Quizá alguien pensaría: la Iglesia está donde siempre ha estado. Lucas nos dice: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para que dé la buena noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos” (4,18).

Allí donde se oye y siente el clamor del hermano que sufre, al lado, junto a, no arriba de o enfrente de…

Jon Sobrino decía: “el lugar de la Iglesia es el herido en el camino”.

Necesitamos de ella para caminar. No olvidemos que es la voz más universal, cualquier cosa que hace o dice es mediática. Necesitamos de una Iglesia que nos ayude a caminar, que sepa devolver la esperanza a este mundo tan herido, que hable menos y haga más, que sepa escuchar la voz de los jóvenes, porque ellos son el futuro y tienen mucho que decir…  ¡escuchémosles!

Cuando hablemos de Iglesia, que sea un lugar de puertas abiertas, de oídos atentos por muy diversos que seamos, que la mujer sea alguien más, que no sólo la que limpia o da catequesis, que sepa darle la voz y el lugar que merece.

¿Os imagináis qué pasaría si dejásemos de hablar los de “dentro” y fuéramos capaces de darle voz a aquellos que se sienten mas alejados? ¿Qué nos dirían…?  Quizá sería bueno que llegase ese momento para que despertemos y empecemos a caminar y trabajar por un mundo que necesita con urgencia ser transformado…