Demasiadas fronteras y vallas

Demasiadas fronteras y vallas
Demasiadas fronteras y vallas

Llevamos todo un mes viendo como nuestros hermanos ucranianos tienen que salir de su país obligados por esta maldita guerra, pero también vemos, como el mundo abre sus puertas para acogerlos y darles una vida lo más parecida a la que tenían antes. Ante esto, constatamos que, si queremos, podemos, pero mi interrogante en este compartir hoy es: ¿por qué no actuamos así siempre? Todos sabemos de cifras, de nuestro mar mediterráneo sembrado de cadáveres, ¿por qué a unos sí a otros no, cual es la diferencia? No olvidemos que nadie sale de su país dejando una vida y una familia por gusto. Detrás hay un nombre con un apellido, una situación límite de hambre, de violencia, de guerra, de un futuro incierto que no existe, obligándoles a ponerse en camino como lo hizo María, temerosa por la vida de su Hijo. Ella fue la primera emigrante expulsada de su tierra. Vemos hermanos que llenan caminos, cuya única compañía es la soledad, el desamparo y la mayoría de las veces la muerte… y nosotros, primer mundo maravilloso, lo que hacemos es utilizarlos como si fueran pelotas de tenis para hacer valer ciertos intereses políticos. Utilizamos su vulnerabilidad, su sufrimiento y su dolor por miedo a que alteren nuestra seguridad, que no me quiten lo mío…, ¡por favor, dejemos de pensar así!... nadie nos va a quitar nada, es mi hermano, como lo son nuestros hermanos los ucranianos, ¡acojámoslos de igual manera!

Demasiados muertos caminando sin saber a dónde ir ni qué hacer, pensémoslo antes de hacer o decir algo. Recordemos el Ev. De Mt: “Lo que hicisteis con uno de estos, de mis hermanos, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40)

Volver arriba