La Crisis de la Iglesia..

DOMINGO VEINTE Y UNO AÑO ORDINARIO B. 26.08.2018.

(Juan 6, 61-70).


"Jesús captó en su mente que sus propios discípulos criticaban su discurso, y les dijo: "Les desconcierta lo que les he dicho... ". Las palabras que les he dicho son espíritu y, por eso, dan vida. Pero hay algunos de ustedes que no creen"... . Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.
A partir de ese momento muchos de sus discípulos dieron un paso atrás y dejaron de seguirlo.
Jesús les preguntó a los Doce: "¿Quieren dejarme también ustedes?".
...


Hoy día, quisiera comenzar diciendo y repitiendo: La Palabra de Dios, es el Hijo de Dios, Jesús Encarnado: Él es el Verbo de Dios hecho Carne (Hombre). Tenemos que llegar a la convicción de fe, que la Palabra de Dios es la persona de Jesús. No es "algo" es "Alguien". Esto nos ayudará a leer el Evangelio con la convicción de que estamos en contacto personal con el único que me puede salvar y hacerme más hombre y mujer con una nueva vida: que es un camino, para amar de verdad al Señor.


Hoy se nos presenta a Jesús en un momento de crisis. Crisis en su tarea misionera y evangelizadora. Esto nos ayudará, comprendiendo a Jesús, en nuestras propias crisis pastorales y eclesiales:las de cada uno, e insisto las de la misma Iglesia amada.
A veces creemos, que el Dios hecho Hombre, no tenía ni sorpresas ni crisis. Que todo en Él se realizaba como un reloj omega, sin problemas. Es fácil escuchar con respecto a la pastoral de Jesús: "Jesús no puede tener problemas en su misión, pues Él es Dios, y nada de su plan pastoral puede fallar". Estamos equivocados. La misión de Jesús, en su conciencia humana, no fue diferente a la nuestra. Como evangelizador y profeta, tenía éxitos y fracasos, tenía momentos difíciles, que lo hacían entrar a revisar sus acciones y opciones pastorales. Esto le llevaba a cambiar de táctica, de métodos, de lugares y de oyentes. Lo que fue único y permanente era su fidelidad a la obra y la voluntad del Padre y su claridad para entender y llevar a término esa obra.


El hecho del Evangelio de este domingo se sitúa en un momento de popularidad de Jesús. Había evangelizado a multitudes. Había impresionado a masas por su milagros. Pero, no obstante esa popularidad, Jesús no se dejaba engañar por este éxito, fruto de un interés milagrero de la gente:

"Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba que alguien le informara de los otros, porque Él sabía lo que hay en el hombre". (Juan 2, 23-24).

Hoy Jesús se encuentra en la siguiente situación: Ha planteado una gran exigencia de fe:

"El que come mi carne y bebe mi sangre, vive de vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es comida verdadera y mi sangre es bebida verdadera. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí, y yo en él". (Juan 6,54-56).

"Cuando oyeron todo esto, muchos de los que habían seguido a Jesús dijeron: "¡Este lenguaje es muy duro! ¿Quién puede sufrirlo?".

Jesús se dio cuenta de que sus propios discípulos criticaban su discurso. Jesús los ha enfrentado con el radicalismo de la fe y con la naturaleza misma de su condición de Mesías.
Y esto me recuerda la contradicción de un laico Ministro de la Comunión a los enfermos, que me decía: "Si, Jesús es el Pan Vivo bajado del cielo... pero nada de cosa mágicas... ". ¿La Eucaristía y la Comunión es algo mágico?


"A partir de ese momento muchos de sus discípulos dieron un paso atrás y dejaron de seguirlo".

Esto denota, de algún modo, una crisis para Jesús, para su Evangelización masiva. Aparentemente pocos siguieron con Él. Esta crisis pastoral de Jesús se nos presenta en su pregunta hecha a los Doce:

"¿Quieren dejarme también ustedes?".

Esta pregunta revela una doble intención: por un lado un gesto de desprendimiento, aun a costa del seguimiento de sus amigos, y por otro lado muestra una búsqueda de apoyo y de definición de ellos.
A nombre de los Doce contesta Pedro, el de siempre, el emotivo, el primario, el que de verdad amaba a Jesús, a pesar de las malas jugadas que le acarreó su carácter primario: el contesta ante la definición puesta por Jesús:

"Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios".


En adelante, en los Evangelios, vemos que Jesús abandonó, en gran parte, la Evangelización masiva y de multitudes, para concentrarse en la formación y atención personal de los Doce. Creo que se trata de buscar más la calidad que la cantidad de sus seguidores.
Y, hoy día, cuando las encuestas nos dicen acerca de una baja de los católicos, y cuando veo a algunos laicos agresivos y con insultos por crisis de Iglesia chilena, creo, que sin desanimarse, la Iglesia debe buscar más la calidad que la cantidad. Es seguro que una formación de calidad, de verdaderos católicos, nos hará conseguir una mayor cantidad.


A pesar de lo dicho en cuanto a la dedicación de Jesús a los Doce, buscando discípulos de calidad, Jesús tuvo una crisis con ellos, en la noche de su Pasión y también en su Muerte de Crucifixión. Uno lo traicionó, otro lo negó, y casi todos lo abandonaron, excepto Juan. También, como Jesús, uno mismo ha tenido una experiencia semejante.
Los Apóstoles abandonaron a Jesús en el momento más crítico. Pero también es cierto, y debemos proclamar con amor: En esta hora, la más critica de todas, Jesús vivió plenamente su apostolado y su misión, al entregar su vida por todos. Y es, precisamente en esta hora, que los seguidores de Cristo, deben morir a sí mismo, en beneficio de los mismos que les fallan y les abandonan; en beneficio de amor por los mismos que nos desilusionan y abandonan; con los que se corren y no son capaces de asumir los conflictos propios del seguimiento fiel y radical de Cristo y su misión de liberación y salvación.


Esta Evangelización y tarea de Jesús, que nosotros tenemos que prolongar, nos señala que no hay verdadera Evangelización sin la formación de comunidades de creyentes, intensas, apostólicas y misioneras, de calidad más que de cantidad. Esto lo digo, especialmente, cuando me he encontrado con sólo grupos de oración intimista, sin sentido de Evangelización y Misión; de apostolado concreto y eficiente de amor hacia los demás y hacia la realidad de nuestra sociedad y mundo con su historia real. Ellos, no están siendo "sal, luz y fermento" en el mundo que tenemos que salvar y no condenar y quejarse tanto de él, sin hacer nada por salvarlo:

"Dios amó tanto al mundo, que envió o entregó a su Hijo Único, para que viniera al mundo, no para condenar el mundo, sino para salvarlo".

Veo que estas personas creen en el cristianismo, pero no creen de verdad en la persona de Jesús; menos los veo con sentido de Iglesia: de pertenencia a ella. No aman a la Iglesia como prolongación de Cristo, ni menos tienen un compromiso, como el de Jesús y la misión que Él nos encomendó. Quiero insistir, hoy día: No hay verdadero amor a Jesús y no existe un verdadero amor y sentido de obediencia, con diálogo, a la Iglesia de Jesús. Si esto no sucede, existe mentira y un falso amor al Señor. Recordemos a Francisco I: "No se entiende el cristianismo sin Iglesia".
Se hace imperiosa una formación de personas de Iglesia: de apóstoles que vivan con, en y por Jesús. La formación de personas debe llevarnos a discípulos de Jesús, con experiencia personal de Él: de su voluntad, siendo pertenencia y propiedad de Jesús, cumpliendo en todo momento, incluso en la crisis, el envío y mandato de Jesús.
Esta dedicación a la formación de personas se ve de mucha urgencia, cuando vemos que hoy existe una tendencia a relativizarlo todo, y cuando existe la realidad de personas incapaces de tomar compromisos permanentes y para toda la vida, haciendo peligrar los matrimonios, vivenciando la postergación sistemática a la vocación al sacerdocio y a la vida religiosa. Todo esto, hace peligrar la verdadera Evangelización y Misión. Esto sucede cuando no hay una verdadera entrega de sí mismo a la causa de Jesús y su Evangelización.
Hay que tener muy claro de que la hora gloriosa de la Evangelización, de la Misión y de nuestro apostolado, es cuando nos entregamos en el amor entendiéndolo más en la caridad que en una mera sensiblería pasajera. Hoy, tanto como en tiempo de dictadura, hay que vivenciar radicalmente:

"La Caridad de Cristo nos urge". Amén.



Pbro.Eugenio Pizarro Poblete+
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