Recuerdo que así era como empezaba una canción de un grupo llamado “los Panchos”. Eso me ha hecho pensar que si hay algo que no podemos comprar por mucho dinero que tengamos, es el tiempo y la salud. En ambas cosas, pobres y ricos, somos todos iguales.

Creo que la vida no consiste solo en la cantidad de años que podamos vivir, sino en cómo los vivimos, en el sentido y la intensidad que queremos darle…

Hay personas que han fallecido a los 20 años y su vida ha sido tan intensa, las huellas que han dejado han sido tan profundas o más, que uno que haya vivido hasta los 90 y que simplemente ha pasado por la vida sin más…

En algún momento del camino, deberíamos de saber hacer una parada, dejar el reloj y las prisas y preguntarnos: ¿Qué es lo que estoy poniendo en el centro de mi vida? El trabajo, el dinero, mi persona… cada uno tendremos que responder a ello.

Vivimos en una sociedad en la que cada vez le cuesta más saber escuchar, el ego, el yo imperan aunque no queramos… que me atiendan, que me escuchen, que estén pendiente de mí… ¿y yo… hago algo de eso?...

Nos cuesta ese descentramiento, ese dar sin esperar, porque todo tiene un precio… No olvidemos que es el  tiempo  lo más preciado que tenemos… es nuestro, nuestro tiempo y cada minuto que pasa, es irrecuperable… Cuánto daríamos en una situación crítica por un minuto más de vida!... ahora que lo tenemos, apreciémoslo.

Parece que nunca se va acabar, o que siempre se le acaba a los otros, no a mí… oímos: “fulanito ha fallecido”, pero nunca pensamos que ese “fulanito” algún día seré yo. En ese momento, ¡Cuánto daría por volver al hoy, por actuar y hacer lo que no hice entonces!…

Hoy quiero dar las gracias a esas personas que supieron regalarme su tiempo y que marcaron mi vida hasta el día de hoy, que pudiendo hacerlo, no se creyeron el ombligo del mundo y supieron entregarme aquello que realmente merece la pena y lo más preciado…

Me pregunto si es preferible vivir más años, o vivir mejor de lo que lo hacemos…

Ahí os lo dejo por esta semana…