Extraido de "Trazos de evangeliio, trozos de vida" (PPC) Un corazón injertado: la vid y los sarmientos. V domingo de Pascua.

Un corazón injertado: la vid y los sarmientos. V domingo de Pascua.
Un corazón injertado: la vid y los sarmientos. V domingo de Pascua. Jose Moreno Losada

La vid y los sarmientos... la comunión de vida y de corazón. Una misma sangre, la misma vida. Nuestra salvación. Traigo a colación un hecho de vida que marcó mi lectura creyente de este evangelio en un momento determinado desde la vida parroquial y la comunión de vida con gente muy sencilla y entrañable. Un corazón injertado.

 V  Domingo de  PASCUA

Evangelio: Juan 15,1-8

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros, los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como al sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».

Permaneced en mí

Volver al misterio de la creación y la relación de Dios con ella se convierte en el marco de comprensión de una ligazón que ha culminado en la humanidad de Cristo, en su nacer, pasión y muerte. Ese fundamento de amor se ha hecho total cuando el creador se ha hecho criatura, se ha injertado en la humanidad para sanarnos y dar una vida nueva, la de plenitud y la libertad frente al pecado. El que no era pecado se hizo pecado para poder liberarnos, por su propia sangre, al mirar nosotros la cruz, como estandarte de una savia nueva donde se encuentra la vida resucitada del crucificado. Ahora él es el Adán nuevo en el que puedo ser injertado yo para que sea su corazón el que mueva el mío y le haga latir en el son de la alegría del reino, viviendo según el Padre. Él es la vid, la savia nueva del espíritu regalado que, frente a mi debilidad y mi pecado, puede dar fruto en mí según el Reino. Es necesario que yo me deje injertar en él por la acción de su Espíritu.

Testimonio

Cristina

Al día de hoy ha terminado sus estudios, se le ve feliz y realizada. Sigue viviendo con ese corazón que le trasplantaron años y celebra cada año con una fuerza y novedad incalculable. La gratuidad es la clave de su vida, vive porque está unida a un corazón que late y le da respiro para que siga viviendo. Un corazón regalado y fundamental, sin él no podría vivir. Y yo la recuerdo al hilo de este texto profundo sobre la vid y los sarmientos, donde el Padre es el Labrador. Así lo escribía yo entonces en el cuaderno de vida.

Hace unos ya unos meses, la madre de Cristina me escribía desde el hospital y me anunciaba que habíamos entrado en alerta “0”; su hija se había estabilizado un poco y ahora era posible intentar el trasplante de su corazón para que pudiera seguir viviendo, aunque el pronóstico seguía siendo muy grave, era la única solución posible. Ya le habían tenido que amputar una pierna. Alrededor de ella se temblaba y se esperaba…Era posible esperar porque la grandeza de lo humano ante los límites es insospechable, y hay mucha bondad en la historia y en nuestro mundo. Llegó el corazón a tiempo y el trasplante pudo realizarse.

Hoy Cristina ha llegado a su casa, ha dejado el hospital de Madrid…Ya ha dado sus paseos antes de salir de allí. Todo un milagro de amor realizado entre todos, médicos, enfermeros, familia, amigos… todo el amor le ha devuelto la vida, y así ha entrado en su casa, llena de amor, con un corazón nuevo, que ha sido vitalizado por millares de corazones que la quieren y la animan, conocidos y anónimos, todos unidos por una esperanza y una ilusión. Ahora a caminar y a vencer dificultades, pero todas con amor.

Injertados en Cristo como el sarmiento en la vid

Se hizo uno de tantos llegando incluso a la muerte y una muerte de cruz, por eso Dios le dio el nombre sobre todo nombre. Ha sido Dios quien se ha injertado en la humanidad de una vez para siempre. Pero lo ha hecho con la gracia amorosa de su Espíritu en Jesús de Nazaret y ahí está el hombre nuevo, la nueva vid que produce el vino del reino. Si por un hombre entró el pecado, cuanto más por otro hombre, Cristo, ha entrado la luz y la vida para siempre. El pecado ha sido vencido y con él su muerte, ahora es posible la libertad y la novedad del reino, el hombre puede vivir según el corazón de Dios, con los sentimientos de Cristo.

Somos agraciados desde nuestro Bautismo en Cristo, llegar a la conciencia de que es su sangre la que mueve nuestro corazón es adentrarnos en la verdad de que para ser libres nos liberó Él. Para que su gracia nos mueva no hay otro modo de vivir que unidos realmente a su persona y a su Evangelio. Estamos llamados a dejarnos podar de todo lo que nos obstaculiza para un amor generoso hacia el Padre y con los hermanos.

Nuestro ayuno y nuestra abstinencia ha de ir por el camino de todo lo que nos ata e impide nuestra autenticidad como seres humanos abiertos a la trascendencia, nuestro sentir y caminar con Jesús de Nazaret. La oración cuidada es el momento excelente para conocer y amar más a nuestro Señor, el Evangelio y su estudio será nuestro cuaderno de camino para vincularnos con él. Será Él quien nos instruya y abra nuestros ojos para que nuestro corazón pueda latir con el ritmo de la propia vida cotidiana, realizando nuestra tarea personal con los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, con su humildad y su gracia.

El corazón del resucitado se está moviendo con fuerza en la realidad de lo diario, lo pequeño, lo rutinario, los que viven desde él conectan con esas ondas y saben vivir con la novedad del vino nuevo del banquete del reino ya. Bautizados en Cristo estamos llamados a vivir con y por su gracia de amor. Sin Ti, sin tu corazón, no somos nada.

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