, en el gesto inesperado que nos sostiene, en la valentía de decir lo que callamos demasiado tiempo, en la comunidad que se hace cuerpo y camino.

Y, sobre todo, me invitan a dejarnos alcanzar por la salvación de Dios, allí donde estemos y como estemos.

En este Adviento, quiero volver a esa pregunta: ¿De qué me salva Jesús hoy? No he encontrado respuesta en grandes conceptos, sino en algo profundamente sencillo: nos salva de una vida sin sentido; nos regala plenitud. Nos salva devolviéndonos a lo esencial: la dignidad, el vínculo, la comunidad, la capacidad de ser para otras y otros... Nos salva desde lo humano.

Y quiero dejarme salvar por la profundidad de lo humano, por una fila que se vuelve compañía, por una ola que se forma al sacar nuestra voz, por la Esperanza que nace pequeña, por la Vida que insiste incluso cuando parece imposible.

Guadalupe Galeano da Costa

Mujeres Iglesia Chile

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