El testimonio de esta triunfadora que encontró la felicidad en un monasterio de Castellón Montserrat Medina, la empresaria que cambió su vida para hacer pastas en un convento de clausura

Montserrat Medina
Montserrat Medina

A Montserrat Medina el mundo no solo le había abierto las puertas, sino que la había elogiado, había ganado diversos premios, aparecido en las páginas de importantes revistas. Pero el mundo no la colmaba

Quiso buscar una comunidad religiosa afín con sus aspiraciones, y la encontró en el Monasterio de Santa Ana, de la Orden de las Agustinas Contemplativas, de San Mateu, Castellón, en España

La empresaria y ejecutiva exitosa, la de dinero para hacer lo que quiera, cambia esa vida 'exitosa' por hacer pastas de fabricación casera… ¿Locura?

La bella historia de Montserrat Medina va circulando por muchos ambientes, y advierte a quienes buscan la felicidad en el éxito en el mundo, que el mundo no satisface de hecho esas ansias incluso a quienes han logrado el ‘éxito’.

Montserrat Medina tiene 34 años y muchos logros

Con dos maestrías, becada para un doctorado de ingeniería en Stanford, era fun-dadora de una startup de marketing digital en Silicon Valley y era socia y directora del Área de Analítica Avanzada e Inteligencia Artificial en Deloitte.

El mundo no solo le había abierto las puertas, sino que la había elogiado, había ganado diversos premios, aparecido en las páginas de importantes revistas. Pero el mundo no la colmaba.

Un monasterio en Castellón

Ella participaba de voluntariados católicos y de las actividades laicas de algunas comunidades católicas, pero esto, que en alguna manera la aliviaba, no saciaba su sed de absoluto por entero.

Entonces, quiso buscar una comunidad religiosa afín con sus aspiraciones, y la encontró en el Monasterio de Santa Ana, de la Orden de las Agustinas Contemplativas, de San Mateu, Castellón, en España.

En este monasterio, que “sigue a Jesús según el carisma de San Agustín”, las monjas se dedican a la oración, a la meditación y sustentan su comunidad con “la elabora-ción de pastas, que nosotras mismas vendemos en una pequeña tienda en el mismo convento, también plancha y almidonado de ropas. Todo trabajo lo realizamos en silencio, para mantener el clima de oración que nos permita escuchar al Maestro interio, Cristo, en nuestro corazón. Oración, trabajo y estudio forman a grandes rasgos el entramado de nuestra vida”.

La empresaria y ejecutiva exitosa, de subordinados, computadores y juntas, la de incluso reflectores de publicidad, la de dinero para hacer lo que quiera, cambia esa vida ‘exitosa’ por hacer pastas de fabricación casera… ¿Locura?

Para el mundo sí… pero son muchos los que tendrán un cierto temor al tildar de loca a una mujer que con su tesón e inteligencia había alcanzado los más altos puestos en la vida. La presencia de Dios en el monasterio y la sed de Dios de Montserrat deben ser muy poderosas, dignas de literatura.

Las conoció en abril pasado

Al conocer a las monjas de Santa Ana por internet, Montserrat allá se dirigió en plena pandemia, en abril del año pasado.

Aunque tuvo algún obstáculo con la policía por las restricciones en vigor, terminó llegando al monasterio donde hizo un retiro espiritual. Se quedó en el convento una semana.

“Todos los días acudía a los rezos a través de la reja y luego participó en una ex-periencia con toda nuestra comunidad”, dice sor Asunción, una de las monjas. A partir de ese momento, ingresó al aspirantado, primer paso antes de entrar a una comunidad religiosa de estas.

Antes de Navidad, y para sorpresa de muchos, aunque no de todos, Montserrat renunció a Deloitte. En abril próximo culmina el aspirantado. “Nosotros a ella no la conocíamos, parece ser que Montse fue mirando conventos por internet, analizando las normas de convivencia y el carisma de la congregación y eligió el Monasterio de San Mateo: ha sido cosa de Dios”, dijo Sor Asunción.

Ahora Montserrat está unos días con su familia en Valencia, “pues quería pasar tiempo con ellos antes de venir al convento”, expresó. Por su trabajo, ha estado un poco alejada de su familia, lo que quiere remediar de alguna manera antes de entrar al convento.

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