"Hoy, también nosotras vendemos nuestros libros para atender a nuestros hermanos 'pieles vivas'" Sor Lucía Caram: "Contemplativas al servicio de los más empobrecidos"

Dominicas de Manresa, con el Papa
Dominicas de Manresa, con el Papa

Santo Domingo: “No puedo estudiar sobre pieles muertas, mientras mis hermanos, pieles vivas se mueren de hambre”

"La Comunidad de Manresa era, lo intuí desde mi llegada hace 28 años, una comunidad en la que el pan de cada día era el servicio y una caridad exquisita"

"El cardenal de Barcelona nos acompañó y estuvo a nuestro lado y no dejó de orientarnos para buscar de forma sólida caminos que favorecieran la paz y la fidelidad a una nueva forma de vivir la vida contemplativa, sin duda muy exigente y también comprometida"

"Pudimos explicar al Papa Francisco nuestras opciones y él mismo acompañó algunos proyectos más de cerca, y nos recibió para ayudarnos a tomar decisiones en comunión con la Iglesia"

En el año 2012 publicaba el libro “Mi claustro es el mundo” en Plataforma editorial. Allí relataba un camino de búsqueda personal de fidelidad al Evangelio en mis primeros años de vida religiosa desde Argentina, pasando por Valencia, hasta encontrar en la Comunidad de Monjas Dominicas de Manresa acogida y sintonía con una inquietud y una búsqueda.

Compartimos juntas el sueño de Santo Domingo, cuando siendo estudiante en Palencia sobrevino una gran hambruna que desestabilizó su vida de estudiante dedicado al estudio y a la contemplación. Se dijo a sí mismo: “No puedo estudiar sobre pieles muertas, mientras mis hermanos, pieles vivas se mueren de hambre”. Dicho esto, vendió sus pergaminos -pieles- su gran riqueza, y fundo, antes que la Orden, “una limosna” para socorrer a las víctimas de esta crisis que llevaba a muchos a morir.

Libro de Sor Lucía

La Comunidad de Manresa era reconocida, -me decía la Madre Ana María Primo Yúfera, priora Federal de la Federación a la que pertenecía nuestra Comunidad- como una Comunidad “alegre y hospitalaria, siempre hay lugar para acoger a los más pobres, pero, sobre todo, es una comunidad en la que las hermanas se quieren y no existe la murmuración”. Era, lo intuí desde mi llegada hace 28 años, una comunidad en la que el pan de cada día era el servicio y una caridad exquisita.

En esta escuela de vida, compartiendo sueños y proyectos y sobre todo la vida, aprendí la fidelidad creativa al Evangelio, y junto a mis hermanas comenzamos a escuchar y a acoger a cuantos venían a nuestra Comunidad a pedir una palabra de esperanza, un consejo, un plato de comida, un espacio de sosiego.

De manera natural la comunidad fue avanzando por caminos de renovación y puesta al día. De apertura. En nuestras plegarias compartidas con los laicos nos preguntábamos cómo dar respuesta a las diversas necesidades que golpeaban a nuestra puerta: Acogida a inmigrantes, la crisis del 2008, la pandemia, etc. Contemplar la realidad, desde nuestros espacios de oración, hacían que ésta impactara en nuestras vidas y que de este choque no saliéramos ilesas.

Sor Lucía y el Papa

Muchos no entendieron nuestras opciones, y desde Monasterios hermanos, no se entendían determinadas opciones, estilos de vida, lo que se estaba naciendo.

Sufrimos mucho y supongo que hicimos sufrir a aquellos y aquellas que se “sentían responsables o interpelados, o incomodados por nuestra manera de vivir”. Pero cuando se trata de la vida de los más pobres y de los que sufren, la balanza se decanta a favor de ellos y avanzamos. Nuestra fuerza fue siempre la oración y el amor fraterno sincero. Hemos sido una piña y eso ha dado consistencia a nuestro caminar.

Fundació del Covent de Santa Clara

Nació la Fundació del Convent de Santa Clara y en estos años los proyectos han crecido al igual que las personas que se han implicado y se han sumado a para orar y servir, para amar y acoger.

Los tiempos parece que estaban maduros. El cardenal de Barcelona nos acompañó y estuvo a nuestro lado y no dejó de orientarnos para buscar de forma sólida caminos que favorecieran la paz y la fidelidad a una nueva forma de vivir la vida contemplativa, sin duda muy exigente y también comprometida.

Sor Lucía Caram

En el último tiempo pudimos explicar al Papa Francisco nuestras opciones y él mismo acompañó algunos proyectos más de cerca, y nos recibió para ayudarnos a tomar decisiones en comunión con la Iglesia, y hacia una nueva presencia al servicio de los más empobrecidos.

En estas semanas hemos recibido de forma explícita aquello que pedíamos para seguir avanzando sin que nadie pudiera sentirse herido por nuestra manera de vivir, y para fortalecer precisamente la fraternidad que va más allá de los vínculos jurídicos.

De esta manera podemos decir que necesitamos de vuestra oración y apoyo en este camino en el que se nos ha reconocido como:

Una Comunidad de discernimiento carismático, que vive en comunión con la Orden - no dejamos de ser dominicas, pero que ya no es una “comunidad de clausura”, y que además comparte la vocación y la misión con los laicos.

Hemos dejado de pertenecer a la Federación de la Inmaculada de Monjas Dominicas, con quienes hemos compartido muchos años de vida y a la que tenemos mucho que agradecer. Pero entendemos que tal vez la madurez de los tiempos nos llevan a vivir de una manera diferente en la que cada uno debe ser fiel a lo que el Espíritu le pide.

El Santo Padre nos ha acompañado y bendecido y con el Maestro de la Orden y el Promotor de las Monjas, hemos compartido nuestra realidad que entronca directamente con la experiencia de Domingo en Palencia.

El Papa y Sor Lucía

Hoy, también nosotras vendemos nuestros libros para atender a nuestros hermanos “pieles vivas” que se desangran y mueren por la pobreza o la exclusión.

Somos y queremos ser una Comunidad contemplativa al Servicio del Reino.

Celebremos la vida: “El Señor ha estado grande con nosotras, y estamos alegres”, y lo estamos y os confieso que han sido años de muchas dificultades, incomprensiones, que creo han valido más que la pena, ¡la alegría! de poder vivir con libertad lo que era un sueño que hoy soñamos y hacemos realidad con muchos hermanos y hermanas que con nosotras intentan vivir la compasión, que es pasión compartida por la humanidad: La pasión de Jesús.

Rezad por nosotras, como lo seguiremos haciendo por todos, y recordad, nuestro claustro es el corazón del mundo, y en el claustro del Monasterio, continuamos orando y acogiendo un mundo que no nos resulta ajeno y en el que queremos construir el Reino.

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