Cita a Tonino Bello, obispo italiano pacifista, pidiendo a la Virgen que "apague los focos de las facciones" El Papa, en el Jubileo de los equipos sinodales: "Ser Iglesia sinodal significa reconocer que la verdad no se posee, sino que se busca  juntos"

El Papa con Grech y Marin
El Papa con Grech y Marin

"Los equipos sinodales y de los órganos de  participación son estructuras que expresan lo que ocurre en la Iglesia, donde las relaciones no  responden a las lógicas del poder sino a las del amor"

"La regla suprema en la Iglesia es el amor. Nadie está llamado a mandar, todos lo son a servir;  nadie debe imponer las propias ideas, todos deben escucharse recíprocamente"

"Cuando la pretensión de ser mejor que los demás, como hace el fariseo con el publicano, crea división y transforma la comunidad en un lugar crítico y excluyente"

"Los equipos sinodales y los organismos de participación son imagen de esa Iglesia que vive  en la comunión". Este podría ser el resumen de una homilía profunda (y, de nuevo, con sabor francisquista), pronunciada hoy por León XIV en el Jubileo de los equipos sinodales, "estructuras que expresan lo que ocurre en la Iglesia, donde las relaciones no  responden a las lógicas del poder sino a las del amor".

Por eso, Prevost insiste, una vez más, en que en la Iglesia "nadie está llamado a mandar, todos lo son a servir; nadie debe imponer las propias ideas, todos deben escucharse recíprocamente". Porque "la pretensión de ser mejor que los demás, como hace el fariseo con el publicano, crea división y transforma la comunidad en un lugar crítico y excluyente".

El Papa concluyó su homilía citando unas hermosas y clarividentes frases de Tonino Bello, obispo católico italiano, poeta y pacifista, conocido por su defensa de los más pobres y su compromiso social, que fue declarado "Venerable" por el Papa Francisco en 2021:  «Santa María,  mujer afable, alimenta en nuestras Iglesias el anhelo de comunión. […] Ayúdala a superar las divisiones internas. Interviene cuando el demonio de la discordia serpentea en su seno. Apaga los  focos de las facciones. Reconcilia las disputas mutuas. Atenúa sus rivalidades. Detenlas cuando  decidan actuar por su cuenta, descuidando la convergencia en proyectos comunes» (Maria, Donna  dei nostri giorni, Cinisello Balsamo 1993, 99). 

Creemos. Crecemos. Contigo

Francisco reza ante la tumba de Tonino Bello

Texto íntegro de la homilía del Papa

Al celebrar el Jubileo de los equipos sinodales y de los órganos de participación, se nos invita  a contemplar y a redescubrir el misterio de la Iglesia, que no es una simple institución religiosa ni se  identifica con las jerarquías o con sus estructuras. La Iglesia, en cambio, como nos lo ha recordado el  Concilio Vaticano II, es el signo visible de la unión entre Dios y los hombres, de su proyecto de  reunirnos a todos en una única familia de hermanos y hermanas y de hacer de nosotros su pueblo, un  pueblo de hijos amados, todos unidos en el único abrazo de su amor.  

Mirando el misterio de la comunión eclesial, generada y custodiada por el Espíritu Santo,  podemos comprender también el significado de los equipos sinodales y de los órganos de  participación. Estas estructuras expresan lo que ocurre en la Iglesia, donde las relaciones no  responden a las lógicas del poder sino a las del amor. Las primeras —para recordar una admonición  constante del Papa Francisco— son lógicas “mundanas”, mientras que en la comunidad cristiana el  primado atañe a la vida espiritual, que nos hace descubrir que todos somos hijos de Dios, hermanos  entre nosotros, llamados a servirnos los unos a los otros. 

La regla suprema en la Iglesia es el amor. Nadie está llamado a mandar, todos lo son a servir;  nadie debe imponer las propias ideas, todos deben escucharse recíprocamente; sin excluir a nadie,  todos estamos llamados a participar; ninguno posee la verdad toda entera, todos la debemos buscar  con humildad, y juntos.  

Precisamente la palabra “juntos” expresa la llamada a la comunión en la Iglesia. El Papa  Francisco nos lo ha recordado también en su último Mensaje de Cuaresma: «La vocación de la Iglesia  es caminar juntos, ser sinodales. Los cristianos están llamados a hacer camino juntos, nunca como  viajeros solitarios. El Espíritu Santo nos impulsa a salir de nosotros mismos para ir hacia Dios y hacia los hermanos, y nunca a encerrarnos en nosotros mismos. Caminar juntos significa ser artesanos de  unidad, partiendo de la dignidad común de hijos de Dios (Mensaje de Cuaresma, 25 de febrero de  2025). 

Jubileo de los equipos sinodales

Caminar juntos.

Aparentemente es lo que hacen los dos personajes de la parábola que hemos  recién escuchado en el Evangelio. El fariseo y el publicano suben los dos al templo a orar, podríamos  decir que “suben juntos” o de todas formas se encuentran juntos en el lugar sagrado; y sin embargo,  están divididos y entre ellos no hay ninguna comunicación. Ambos recorren el mismo camino, pero  su caminar no es un caminar juntos; ambos se encuentran en el templo, pero uno ocupa el primer  lugar y el otro, el último; ambos rezan al Padre, pero sin ser hermanos y sin compartir nada.  

Esto depende sobre todo de la actitud del fariseo. Su oración, aparentemente dirigida a Dios,  es solamente un espejo en el que él se mira, se justifica y se elogia a sí mismo. Él «subió a orar, pero  no quiso rogar a Dios, sino alabarse a sí mismo» (S. AGUSTÍN, Sermón 115,2), sintiéndose mejor que  el otro, juzgándolo con desprecio y mirándolo con desdén. Está obsesionado con su ego y, de ese  modo, termina por girar en torno a sí mismo sin tener una relación ni con Dios ni con los demás.  

Hermanos y hermanas, esto puede suceder también en la comunidad cristiana. Sucede cuando  el yo prevalece sobre el nosotros, generando personalismos que impiden relaciones auténticas y  fraternas; cuando la pretensión de ser mejor que los demás, como hace el fariseo con el publicano, crea división y transforma la comunidad en un lugar crítico y excluyente; cuando se aprovecha del  propio cargo para ejercitar el poder y ocupar espacios.  

Es al publicano, en cambio, al que debemos mirar. Con su misma humildad, también en la  Iglesia nos debemos reconocer todos necesitados de Dios y necesitados los unos de los otros,  ejercitándonos en el amor mutuo, en la escucha recíproca, en la alegría de caminar juntos, sabiendo  que «Cristo está con los que son humildes de corazón y no con los que se exaltan a sí mismos por  encima de la grey» (S. CLEMENTE DE ROMA, Carta a los corintios, c. XVI).  

Equipos sinodales

Los equipos sinodales y los organismos de participación son imagen de esa Iglesia que vive  en la comunión. Y hoy quisiera invitarlos a que, en la escucha del Espíritu, en el diálogo, en la  fraternidad y en la parresia, nos ayuden a comprender que, en la Iglesia, antes de cualquier diferencia  de sexos o de roles, estamos llamados a caminar juntos en busca de Dios, despojándonos del  clericalismo y la vanagloria, para revestirnos de los sentimientos de Cristo; ayúdennos a ensanchar el  espacio eclesial para que este sea colegial y acogedor.  

Esto nos ayudará a afrontar con confianza y con espíritu renovado las tensiones que atraviesan  la vida de la Iglesia —entre unidad y diversidad, tradición y novedad, autoridad y participación—,  dejando que el Espíritu las transforme, para que no se conviertan en contraposiciones ideológicas y  polarizaciones dañinas. No se trata de resolverlas reduciendo unas a otras, sino dejar que sean  fecundadas por el Espíritu, para que se armonicen y orienten hacia un discernimiento común.

Como  equipos sinodales y miembros de organismos de participación saben ciertamente que el  discernimiento eclesial requiere «libertad interior, humildad, oración, confianza mutua, apertura a la  novedad y abandono a la voluntad de Dios. No es nunca la afirmación de un punto de vista personal  o de grupo, ni se resuelve en la simple suma de opiniones individuales» (Documento final, 26 octubre  2024, n. 82). Ser Iglesia sinodal significa reconocer que la verdad no se posee, sino que se busca  juntos, dejándonos guiar por un corazón inquieto y enamorado del Amor.  

Cardenal Grech

Queridos hermanos y hermanas, debemos soñar y construir una Iglesia humilde. Un Iglesia  que no se mantiene erguida como el fariseo, triunfante y llena de sí misma, sino que se abaja para  lavar los pies de la humanidad; una Iglesia que no juzga como hace el fariseo con el publicano, sino  que se convierte en un lugar acogedor para todos y para cada uno; una Iglesia que no se cierra en sí  misma, sino que permanece a la escucha de Dios para poder, al mismo tiempo, escuchar a todos.  Comprometámonos a construir una Iglesia totalmente sinodal, totalmente ministerial, totalmente  atraída por Cristo y por lo tanto dedicada al servicio del mundo.  

Sobre ustedes, sobre todos nosotros, sobre la Iglesia extendida por el mundo, invoco la  intercesión de la Virgen María con las palabras del siervo de Dios don Tonino Bello: «Santa María,  mujer afable, alimenta en nuestras Iglesias el anhelo de comunión. […] Ayúdala a superar las divisiones internas. Interviene cuando el demonio de la discordia serpentea en su seno. Apaga los  focos de las facciones. Reconcilia las disputas mutuas. Atenúa sus rivalidades. Detenlas cuando  decidan actuar por su cuenta, descuidando la convergencia en proyectos comunes» (Maria, Donna  dei nostri giorni, Cinisello Balsamo 1993, 99). 

Que el Señor nos conceda la gracia de permanecer enraizados en el amor de Dios para vivir  en comunión entre nosotros. De ser, como Iglesia, testigos de unidad y de amor.  

Tonino Bello

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