La fuerza de la Resurrección: La clave del Papa ante la "enfermedad de la falta de confianza en la vida"

En la audiencia ante 35.000 fieles, el Papa invitó a "confiarse en el Dios de la vida y promover lo humano en todas sus  expresiones: ante todo en la maravillosa aventura de la maternidad y de la paternidad, también en contextos sociales en los que las familias fatigan en el sostener lo oneroso del cotidiano, siendo a menudo truncadas en sus proyectos y en sus sueños"

León XIV, en el papamóvil RD/Captura

"En el mundo hay una enfermedad difundida: la falta de confianza en la vida. Como si  nos hubiésemos resignado a una fatalidad negativa, de renuncia. La vida corre el riesgo de no representar más una posibilidad recibida como don, sino una incógnita, casi una amenaza de la cual preservarse para no desilusionarnos".

Palabras del Papa en la audiencia general que presidió esta mañana, miércoles 25 de noviembre, en una plaza de San Pedro en la que se congregaron unos 35.000 fieles ante los cuales ofreció una catequesis para ahondar en una esperanza que "actúa como el impulso profundo que nos hace caminar en las dificultades, que no nos hace rendirnos ante las fatigas del viaje, que nos asegura que el peregrinaje de la existencia nos conduce a casa".

Creemos. Crecemos. Contigo

"Dios permanece fiel por siempre a su diseño de amor y de vida; no se cansa de sostener a la humanidad también, cuando tras los rastros de Caín, obedece al instinto ciego de la violencia en las guerras, en las discriminaciones, en el racismo, en las múltiples formas de esclavitud", señaló León XIV, quien recordó que, "generado del Padre, Cristo es la vida y ha generado vida sin ahorrarse hasta donarnos la suya, y nos invita a donar nuestra vida", porque "generar quiere decir poner vida en otro".

"Generar significa entonces confiarse en el Dios de la vida y promover lo humano en todas sus  expresiones: ante todo en la maravillosa aventura de la maternidad y de la paternidad, también en contextos sociales en los que las familias fatigan en el sostener lo oneroso del cotidiano, siendo a menudo truncadas en sus proyectos y en sus sueños. En esta misma lógica, generar es comprometerse con una economía solidaria, buscar el bien común igualmente usufructuado por todos, respetar y cuidar a la creación, ofrecer consuelo con la escucha, la presencia, la ayuda concreta y desinteresada", añadió el papa Robert F. Prevost.

Fieles en la plaza de San Pedro RD/Captura

En este "desafío", prosiguió el Pontífice, "la Resurrección de Jesucristo es la fuerza que nos sostiene, también allí donde las tinieblas del mal oscurecen el corazón y la mente". Por ello, abundó León XIV, "cuando la vida parece haberse  apagado, bloqueado, he aquí que el Señor Resucitado pasa de nuevo, hasta el fin de los tiempos, y camina con nosotros y por nosotros. Él es nuestra esperanza". 

A la hora de los saludos en las distintas lenguas a los peregrinos que aguantaban con fervor el frío de la mañana romana, el Papa recordó que mañana viajará a Turquía y luego al Líbano "para visitar a los queridos pueblos de esos países, ricos en historia y espiritualidad". "Será también una oportunidad para conmemorar el 1700 aniversario del primer Concilio Ecuménico celebrado en Nicea y para encontrarme con la comunidad católica, nuestros hermanos y hermanas cristianos y los de otras religiones. Les pido que me acompañen con la oración", añadió León XIV.

León XIV lee la catequesis RD/Captura

Audiencia General 

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días! 

La Pascua de Cristo ilumina el misterio de la vida y nos permite mirarlo con esperanza. Esto no es  siempre fácil o se da por descontado. Muchas vidas, en todas las partes del mundo, aparecen como  fatigadas, dolorosas, llenas de problemas y de obstáculos por superar. Sin embargo, el ser humano recibe  la vida como un don: no la pide, no la elige, la experimenta en su misterio desde el primer día hasta el  último. La vida tiene su especificidad extraordinaria: nos es ofrecida, no podemos dárnoslas nosotros  mismos, y tiene que ser alimentada constantemente: es necesario un cuidado que la mantenga, la haga  dinámica, la custodie, la relance.  

Se puede decir que la pregunta sobre la vida es una de las cuestiones abismales del corazón humano. Hemos entrado en la existencia sin haber hecho nada para decidirlo. Da esta evidencia brotan como un rio en crecida las preguntas de todo tiempo: ¿quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde  vamos? ¿Cuál es el sentido final de todo este viaje? 

Fieles en la audiencia general

En efecto, vivir invoca un sentido, una dirección, una esperanza. Y la esperanza actúa como el impulso profundo que nos hace caminar en las dificultades, que no nos hace rendirnos ante las fatigas del viaje, que nos asegura que el peregrinaje de la existencia nos conduce a casa. Sin esperanza la vida corre peligro de aparecer como un paréntesis entre dos noches eternas, una breve pausa entre el antes y el después de nuestro paso por la tierra. Esperar en la vida significa en cambio saborear la meta, creer como seguro aquello que no vemos, todavía no vemos ni tocamos, fiarse y confiarse en el amor de un Padre que  nos ha creado porque nos ha querido con amor y nos quiere felices. 

Queridos, en el mundo hay una enfermedad difundida: la falta de confianza en la vida. Como si  nos hubiésemos resignado a una fatalidad negativa, de renuncia. La vida corre el riesgo de no representar más una posibilidad recibida como don, sino una incógnita, casi una amenaza de la cual preservarse para no desilusionarnos. Por esto, el valor de vivir y de generar vida, de testimoniar que Dios es por excelencia «El amante de la vida», como afirma el Libro de la Sabiduría (11,26), es hoy más que nunca un llamado  urgente. 

En el Evangelio Jesús confirma constantemente su premura por curar a los enfermos, resanar cuerpos y espíritus heridos, volver a dar vida a los muertos. De esta manera, el Hijo encarnado revela al  Padre: restituye dignidad a los pecadores, acuerda el perdón de los pecados e incluye a todos, especialme nte a los desesperados, a los excluidos, a los alejados de su promesa de salvación. 

León XIV audiencia general RD/Captura

Generado del Padre, Cristo es la vida y ha generado vida sin ahorrarse hasta donarnos la suya, y nos invita a donar nuestra vida. Generar quiere decir poner vida en otro. El universo de los vivientes se ha extendido a través de esta ley, que en la sinfonía de las criaturas conoce un admirable “crescendo” culminante en el dueto del hombre y de la mujer: Dios los ha creado según su propia imagen y a ellos ha confiado la misión de generar también a su imagen, ósea por amor y en el amor.  Desde el inicio la Sagrada Escritura nos revela que la vida justamente en su forma más elevada,  aquella humana, recibe el don de la libertad y se convierte en un drama. Así las relaciones humanas están también marcadas por la contradicción, hasta el fratricidio. Caín percibe al hermano Abel como una  competencia, una amenaza, y en su frustración no se siente capaz de amarlo y de estimarlo. He aquí los  celos, la envidia, la sangre (Gen 4,1-16). La lógica de Dios, en cambio, es otra. Dios permanece fiel por  siempre a su diseño de amor y de vida; no se cansa de sostener a la humanidad también, cuando tras los  rastros de Caín, obedece al instinto ciego de la violencia en las guerras, en las discriminaciones, en el  racismo, en las múltiples formas de esclavitud.  

Generar significa entonces confiarse en el Dios de la vida y promover lo humano en todas sus  expresiones: ante todo en la maravillosa aventura de la maternidad y de la paternidad, también en  contextos sociales en los que las familias fatigan en el sostener lo oneroso del cotidiano, siendo a menudo truncadas en sus proyectos y en sus sueños. En esta misma lógica, generar es comprometerse con una  economía solidaria, buscar el bien común igualmente usufructuado por todos, respetar y cuidar a la  creación, ofrecer consuelo con la escucha, la presencia, la ayuda concreta y desinteresada.  

Hermanas y hermanos, la Resurrección de Jesucristo es la fuerza que nos sostiene en este desafío,  también allí donde las tinieblas del mal oscurecen el corazón y la mente. Cuando la vida parece haberse  apagado, bloqueado, he aquí que el Señor Resucitado pasa de nuevo, hasta el fin de los tiempos, y camina  con nosotros y por nosotros. Él es nuestra esperanza. 

Traducción no oficial 

Etiquetas: audiencia con el papa, audiencias del papa