Aprendamos a no ignorar el presente

Aprendamos a no ignorar el presente
Aprendamos a no ignorar el presente

Hace unos días me comunicaban el fallecimiento de una persona a la que tenía un gran afecto y con la hablaba quizá no tanto como me hubiera gustado, pero podría decir que a menudo.

En más de una ocasión ambos habíamos fijado una fecha para encontrarnos, pero siempre había algo que nos lo hacía posponer. Ahora me he dado cuenta, aunque tarde, que una agenda no puede estar por encima de las personas.

No sabemos el día ni la hora, nos dice el Evangelio de Mt, 24, 42. Pero aunque estamos cansados de escucharlo y leerlo, no nos lo acabamos de creer.

Sé que vivir el momento presente de manera consciente no es fácil, sin embargo, creo que es importante. Tenemos que aprender a poner todos los sentidos en aquello que estamos haciendo. Si estamos comiendo, párate, saborea la comida, hazlo tranquilo. Si estamos hablando, no mires el reloj, presta atención y disfruta. No estemos inquietos por lo que tengamos que hacer después. Disfrutemos el momento, no perdamos el tiempo pensando en lo siguiente, porque nos estamos perdiendo el gusto de vivir, de vivir el presente.

A todos nos devoran las prisas, el activismo, pensando en un futuro que no existe. La vida nos puede parar en cualquier momento, y cuando lo haga, es cuando nos daremos cuenta de que hemos dejado lo que más merece la pena: el encuentro con los demás. Las personas. El ahora, el presente. Todo lo demás, o bien ya está vivido o es indefinido, y ya que la vida es más corta de lo que nos podemos imaginar, no la desaprovechemos…

Volver arriba