"Les suplico, les ruego, les ordeno, en nombre de Dios: ¡Cese la represión!" Un llamamiento al pueblo ruso: no estáis obligados a obedecer al dictador Putin

Paz
Paz

"Estamos asistiendo en los últimos días a una profunda barbarie del fuerte contra el débil. El poder es la causa de todas las tristezas y egoísmos humanos"

"Es evidente que además, detrás de cada dictador hay una personalidad enfermiza. El presidente Putin, desde su ataque de locura de poder ha sido capaz de anteponer ese deseo por encima de las vidas humanas y el derramamiento de sangre"

"¿No podemos hacer nada? ¿solo podemos esperar que todo se destruya y el dictador se salga con la suya?"

"Seguramente entre las personas del ejército ruso hay personas también de buena voluntad.uizás es el momento de también decirles a ellos que no tienen por qué seguir obedeciendo al presidente Putin, que pueden revelarse contra él"

“Cese la represión” eran las palabras que apuntaba Monseñor Romero en el final de la homilía que le costó la vida. Sus palabras obligan a tomar partido de manera muy clara por el desvalido, por el oprimido y por el pobre"

"En nombre de ese Dios que es Padre-Madre de todos, me uno a las palabras del arzobispo asesinado: Les suplico, les ruego, les ordeno DEJAD DE MATAR Y UNIROS A LA INSURRECCIÓN MILITAR A FAVOR DE LA VIDA Y EL BIENESTAR DE TODOS"

Estamos asistiendo en los últimos días a una profunda barbarie del fuerte contra el débil, incluso a algo que, como muchos decimos, nos parecía impensable en pleno siglo XXI. Nos parecía imposible que en este momento fuéramos capaces de llegar a un ataque y a una guerra así. Simplemente por el poder de unas personas contra otras, ese poder que es la causa sin duda fundamental de toda desgracia humana y que hace que los seres humanos nos abalancemos los unos contra los otros. Un poder que no respeta edades o situaciones sino que va solo a humillar al débil.

El poder es la causa de todas las tristezas y egoísmos humanos. Plasmado en el relato del Génesis, de querer ser como dioses, nos hace comprender que el corazón humano siempre es ambicioso y soberbio, y no aguanta que nadie pueda hacerle frente: “¡No moriréis! Lo que pasa es que Dios sabe que en el momento en comáis se abrirán vuestros ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal” (Gn 3, 4)

Es evidente que además, detrás de cada dictador hay una personalidad enfermiza, que lleva el deseo de poder al extremo. Muchos han sido los dictadores que a lo largo de la historia han machacado al ser humano, desde Hitler hasta Franco, pasando por todos los extremistas de América Latina y de Africa , pero parecía que ese tipo de personalidades estaba ya “como controlado”, y no podía darse algo similar en nuestro tiempo. Y una vez más estábamos equivocados; surge la figura de un dictador, loco, como todos, en la Gran Rusia, que acaba de invadir un país soberano, Ucrania. Y lo ha hecho frente a todos los esfuerzos del resto de las potencias.

El resto de los países y los seres humanos de buena voluntad asistimos impávidos a todo lo que está sucediendo, que hace unos días, a pesar de haberse avisado, parecía como imposible. El presidente Putin, desde su ataque de locura de poder ha sido capaz de anteponer ese deseo por encima de las vidas humanas y el derramamiento de sangre. No ha retrocedido frente a nada ni frente a nadie, sin importarle el sufrimiento que puede surgir en millones de seres humanos, que una vez más tendrán que dejar su país, y otros muchos quedarán sepultados por las bombas, entre los escombros o mutilados de guerra para siempre . El poder que mató a Jesús de Nazaret, y ha matado a lo largo de la historia a tantas personas, se propone ahora seguir matando a gente en Ucrania. Los poderosos sintieron que perdían el poder frente a las críticas del mártir Jesús de Nazaret, igual que ahora Putin teme que se le puede arrebatar el suyo, si no somete a un país soberano, desde sus bombas.

Y todo esto, cuando estamos intentando salir juntos de una pandemia que ha matado a millones de seres humanos. ¿vamos a provocar nosotros más muertes? ¿Tiene sentido que fabriquemos al mismo tiempo vacunas para curar enfermos de covid y bombas para matar a la gente? Es una terrible contradicción: los mismos que intentan evitar muertes y lloran a los que fallecen por el virus son los que ahora intentan destruir y matar a inocentes.

¿No podemos hacer nada? ¿solo podemos esperar que todo se destruya y el dictador se salga con la suya? Al comenzar la cuaresma, el próximo miércoles de ceniza, el papa Francisco , convoca una jornada de oración y ayuno por la paz. Una jornada para unirse toda la humanidad en torno al grito de no a la guerra, y el sí a la paz. Y el mismo papa Francisco, en un acto especialmente humano y cercano ha visitado la embajada rusa en El Vaticano, en un deseo de buscar la paz, y preocupado por las víctimas civiles. Ciertamente, el papa Francisco siempre tiene gestos especiales de humanidad y por tanto de Evangelio: ha ido a visitar la embajada rusa sin ningún tipo de anuncio previo, desde la más absoluta sencillez. Porque es verdad , hay que rezar por la paz, pero también es necesario buscar vías de solución para esa paz, que una personalidad enfermiza y alocada, como la de Putin, se empeña en destruir.

Monseñor Romero, el arzobispo asesinado en San Salvador también llamaba a la oración, pero junto a eso, como el papa también hacia otras cosas. Es conocido el momento de Getsemaní que vive el propio arzobispo Romero, unos meses antes de morir asesinado. Ante las tres tumbas de los asesinados, el 12 de Marzo de 1977, Rutilio Grande jesuita, Nelson y Manuel laicos, San Romero de América, de rodillas reza, y también como Jesús, casi sudando sangre, le dice que él no puede más, que ante tanta injusticia ya no sabe qué hacer; son conocidas sus palabras: “Señor, yo no puedo, hazlo Tú”. Esa oración de Getsemaní revelan la profunda fe en el Dios de la vida de Monseñor Romero, su profunda confianza en El, como la de Jesús de Nazaret. Y reflejan también toda su angustia, su estar en manos de Dios pero no saber hacia dónde tirar.

Corría el 23 de marzo de 1980 en el pequeño país centroamericano de El Salvador, cuando ante el cúmulo de desapariciones y de injusticias creadas, como siempre, por el ejército pagado por los Estados Unidos, el arzobispo de San Salvador, Monseñor Romero, lanza una llamada especial al compromiso y a parar la injusticia en su país. En una homilía especial llama a la insurrección popular de los militares que son empujados por sus jefes a matar. Es conocida esta homilía, y todos coinciden que fue la puntilla, como la “condena a muerte” del obispo salvadoreño. Monseñor Romero ya estuvo desde que tres años antes, cuando asumió la diócesis, criticando al poder que mata, y criticando la injusticia del país. Pero la homilía de aquel 23 de marzo fue el final. Romero como Jesús de Nazaret, no se calló frente al poder; fue la voz de los pobres y se enfrentó al poder establecido y eso le costó la muerte.

Monseñor Romero

Las palabras de Monseñor Romero, el santo de América obligan a tomar partido de manera muy clara por el desvalido, por el oprimido y por el pobre. “ Yo quisiera hacer un llamamiento muy especial a los hombres del ejército, y en concreto a las bases de la guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles. Hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos, y, ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios, que dice no matar. Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la ley de Dios, de la dignidad humana de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el Gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, LES SUPLICO, LES RUEGO, LES ORDENO, EN NOMBRE DE DIOS: ¡CESE LA REPRESION!”. (Homilía 23 de marzo de 1980).

Estas palabras costaron la muerte al santo de América; al día siguiente de pronunciarlas, mientras celebraba la eucaristía, en la capilla del Hospitalito, de San Salvador, una bala asesina, enviada desde el poder y el ejército salvadoreño, acabó con su vida. El obispo estaba llamando a la insurrección popular, estaba llamado a no cumplir la ley de matar, que los jefes del momento daban a los militares.

Seguramente entre las personas del ejército ruso hay personas también de buena voluntad, que en la mayoría de los casos, solo están cumpliendo órdenes de sus jefes. Quizás es el momento de también decirles a ellos que no tienen por qué seguir obedeciendo al presidente Putin, que pueden revelarse contra él. Que los que están muriendo son hermanos suyos, y todavía más, que pueden también morir ellos y su familia.¿Merece la pena todo esto por un trozo de tierra o por seguir la locura infame de una persona? Quizás desde todas las instancias de poder, desde todos los que tienen influencia en la sociedad, incluida la misma Iglesia, habría que hacer una llamada también a la conciencia, a que se refiere Monseñor Romero. Una llamada a la insurrección civil que impida el derramamiento de sangre, una llamada a poder aplastar desde la palabra la fuerza de las armas y del sin sentido.

“Cese la represión” eran las palabras que apuntaba Monseñor Romero en el final de su homilía. Desde aquí, lanzamos la misma llamada a los miembros del ejército ruso que cumplen las órdenes de Putin: hermanos militares rusos, no estáis obligados a obedecer al dictador, no estáis obligados a matar como él os dice. Detrás de esa orden que ha dado él de invadir, está la muerte de muchos seres humanos inocentes, desvalidos y débiles que no tienen por qué pagar la locura de alguien con delirio de grandeza. Podéis negaros a ejecutar sus órdenes, y es lo que os pedimos. Las cosas se pueden arreglar de otra manera, dejad que sea él el que se estrelle con sus locuras y con los que quieran seguirle, pero vosotros no paséis a la historia como los artífices de una masacre, como la que estáis llevando a cabo. Porque además es curioso, el dictador se queda al margen, como todos los dictadores.

Él no estará en un carro de combate o lanzando bombas, él estará en su palacio presidencial, comiendo, bebiendo y descansando, mientras que sois vosotros los que dais la cara por él. Vuestras familias también sufren por vosotros, sufren porque estáis en un campo de batalla, donde también podéis caer y no volver a vuestros hogares. No sigáis la órdenes de un loco dictador, negaros a ello, pensad en las familias de los que caen bajo vuestras balas y en las propias familias vuestras….

Creemos que no hay rusos ni ucranianos, sino solo seres humanos que aspiran a vivir en paz, en armonía y felicidad; seres humanos que necesitan disfrutar de la vida, de la familia, de la naturaleza. Personas que somos iguales y que a pesar de nuestros defectos tenemos derecho a vivir tranquilos.

Cese la represión, hermanos rusos, no sigáis adelante con este genocidio, que la historia no os recuerde por semejante barbaridad. No consintáis que Putin y unos cuantos os arrebaten las ganas de vivir en paz. NEGAROS A ATACAR. Ojalá que podamos unirnos todos en un frente común de libertad y de justicia. Que desde todas las instituciones, países y personas nos neguemos a acatar órdenes de violencia. Desde abajo con nuestra insurrección podemos parar la guerra. Como cristiano, y en nombre de nuestra Iglesia, también así os lo digo: dejad de matar. Que el Dios de la paz acompañe nuestro caminar siempre y a vosotros militares os dé luz para abandonar las armas. En nombre de ese Dios que es Padre-Madre de todos, me uno a las palabras del arzobispo asesinado: Les suplico, les ruego, les ordeno DEJAD DE MATAR Y UNIROS A LA INSURRECCIÓN MILITAR A FAVOR DE LA VIDA Y EL BIENESTAR DE TODOS.

Fuenlabrada 27 de Febrero de 2022

Primero, Religión Digital

Etiquetas

Volver arriba