"Nuestra tarea es generar, no robar": El Papa denuncia que la riqueza "está en manos de muy pocos"
Última Audiencia Jubilar
El Papa presidió la última Audiencia Jubilar en la plaza de San Pedro, iniciadas en enero por Francisco, en donde centró su meditación en el tema "Esperar es generar", y en la cual aseguró que "el Jubileo está llegando a su fin, pero la esperanza que este Año nos ha dado no termina"
A las 10:30 de esta mañana, el Papa presidió la última Audiencia Jubilar en la plaza de San Pedro, iniciadas en enero pasado por el recordado papa Francisco, en donde León XIV centró su meditación en el tema: "Esperar es generar", y en la cual aseguró que "el Jubileo está llegando a su fin, pero la esperanza que este Año nos ha dado no termina: ¡seguiremos siendo peregrinos de esperanza!".
Una catequesis en la que ha vuelto a recordar que "la esperanza es generadora. De hecho, es una virtud teologal, es decir, una fuerza de Dios, y como tal genera; no mata, sino que hace nacer y renacer. Esta es la verdadera fuerza. Lo que amenaza y mata no es fuerza: es arrogancia, es miedo agresivo, es maldad que no genera nada. La fuerza de Dios da a luz. Por eso, finalmente, quisiera decirles: esperar es generar".
En este sentido, añadió, haciendo referencia al pasaje evangélico, "la creación es un clamor. Pero muchos poderosos no escuchan este clamor: la riqueza de la tierra está en manos de unos pocos, muy pocos, cada vez más concentrada —injustamente— en manos de quienes a menudo no quieren escuchar el clamor de la tierra y de los pobres", y subrayando que "Dios ha destinado los bienes de la creación para todos, para que todos puedan compartirlos. Nuestra tarea es generar, no robar".
La catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!
Con la llegada de la Navidad, podemos decir: ¡el Señor está cerca! Sin Jesús, esta afirmación —el Señor está cerca— podría sonar casi como una amenaza. Sin embargo, en Jesús descubrimos que, como intuyeron los profetas, Dios es un seno de misericordia. El Niño Jesús nos revela que Dios tiene un corazón misericordioso, a través del cual siempre genera. En Él no hay amenaza, sino perdón.
Queridos amigos, hoy es la última audiencia jubilar del sábado, iniciada el pasado enero por el Papa Francisco. El Jubileo está llegando a su fin, pero la esperanza que este Año nos ha dado no termina: ¡seguiremos siendo peregrinos de esperanza! Hemos escuchado a san Pablo: «Porque en esperanza fuimos salvados» (Rm 8,24). Sin esperanza, estamos muertos; con esperanza, llegamos a la luz. La esperanza es generadora. De hecho, es una virtud teologal, es decir, una fuerza de Dios, y como tal genera; no mata, sino que hace nacer y renacer. Esta es la verdadera fuerza. Lo que amenaza y mata no es fuerza: es arrogancia, es miedo agresivo, es maldad que no genera nada. La fuerza de Dios da a luz. Por eso, finalmente, quisiera decirles: esperar es generar.
San Pablo escribe a los cristianos de Roma algo que nos hace reflexionar: «Sabemos que toda la creación gime y sufre dolores de parto hasta ahora» (Rm 8,22). Es una imagen muy poderosa. Nos ayuda a escuchar y a orar el clamor de la tierra y el clamor de los pobres. «Todos juntos», la creación es un clamor. Pero muchos poderosos no escuchan este clamor: la riqueza de la tierra está en manos de unos pocos, muy pocos, cada vez más concentrada —injustamente— en manos de quienes a menudo no quieren escuchar el clamor de la tierra y de los pobres. Dios ha destinado los bienes de la creación para todos, para que todos puedan compartirlos. Nuestra tarea es generar, no robar. Sin embargo, en la fe, el dolor de la tierra y de los pobres es el del parto. Dios siempre genera, Dios sigue creando, y nosotros podemos generar con Él, en la esperanza. La historia está en manos de Dios y de quienes esperan en Él. No solo hay quienes roban, sino sobre todo quienes generan.
Hermanas y hermanos, si la oración cristiana es tan profundamente mariana, es porque en María de Nazaret vemos a una de nosotras que genera. Dios la hizo fecunda y vino a nosotros con sus rasgos, como cada hijo se asemeja a su madre. Ella es la Madre de Dios y nuestra. «Nuestra esperanza», decimos en la Salve Regina. Ella se asemeja al Hijo, y el Hijo se asemeja a ella. Y nosotros nos asemejamos a esta Madre que dio rostro, cuerpo y voz a la Palabra de Dios. Nos asemejamos a ella porque podemos generar la Palabra de Dios aquí abajo, transformando el grito que escuchamos en un nacimiento. Jesús quiere nacer de nuevo: podemos darle cuerpo y voz. Este es el nacimiento que la creación espera.
Esperar es generar. Esperar es ver este mundo convertirse en el mundo de Dios: el mundo donde Dios, los seres humanos y todas las criaturas caminan juntos de nuevo, en la ciudad jardín, la nueva Jerusalén. Que María, nuestra esperanza, acompañe siempre nuestra peregrinación de fe y esperanza.