"El tiempo de verano puede ayudarnos a 'bajar el ritmo' y a parecernos más a María que a  Marta" El Papa desde Castel Gandolfo clama "que se detenga inmediatamente la barbarie de la guerra"

El Papa desde Castel Gandolfo
El Papa desde Castel Gandolfo

"Es necesaria la humildad tanto para acoger como para ser acogido. Requiere delicadeza,  atención, apertura"

"La industria de las vacaciones  quiere vendernos todo tipo de experiencias, pero quizá no lo que buscamos"

"Debemos dialogar y dejar las armas", "dejar ya tanta violencia y tanto odio" porque hay "demasiados conflictos y demasiadas armas"

Tras celebrarla eucaristía en la catedral de San Pancracio de Albano, León XIV se dirigió a la Piazza della Libertà en Castel Gandolfo, para recitar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos ante el Palacio Apostólico de las Villas Pontificias, repleta de peregrinos y de fieles. En su catequesis previa a la oración, el Papa recordó que "el tiempo de verano puede ayudarnos a 'bajar el ritmo' y a parecernos más a María que a  Marta".

Para ser contemplativos en la acción, el Papa recordó que "es necesaria la humildad tanto para acoger como para ser acogido. Requiere delicadeza,  atención, apertura". En definitiva, la contemplación tan opuesta al ruido que quieren vendernos. "La industria de las vacaciones  quiere vendernos todo tipo de experiencias, pero quizá no lo que buscamos".

Boletín gratuito de Religión Digital
QUIERO SUSCRIBIRME

Papa en Castelgandolfo
Papa en Castelgandolfo

Antes del ángelus y en su recorrido de vuelta de la catedral de Albano al palacio pontificio de Castel Gandolfo, el Papa se detuvo con los periodistas que cubrían el evento y pidió  "dejar las armas" y señaló que "el mundo no soporta más" la guerra en una breve declaración a los periodistas a la salida de la misa dominical que celebró en la catedral de Albano, junto a su residencia estiva en Castel Gandolfo (centro).

"Debemos dialogar y dejar las armas", "dejar ya tanta violencia y tanto odio" porque hay "demasiados conflictos y demasiadas armas", añadió León XIV que, mientras recorría el camino de vuelta a Castel Gandolfo, se detuvo a saludar a los fieles y a hablar con los periodistas.

Preguntado por su conversación telefónica con el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, después del reciente ataque israelí a la católica de Gaza, que causó tres muertos y varios heridos, dijo: "Insistimos en la necesidad de proteger los lugares sacros y de trabajar juntos en este sentido".

El ataque a la única parroquia católica de la Franja, que provocó la condena unánime de la comunidad internacional, se produjo el pasado jueves, cuando había más de 400 personas desplazadas dentro, incluidos niños y personas con necesidades especiales.

Papa en Castelgandolfo
Papa en Castelgandolfo



Durante la homilía, el pontífice había animado a ser solidarios para promover "una cultura de paz" entre "las personas, los pueblos y las religiones".

"Siendo solidarios y compartiendo la fe y la vida, promoveremos una cultura de paz, ayudando también a quienes nos rodean a superar rupturas y hostilidades, y a construir comunión entre las personas, entre los pueblos y entre las religiones", dijo durante la homilía.

A la salida de la catedral de San Pancracio, el papa se detuvo a firmar autógrafos, bendecir a enfermos y niños, y conversar con algunos de los cientos de fieles que habían seguido la celebración desde dos plazas del centro histórico, una de ellas equipada con una pantalla gigante.

El de hoy ha sido su último baño de masas en Castel Gandolfo antes de su regreso este domingo al Vaticano, aunque no se descarta que alargue algún día más sus vacaciones.

Tras el ángelus, el Papa volvió a lanzar un grito de basta ya de guerras: 

"Siguen llegando, también en estos días, noticias dramáticas desde Oriente Medio, en particular desde Gaza. Expreso mi profundo dolor por el ataque del ejército israelí contra la parroquia católica de la Sagrada Familia en la ciudad de Gaza. Que se detenga inmediatamente la barbarie de la guerra. Y que se alcance una resolución pacífica del conflicto. Hago un llamamiento a la comunidad internacional para que respete el derecho humanitario y la obligación de proteger a los civiles, así como la prohibición del castigo colectivo, del uso indiscriminado de la fuerza y del desplazamiento forzoso".

Antes del ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo! 

La Liturgia de hoy nos recuerda la hospitalidad de Abraham y de su esposa Sara, y luego la  de las hermanas Marta y María, amigas de Jesús (cf. Gn 18,1-10; Lc 10,38-42). Cada vez que  aceptamos la invitación a la Cena del Señor y participamos en la mesa eucarística, es Dios mismo  quien “pasa a servirnos” (cf. Lc 12,37). Sin embargo, nuestro Dios supo hacerse huésped primero, y  también hoy está a nuestra puerta y llama (cf. Ap 3,20). Es sugerente que en la lengua italiana el  huésped sea tanto el que acoge como el que es acogido. Así, en este domingo de verano podemos  contemplar el juego de la acogida recíproca, fuera del cual nuestra vida se empobrece. 

Es necesaria la humildad tanto para acoger como para ser acogido. Requiere delicadeza,  atención, apertura. En el Evangelio, Marta corre el riesgo de no entrar plenamente en la alegría de  este intercambio. Está tan concentrada en lo que tiene que hacer para acoger a Jesús, que corre el riesgo de arruinar un momento de encuentro inolvidable. Marta es una persona generosa, pero Dios  la llama a algo aún más hermoso que la propia generosidad. La llama a salir de sí misma.

Queridos hermanos y hermanas, sólo esto hace florecer nuestra vida: abrirnos a algo que nos  aparte de nosotros mismos y al mismo tiempo nos plenifique. Mientras que Marta se queja de que  su hermana la ha dejado sola para servir (cf. v. 40), pareciera que María ha perdido el sentido del  tiempo, conquistada por la palabra de Jesús. No es que sea menos concreta que su hermana, ni menos  generosa, sino que ha aprovechado la oportunidad. Por eso Jesús reprende a Marta: porque se ha  quedado fuera de una intimidad que también a ella le daría una gran alegría (cf. vv. 41-42).

El tiempo de verano puede ayudarnos a “bajar el ritmo” y a parecernos más a María que a  Marta. A veces no nos permitimos los mejores momentos. Necesitamos gozar de tener un poco de  descanso, con el deseo de aprender más sobre el arte de la hospitalidad. La industria de las vacaciones  quiere vendernos todo tipo de experiencias, pero quizá no lo que buscamos.

En efecto, todo encuentro  verdadero no se puede comprar, es gratuito: sea el que se tiene con Dios, como el que se tiene con los  demás, o incluso con la naturaleza. Se necesita solamente hacerse huésped: hacer espacio y también  pedirlo; acoger y dejarse acoger. Tenemos mucho que recibir y no sólo que dar. Abraham y Sara,  aunque eran ancianos, se encontraron fecundos cuando acogieron discretamente al Señor mismo en  tres viajeros. También para nosotros, aún hay tanta vida por acoger. 

Oremos a María Santísima, la Madre hospitalaria, que acogió al Señor en su seno y junto con  José le dio un hogar. En ella resplandece nuestra vocación, la vocación de la Iglesia de seguir siendo  una casa abierta a todos, para continuar acogiendo a su Señor, que pide permiso para entrar. 

Volver arriba