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El prefecto contrapone la encíclica de Pablo VI a un mundo "sin maternidad" y por tanto "posthumano"
(Vatican News).- Una visión "antropológica integral" sobre el amor y la sexualidad humana, entendida según el plan de Dios, que 55 años después de su publicación sigue proponiendo una verdad excelsa, negada en cambio por décadas de "antropología anticonceptiva", que ha dividido esa visión unitaria. Este es el valor de la Humanae vitae, la Encíclica de Pablo VI publicada en julio de 1968, subrayada por el cardenal Luis Francisco Ladaria Ferrer, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe. El cardenal intervino hoy, 19 de mayo, en el Augustinianum, en la apertura de dos jornadas de estudio dedicadas al documento, organizadas por la Cátedra Internacional de Bioética Jérôme Lejeune.
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"La audacia de una Encíclica sobre la sexualidad y la procreación" reza el título de la conferencia, y para el cardenal Ladaria la audacia de lo que escribió Pablo VI "es mucho más profunda" que haber resistido "a las presiones" que exigían "aprobar el uso de anticonceptivos hormonales en las relaciones sexuales dentro del matrimonio católico". La valentía de la Humanae Vitae, dijo el cardenal, es de "carácter antropológico" porque ha mostrado la vocación divina de la sexualidad, es decir, "la conexión inseparable que Dios ha querido" entre "los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreativo".
Por el contrario, continuó el Prefecto vaticano, la moral anticonceptiva que se ha afirmado en contraste con la Encíclica opone la naturaleza, el cuerpo mismo, a un concepto de libertad que pretende cambiar las "condiciones de vida del amor conyugal". Según este punto de vista, argumentó el cardenal Ladaria, lo que importa es una "unión afectiva" y en el acto sexual no importa que responda "a un sentido preexistente, natural o establecido por Dios, sino simplemente que sea un acto libre". En este sentido, dijo, el cuerpo "reducido a pura materialidad" ha abierto con el tiempo el camino a una serie de derivas, en particular "una disminución alarmante de los nacimientos y una multiplicación del número de abortos".
El control de la natalidad mediante el uso de anticonceptivos "ha evolucionado", estigmatizó, "hacia la manipulación artificial de la transmisión de la vida mediante técnicas de reproducción asistida". Primero se aceptó la sexualidad sin hijos, luego se aceptó producir hijos sin el acto sexual. La vida producida ya no se considera, en sí misma, como un "don", sino como un "producto" y se valora en términos de utilidad".
Una manipulación constante, continuó el Cardenal, que se encuentra tanto en la ideología de género -en la que no es el cuerpo lo que identifica a una persona sino su orientación- como en el "transhumanismo", en el que la persona "reducida a su mente" puede transferir su esencia "a otro cuerpo humano, a un cuerpo animal, a un cyborg, a un simple archivo de memoria". Y de esta antropología, insistió el cardenal Ladaria, "el cyborg aparece como su plena realización", ya que acepta la "construcción del cuerpo y del sexo a través de la biotecnología", un mundo -en extrema síntesis- "sin maternidad" y por tanto "posthumano".
En cambio, la Encíclica Humanae vitae, concluyó el responsable del dicasterio, sigue siendo "todavía válida", incluso profética, porque al rechazar los que se plantean como "verdaderos antihumanismos" propone "una antropología capaz de unir la libertad con la naturaleza".
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