Julio Pernús corresponsal en República Dominicana
¿Por quién doblan las campanas en Santos Suárez?
la verdadera transformación ya comenzó en el deseo de nosotros por ayudar desde nuestro accionar oracional y laboral en favor de los pobres
En el Corazón de la Semana
Durante el 2023 el valor escogido como estandarte eclesial ha sido la honestidad y el 2024 que toca nuestra puerta, nos propone la oración. Se terminan doce meses cargados de sueños y desafíos eclesiales para la República Dominicana y tenemos el reto de generar una metodología que nos ayude a redescubrir de forma oracional qué nos pide Dios y cómo podemos encontrarlo en medio de nuestra gente, sobre todo, los pobres.
La escogencia de la oración como valor debe servirnos para instalar en nuestro día a día aptitudes diferentes a la mundanidad espiritual que busca relativizar el bien y hacernos ver que en la posmodernidad todo es permitido. Este fin de año se hace propicio para discernir en familia cómo estamos actuando para en medio de nuestra situación existencial dejar espacio para acompañar al otro que nada tiene.
La mundanidad espiritual es encerrarnos en nuestro particularismo y comer hasta desperdiciar alimentos olvidando que en el malecón, sentado frente al Malecon Center, hay un chico llamado Dany que ha trabajado limpiando zapatos estos días para comer lo normal, pues su fin de año no incluye una Noche Buena.
Es de agradecer la alegría que se vive en cada hogar con el ambiente navideño, todos nos sentimos felices y es una ocasión también única para dejar un espacio y orar en familia para que el niño Jesús nazca en nuestros planes. La oración más que como un valor debemos entenderla en un sentido más hondo y desafiante, como el deseo pastoral de que podamos convertirla en un este estilo de vida ciudadano, en un modo de hacer nuestra historia cotidiana, en un ámbito viviente donde los conflictos, las tensiones y los opuestos que siempre existirán en nuestra sociedad y hogar puedan alcanzar una unidad pluriforme que engendra una nueva vida. Así, podremos ser: “Un pueblo orante que refleja a Cristo en su vida personal, comunitaria y social”, lema del 2024.
Hace unos días mi esposa y yo sufrimos un atraco mientras salíamos de la exposición de navidad en el Centro Olímpico Juan Pablo Duarte. Primero sentimos una rabia terrible ante ese suceso, pero luego, en nuestra oración diaria le hemos pedido al Señor que también durante el 2024 su palabra llegue a transformar las estructuras sociales y mentales que influyen de disímiles formas en aquellos que ejercen la violencia social. Nada garantiza que ese ladrón vaya a cambiar, pero la verdadera transformación ya comenzó en el deseo de nosotros por ayudar desde nuestro accionar oracional y laboral en favor de los pobres, a la construcción de un país alumbrado por la honestidad y la oración.
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