Amar al próximo: a nuestros hermanos es amar a Dios mismo.

Domingo Treinta y Uno Año Ordinario B. 03.11.2018.

(Marcos 12, 28-34).

Dejándome conducir por el Espíritu del Señor y siguiendo una reflexión de Arturo Paoli:

"Al Señor tu Dios amarás con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu inteligencia y con todas tus fuerzas. Y después viene éste: Amarás a to prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento más importantes que éstos".


Hay que decir que el Evangelio de Jesús de esta domínica es decisivo para comprender lo que es el verdadero cristianismo.
Ante esto, es conveniente preguntarse ¿qué es la religión cristiana para muchos católicos? Y esto porque para muchos es más bien un cumplimiento de ciertas obligaciones morales y de algunas prácticas litúrgicas; es sobre todo mantenerse en "buenas relaciones con Dios". Y en muchos casos no es más que una mera actividad en la vida, más aún, o peor, una artículo de "consumo", incluso algunos, al referirse al trato con Dios, hablan de acumulación de capital de gracia. Espero que no estén contagiados y que no se asimilen a la economía del "capitalismo salvaje" que hace el pecado social y que no "chorrea" nunca. ¿Lo que ellos "acumulan" "chorrea" de amor a Dios y a los hermanos en los hechos?

Para los católicos, nuestra religión cristiana, es la religión del amor. Amar a Dios y amar al hermano. Estos dos amores son uno, pero no se confunden. El amor a Dios requiere de una relación personal con el Padre, también es una relación de fe, de confianza y de entrega de nuestra vida a Él, especialmente en la Eucaristía.

El amor a Dios, a quien no vemos, para Jesús, el Dios hecho Hombre y próximo a nosotros, se demuestra en el amor al hermano a quien vemos, especialmente para aquél que está "en la vera del camino", es decir: en un amor próximo y radical al pobre marginado por el "pecado social" de nuestra sociedad actual.
Para el verdadero católico, la única religión es la cristiana en la cual
"amar al hermano es equivalente a amar a Dios mismo".

"Entonces amémonos nosotros, ya que Él nos amó primero.
El que dice: "Yo amo a Dios", y odia a su hermano,
es un mentiroso.
¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve,
si no ama a su hermano, a quien ve?
Él mismo nos ordenó:
el que ame a Dios, ame también a su hermano".
(1 Juan 4, 19-21).

El amor al hermano, que se alimenta del amor a Dios, es verdaderamente, la práctica religiosa y cristiana más grata al Padre: "... amar al prójimo como a sí mismo vale más que todas la víctimas y todos los sacrificios". Para Jesús el amor al hermano debe ser un entregarnos a él: hay que amar al hermano como Cristo lo hizo por el prójimo que encontró "a la vera del camino". Más aún, no olvidemos lo dicho por Jesús:"No hay amor más grande que el dar la vida por los que se ama".
Aquí hay una consecuencia de Jesús. Lo que dijo, lo hizo. Él nos amó hasta el extremo de dar la vida por nosotros, sus prójimos, muriendo en la cruz por nuestra salvación, según su amor al Padre y al cumplimiento de su voluntad. Así debe ser, para nosotros, discípulos cristianos de Jesús: Iglesia, el amor a Dios y al hermano.

Al terminar, para concluir nosotros, en un gran propósito cristiano, de vivir Evangelio de este domingo, cito al Apóstol Juan:

"Él (Jesús) sacrificó su vida por nosotros
y en esto hemos conocido el amor;
así, también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos.
Cuando alguien goza de las riquezas de este mundo,
y viendo a su hermano en apuros le cierra su corazón
¿cómo permanecerá el amor de Dios en él?
Hijos, no amemos con puras palabras y de labios afuera,
sino verdaderamente y con obras".
(1 Juan 3, 16-18).

Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+



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