Vive y deja vivir
| Ana Bou
¿Cuántas veces hemos oído esta frase? O esta otra: “cada uno en su casa y Dios en la de todos”, es algo así como decir: déjame tranquilo que ya tengo yo bastante con lo mío…
No podemos vivir en la absoluta indiferencia hacia el prójimo, hacia el hermano. Acabamos de pasar por una pandemia y todos sabemos lo que eso ha significado y lo que ha cambiado nuestras vidas... Ahora, tomando un poco de distancia, quizá podamos entender que no hay peor pandemia que la indiferencia.
Está claro que ésta no puede ser la respuesta de un mundo que se cree muy sabio incluso que presume de “inteligencia artificial”. Viajamos, vivimos a una gran velocidad, dejando demasiados hermanos a los márgenes del camino, porque la vida “no nos da más de sí”. Sin embargo, ha habido personas que han optado por bajarse del mundo para vivir de otra manera. Personas que son capaces de partir su pan con el que no tiene. Hospedar al que carece de techo, abrir esas prisiones injustas, dejar esa indiferencia al borde del camino…
Ante ello, me pregunto: ¿indiferencia o compromiso? Todos sabemos que el compromiso cuesta, y a veces mucho, demasiado quizá. Por lo tanto, no llevemos nuestra vida a la indiferencia…
¿Os habéis preguntado quien queda cuando nos encontramos solos... cuando todos se van, cuando la única luz que entraba se apaga?: EL QUE NUNCA FALLA… Quien rompe todos los cerrojos y abre las prisiones injustas. Pero para ello, necesita de ti y de mí…