León XIV aprovecha la eucaristía en la catedral romana para reflexionar sobre "nuestro ser Iglesia" El Papa, en San Juan de Letrán: "En Roma, aun con tanto esfuerzo, hay un gran bien que crece"

León XIV, en la catedral romana
León XIV, en la catedral romana RD/Captura

En la homilía con motivo de la celebración en la mañana de este domingo de la Solemnidad de la Dedicación de la Basílica de Letrán, León XIV quiso aprovechar para recordar con "alegría y gratitud un hecho histórico muy importante", "pero no sólo eso", añadió. La cita le sirvió también para que "reflexionemos, mirando este edificio, sobre nuestro ser Iglesia"

Reconoció León XIV que "no han faltado momentos críticos, pausas, correcciones de proyectos en fase de desarrollo", aunque reivindicó que "en Roma, aun con tanto esfuerzo, hay un gran bien que crece. No dejemos que el cansancio nos impida reconocerlo y celebrarlo, para alimentar y renovar nuestro ímpetu"

"Al trabajar con todo nuestro empeño al servicio del Reino de Dios, no nos apresuremos ni seamos superficiales: excavemos profundamente, libres de los criterios del mundo, que con demasiada frecuencia exige resultados inmediatos porque no conoce la sabiduría de la espera".

En la homilía con motivo de la celebración en la mañana de este domingo de la Solemnidad de la Dedicación de la Basílica de Letrán, León XIV quiso aprovechar para recordar con "alegría y gratitud un hecho histórico muy importante para la vida de la Iglesia", como fue su construcción en el siglo IV por voluntad del emperador Constantino, "pero no sólo eso", añadió. La cita le sirvió también para que "reflexionemos, mirando este edificio, sobre nuestro ser Iglesia".

Creemos. Crecemos. Contigo

"Quienes nos precedieron dotaron a nuestra catedral de cimientos sólidos, excavando en profundidad", comenzó señalando el Papa, lo que le sirvió para invitar, también hoy, a "excavar en nosotros mismos y a nuestro alrededor para eliminar todo material inestable que pueda impedirnos llegar a la roca desnuda de Cristo".

"Esto significa volver constantemente a Él y a su Evangelio, dóciles a la acción del Espíritu Santo. De lo contrario, correríamos el riesgo de sobrecargar con estructuras pesadas un edificio con cimientos débiles", indicó Robert F. Prevost.

Interior de san Juan de Letrán
Interior de san Juan de Letrán RD/Captura

En este sentido, utilizó la imagen de la “obra en construcción” para referirse al camino eclesial desarrollado en los últimos años, como por ejemplo "en esta fase de la implementación del Sínodo", recordando que se trata de "un camino arduo, pero no hay que desanimarse", sino que, en cambio, "conviene, seguir trabajando con confianza, para crecer juntos".

Pero "en la historia de este majestuoso edificio" que es la Iglesia, y en el camino realizado, reconoció León XIV que "no han faltado momentos críticos, pausas, correcciones de proyectos en fase de desarrollo", aunque reivindicó que "en Roma, aun con tanto esfuerzo, hay un gran bien que crece. No dejemos que el cansancio nos impida reconocerlo y celebrarlo, para alimentar y renovar nuestro ímpetu".

León XIV, en la sede san Juan de Letrán
León XIV, en la sede san Juan de Letrán

Finalmente, quiso reservar una parte de su homilía para referirse a "un aspecto esencial de la misión de una catedral: la liturgia". "El cuidado de la liturgia, en el lugar de la Sede de Pedro, debe ser por tanto, en modo tal que pueda proponerse como ejemplo para todo el pueblo de Dios, respetando las normas, prestando atención a las diferentes sensibilidades de quienes participan, según el principio de una sabia inculturación (cf. ibíd., 37-38) y al mismo tiempo en la fidelidad a ese estilo de solemne sobriedad típico de la tradición romana, que tanto bien puede hacer a las almas de quienes participan activamente".

Junto a ello quiso añadir también el papa Prevost que "debe prestarse suma atención para que aquí la sencilla belleza de los ritos pueda expresar el valor del culto para el crecimiento armonioso de todo el Cuerpo del Señor", en lo que puede entenderse como un suficiente campo de maniobra para que esas "diferentes sensibilidades" puedan encontrar acomodo. Sin duda, en beneficio de la unidad de la Iglesia.

Cúpula san Juan de Letrán
Cúpula san Juan de Letrán RD/Captura

La homilía del Papa

Queridos hermanos y hermanas: 

Hoy celebramos la Solemnidad de la Dedicación de la Basílica de Letrán ―de esta Basílica,  catedral de Roma―, que tuvo lugar en el siglo IV, obra del Papa Silvestre I. La construcción se llevó a cabo por voluntad del emperador Constantino, después de que, en el año 313, concediera a los  cristianos la libertad de profesar su fe y practicar el culto. 

Recordamos este acontecimiento hasta el día de hoy: ¿por qué? Sin duda, para recordar con  alegría y gratitud un hecho histórico muy importante para la vida de la Iglesia, pero no sólo eso. De  hecho, esta Basílica ―Madre de todas las Iglesias―, es mucho más que un monumento y una  memoria histórica, es «signo de la Iglesia viva, edificada con piedras escogidas y preciosas en Cristo  Jesús, piedra angular (cf.1 P 2,4-5)» (CONF. EP. ITALIANA, Premisas al Rito para la Bendición de los  óleos y dedicación de iglesias y altares) y como tal nos recuerda que también nosotros «en este mundo  servimos, cual piedras vivas, para edificarla (cf. 1 P 2,5)» (Const. dogm. Lumen gentium, 6). Por esta  razón, como lo notaba san Pablo VI, en la comunidad cristiana ha surgido desde muy temprano la  costumbre de aplicar el «nombre de Iglesia, que significa la asamblea de los fieles, al templo que los  acoge» (Ángelus, 9 noviembre 1969). Es la comunidad eclesial, «la Iglesia, sociedad de creyentes, [que] atestigua en Letrán su estructura exterior más sólida y evidente» (ibíd.). Por lo tanto, con la ayuda de la Palabra de Dios, reflexionemos, mirando este edificio, sobre nuestro ser Iglesia. 

León XIV en san Juan de Letrán 3
León XIV en san Juan de Letrán 3

En primer lugar, podríamos pensar en sus cimientos. Su importancia es evidente, hasta tal  punto que, en cierto modo, resulta inquietante. Si quienes la construyeron nohubieran excavado en profundidad hasta encontrar una base lo suficientemente sólida sobre la que erigir todo lo demás, toda la construcción se habría derrumbado hace tiempo o correría el riesgo de derrumbarse en cualquier momento, por lo que nosotros, al estar aquí, también estaríamos en un grave peligro. Por suerte, quienes nos precedieron dotaron a nuestra catedral de cimientos sólidos, excavando en profundidad, con esfuerzo, antes de empezar a levantar los muros que nos acogen, y esto nos hace sentir hoy mucho más tranquilos.  

Pero asimismo nos ayuda a reflexionar. De hecho, también nosotros, obreros de la Iglesia viva, antes de poder erigir estructuras imponentes, debemos excavar en nosotros mismos y a nuestro alrededor para eliminar todo material inestable que pueda impedirnos llegar a la roca desnuda de  Cristo (cf. Mt 7,24-27). San Pablo nos lo dice explícitamente en la segunda lectura, cuando afirma  que «el único cimiento válido es Jesucristo y nadie puede poner otro distinto» (3,11). Y esto significa  volver constantemente a Él y a su Evangelio, dóciles a la acción del Espíritu Santo. De lo contrario, correríamos el riesgo de sobrecargar con estructuras pesadas un edificio con cimientos débiles. 

León XIV en san Juan de Letrán 7
León XIV en san Juan de Letrán 7

Por eso, queridoshermanos y hermanas, al trabajar con todo nuestro empeño al servicio del  Reino de Dios, no nos apresuremos ni seamos superficiales: excavemos profundamente, libres de los  criterios del mundo, que con demasiada frecuencia exige resultados inmediatos porque no conoce la  sabiduría de la espera. La historia milenaria de la Iglesia nos enseña que sólo con humildad y  paciencia se puede construir, con la ayuda de Dios, una verdadera comunidad de fe, capaz de difundir la caridad, de favorecer la misión, de anunciar, celebrar y servir a ese Magisterio apostólico del que  este templo es la primera sede (cf. S. PABLO VI, Ángelus, 9 noviembre 1969). A este respecto, resulta esclarecedora la escena que nos presenta el Evangelio que se ha  proclamado (Lc 19,1-10): Zaqueo, un hombre rico y poderoso, siente la necesidad de encontrarse con Jesús. Sin embargo, se da cuenta de que es demasiado pequeño para poder verlo, por lo que se sube a un árbol, con un gesto inusual e inapropiado para una persona de su rango, acostumbrada a recibir lo que quiere servido en bandeja, en la oficina de impuestos, como un tributo que le es debido. Aquí, en cambio, el camino es más largo y, para Zaqueo, subir a las ramas significa reconocer sus propios límites y superar los frenos inhibidores del orgullo. De este modo, puede encontrar a Jesús, que le  dice: «Hoy tengo que alojarme en tu casa» (v. 5). Desde entonces, a partir de este encuentro, comienza para él una nueva vida (cf. v. 8). 

Jesús nos transforma, y nos llama a trabajar en la gran obra de construcción de Dios,  modelándonos sabiamente según sus designios de salvación. En los últimos años, la imagen de la  “obra en construcción” se ha utilizado con frecuencia para describir nuestro camino eclesial. Es una imagen hermosa que habla de actividad, creatividad, compromiso, pero también de esfuerzo, de problemas por resolver, a veces complejos. Expresa el esfuerzo real y palpable con el que nuestras  comunidades crecen cada día, compartiendo carismas y bajo la guía de los pastores. La Iglesia de  Roma, en particular, da testimonio de ello en esta fase de la implementación del Sínodo, en la que lo  que se ha madurado en años de trabajo exige ser sometido a confrontación y verificación “sobre el  terreno”. Esto implica un camino arduo, pero no hay que desanimarse. Conviene, en cambio, seguir  trabajando con confianza, para crecer juntos. 

León XIV en san Juan de Letrán 5
León XIV en san Juan de Letrán 5

En la historia de este majestuoso edificio en el que nos encontramos, no han faltado momentos  críticos, pausas, correcciones de proyectos en fase de desarrollo. Sin embargo, gracias a la tenacidad  de quienes nos han precedido, podemos reunirnos en este lugar maravilloso. En Roma, aun con tanto  esfuerzo, hay un gran bien que crece. No dejemos que el cansancio nos impida reconocerlo y celebrarlo, para alimentar y renovar nuestro ímpetu. Por lo demás, la caridad vivida da forma también a nuestro rostro como Iglesia, para que resulte cada vez más evidente para todos que ella es “madre”, “madre de todas las Iglesias”, o incluso “mamá”, como dijo san Juan Pablo II al hablar con los niños  en este mismo día (cf. Discurso con motivo de lafiesta de la Dedicación de la Basílica de San Juan  de Letrán, 9 noviembre 1986). 

Finalmente, quisiera mencionar un aspecto esencial de la misión de una catedral: la liturgia.  Es la «cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y […] la fuente de donde mana toda su fuerza»  (Const. dogm. Sacrosanctum concilium, 10). En ella encontramos todos los temas que hemos  mencionado: estamos edificados como templo de Dios, como su morada en el Espíritu, y recibimos  fuerza para predicar a Cristo en el mundo (cf. ibíd., 2). El cuidado de la liturgia, en el lugar de la Sede de Pedro, debe ser por tanto, en modo tal que pueda proponerse como ejemplo para todo el pueblo de Dios, respetando las normas, prestando atención a las diferentes sensibilidades de quienes participan, según el principio de una sabia inculturación (cf. ibíd., 37-38) y al mismo tiempo en la fidelidad a ese estilo de solemne sobriedad típico de la tradición romana, que tanto bien puede hacer a las almas de  quienes participan activamente (cf. ibíd., 14). Debe prestarse suma atención para que aquí la sencilla belleza de los ritos pueda expresar el valor del culto para el crecimiento armonioso de todo el Cuerpo del Señor. San Agustín decía que la “belleza no es otra cosa que amor, y el amor es vida” (cf. Sermón  365, 1).La liturgia es un ámbito en el que esta verdad se realiza de manera eminente; y deseo que quien se acerque al altar de la catedral de Roma pueda salir lleno de esa gracia con la que el Señor desea inundar el mundo (cf. Ez 47,1-2.8-9.12). 

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