Con motivo del 13 de octubre, Día Internacional de la Radio Necesitamos gente como Lucas López, S.J.

Lucas López, S.J.
Lucas López, S.J. P. Lucas

 La radio para Lucas, que es un apasionado de este medio, representa poner su vida al servicio de los pobres y los excluidos de las narrativas hegemónicas que trata de instalar cualquier tipo de poder

Cuando la vida lo golpea como a cualquier ser humano, un amigo común me dijo que él tiene una fórmula: refugiarse en Dios y su familia, en el recuerdo de su padre y el cariño que demuestra por sus amigos, prevalece también un acto de fe.

 “No ser más que uno con el amor de Dios”. Estas palabras acaban y coronan el libro de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio y la vida de Lucas López, S.J. El padre Lucas, como le conocemos sus amigos, coordinador de la red de radios jesuitas en América Latina, es una persona que suele transparentar, con su modo de proceder, el ejercicio cotidiano de una verdadera comunicación sinodal. Su horizontalidad parte de un abajamiento  de cualquier tipo de privilegio para viajar desde su España natal rumbo a  “gastar” su vida en América Latina.

 La radio para Lucas, que es un apasionado de este medio, representa poner su vida al servicio de los pobres y los excluidos de las narrativas hegemónicas que trata de instalar cualquier tipo de poder. Su accionar sobresale por una entrega cotidiana por tejer relaciones entre las personas que surcamos a su alrededor; marcas como Tres en tres América, son sueños nacidos de su esfuerzo, es una persona de esas que después de que su equipo anota un gol suele celebrarlo desde las gradas con el público, pasando el reconocimiento al resto de jugadores.

 Amar y servir, orar y obrar, contemplar y comprometerse, constituyen el estado permanente de unión con Cristo, según la mística ignaciana y la forma en que Lucas S.J. acompaña a las emisoras jesuitas en América Latina. Su tesón y humildad nos hablan de esos santos de la puerta de al lado. Su cotidianidad tiene un rasgo distintivo y es la de crear amigos en el Señor. Cuando la vida lo golpea como a cualquier ser humano, un amigo común me dijo que él tiene una fórmula: refugiarse en Dios y su familia, en el recuerdo de su padre y el cariño que demuestra por sus amigos, prevalece también un acto de fe.

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