El monje de Poblet toma posesión este sábado como obispo de Girona Octavi Vilà: "La Iglesia no comienza por los obispos, sino por el pueblo"

Octavi Vilá, con la catedral de Girona al fondo
Octavi Vilá, con la catedral de Girona al fondo Foto: Ángel Almazan / Obispado de Gerona.

 “Un obispo no puede hacer vida de monje, se alejaría de lo que le corresponde hacer”

“Cuando comience hablaré con cada presbítero personalmente”

“El consenso en muchos aspectos es muy bueno y es la única manera de seguir adelante”

“Las parroquias forman, en la mayoría de casos, parte de la identidad de una población”

“La Iglesia debe estar presente y debe dejar oír siempre su voz”

“A veces no hemos sido lo suficientemente capaces de dar una respuesta atractiva a la sed de espiritualidad del mundo”

Entrevista completa en Catalunya Cristiana

(Catalunya Cristiana).- “El domingo 21 de abril, nuestro obispo Octavi se sentará en la Silla de Carlomagno de la catedral de Girona y comenzará su tiempo”, escribía Mateu Ciurana (Diari de Girona, 9/03/2024), y este tiempo ya ha llegado. Hablamos con fray Octavi Vilà Mayo desde campo propio, en el monasterio de Santa María de Poblet, en tiempo cuaresmal todavía y con el despacho del abad lleno de cajas a punto de traslado a Girona.

En la conversación resuenan palabras como Concilio Vaticano II, pueblo de Dios, fe, alegría y esperanza… que ya marcan un perfil. El todavía abad tiene ganas de hacer un retiro espiritual durante la Octava de Pascua en Burgos y lo vemos sosegado tras los primeros contactos y tras el calor recibido por parte de la diócesis que gobernará.

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En un intervalo breve de tiempo ha perdido a uno de sus referentes, el P. Josep Alegre (26 de enero), y le han comunicado, y usted ha aceptado, que será obispo de Girona. ¿Cómo se siente? ¿Está en paz?

Creo que sí; cuando se produce una defunción, la propia dinámica de decisiones que hay que tomar te lleva a perder el sentido del hecho real que está ocurriendo y esto llega cuando ya han tenido lugar las exequias y viene la calma. Y la noticia del nombramiento llega justo en este proceso de asimilación, de comprensión, de oración por el P. Josep. Es un poco difícil vivirlo todo ello. En el momento de recibir el nombramiento viví unos días bastante turbado por la situación, pero poco a poco, si uno se acomoda a la voluntad de Dios, la calma se va abriendo paso.

¿Cuáles son sus coordenadas vitales?

Nací en el año 1961 en Tarragona, en una familia cristiana. Guardo un gran recuerdo de mi padre y mi madre, ambos ya fallecidos: mi madre murió en el año 1997 y mi padre en 2011. También de la abuela materna con quien conviví y pude compartir muchos ratos y conversaciones. Mi padre trabajaba en la Caixa d’Estalvis se Tarragona y mi madre se dedicaba a los hijos. Soy el pequeño de cuatro hermanos, tres chicos y una chica. Realicé la formación de párvulos en el colegio Jesús María (que existía en aquel momento), y la EGB y hasta COU en el colegio La Salle. Después estudié Geografía e Historia en Tarragona, y Biblioteconomía. Esto se simultaneó con el servicio militar en Valencia. A partir de aquí, inicié la vida laboral. 

Fray Octavio frente a la fachada posterior de la sala capitular del monasterio de Poblet / Agustí Codinach .

Fray Octavio frente a la fachada posterior de la sala capitular del monasterio de Poblet / Agustí Codinach

Usted es un gran lector y ha traído una nutrida biblioteca a donde se trasladará a vivir. Díganos un libro que le cambió la vida.

Desde el punto de vista literario, El nombre de la rosa, de Umberto Eco. Es una novela que me gustó muchísimo justo cuando se publicó y que he releído varias veces. En cuanto a formación cristiana, lo que me marcó más es La introducción al cristianismo, de Joseph Ratzinger. Y en cuanto a vida monástica, he utilizado mucho El comentario de la Regla, de una benedictina, Aquinata Böckmann, que tiene la particularidad de no estar escrito por un abad, sino que viene de una monja y es más libre para opinar. 

¿Cuál será, a partir de ahora, el vínculo que mantendrá con el monasterio de Santa María de Poblet?

Bien, sigo siendo monje, se me libera del voto de obediencia a la Orden, que ahora será al Santo Padre, y espero poder venir y pasar unos días de vez en cuando. Si no hay novedades, conservaré la que ha sido mi celda hasta ahora. 

Fray Octavi Vilà

Fray Octavi Vilà, Àngel Almazan – Obispado de Girona

EL SERVICIO DE OBISPO

Más allá de lo inhabitual del hecho, ¿qué diría a la gente que duda de la capacidad de un monje para gobernar una diócesis?

El obispo no la gobierna solo, evidentemente, sino que la gobierna con los organismos diocesanos, con los presbíteros, con los cargos de confianza (como puede ser el vicario general), el Consejo de arciprestes, el Consejo de presbiterio… Tampoco es cierto que un abad en un monasterio dirige la comunidad él solo, están los organismos que lo asesoran y lo ayudan (el Consejo del abad y el Capítulo de la comunidad). Tal vez las personas que dicen esto tienen una visión excesivamente centralizada en la figura del obispo y no comprenden el espíritu del Concilio Vaticano II, que no significa suplir funciones, cada uno tiene la suya, sino que es caminar todos juntos, todos formamos la Iglesia. La Lumen Gentium lo dejó muy claro y en la propia manera de plantear el esquema, que va de abajo arriba, no comienza por los obispos, sino por el pueblo. Es un planteamiento fundamental y muy interesante que a veces algunos olvidan.

“Presides para servir” es el lema que ha tomado como obispo. ¿Cómo entiende usted el poder?

Es esta estructura de la Iglesia que comentaba en la pregunta anterior. Esta idea se ha hecho muy presente en el proceso sinodal impulsado por el papa Francisco, pero también en los sínodos anteriores, esta visión de consulta, de caminar todos juntos… La frase escogida por lema está extraída de una obra de san Bernardo, el tratado Consideración, a un discípulo suyo que fue el papa Eugenio III, en el que le recuerda constantemente que no se olvide de que es un creyente, un monje, que tiene que rezar… La frase escogida resume muy bien esta idea global.

El Evangelio del pasado domingo, el 5º de Cuaresma, nos lleva a esta pregunta. ¿A qué debe morir Octavi Vilà para dar mucho fruto en la diócesis de Girona?

A muchas cosas. Tal vez de manera inmediata, la primera renuncia, no diría a la vocación monástica, pero sí a la manera de vivir la fe en el monasterio. Un obispo no puede hacer vida de monje, se alejaría de lo que le corresponde hacer. También a la libertad, pero no como imposición, sino como renuncia voluntaria. Me he dado cuenta de que con los candidatos que hemos tenido a lo largo del tiempo en Poblet y que no han perseverado, existe este problema: las normas de vida comunitaria se ven como una imposición cuando se tendrían que ver como una renuncia voluntaria. Como ocurre cuando dos personas se casan y tienen hijos, que no pueden hacer lo que quieren, sino que tienen que hacer lo que corresponde hacer y no se vive como una carga (obviamente hay contratiempos), sino con alegría.

Atravesando el claustro ante el refectorio antes de despedir al equipo de “Catalunya Cristiana” / Agustí Codinach

Atravesando el claustro ante el refectorio antes de despedir al equipo de “Catalunya Cristiana” / Agustí Codinach

LA ORGANIZACIÓN DE LA DIÓCESIS

Ya ha hecho alguna visita sorpresa a monasterios antes de su ordenación episcopal. ¿Cómo ve la vida religiosa en la diócesis y qué tiene en mente?

Hice una primera visita a San Daniel, monasterio emblemático en situación complicada con solo tres monjas y de cierta edad, aunque económicamente está bien resuelto. Es un poco triste ver cómo ha llegado a este límite y precariedad. Y en el monasterio de clarisas de Vilobí d’Onyar, que está un poco mejor. Me falta conocer una comunidad de carmelitas y conozco bastante bien Solius. La vida religiosa está en una situación difícil y son situaciones que en un futuro a medio-largo plazo serán complicadas, hay que ver cómo se afronta: si se puede recurrir a otras comunidades, si estas comunidades se pueden integrar bien en la diócesis… Es importante en una diócesis tener comunidades que recen y donde los presbíteros encuentren un mínimo receso, con una vida pausada y tranquila, es un servicio muy importante que hacen a la diócesis, a la gente que se acerca a ellas…

Un buen grupo de presbíteros de la diócesis le han dirigido una carta con peticiones diversas. ¿Se ve con ánimo para responder?

Respondí breve y directamente a quien me la había dirigido y tenemos que hablar con calma en un futuro. He ido manteniendo contacto estos días con los arciprestes, también con los diferentes sacerdotes y laicos que se encargan de los secretariados de la diócesis, y cuando comience hablaré con cada presbítero personalmente: hablar con él, saber lo que hace, saber si está contento, si los encargos que se le han dado están en la medida de sus fuerzas… y será el momento de abordar estas cosas. En líneas generales, lo que se planteaba en esta y otras carta que he recibido son peticiones bastante sensatas y realistas. Plantean los problemas de la diócesis, todo el mundo es consciente de la pobreza de los recursos humanos, de que gran parte de los fieles practicantes tienen una avanzada edad y de que hay que avanzar en esta manera de acercarnos a la sociedad, conservar a los jóvenes que pasan por la catequesis… hay mucho trabajo por hacer.

Fray Octavi en el despacho del abad lleno de cajas a punto del traslado a Girona / Agustí Codinach

Fray Octavi en el despacho del abad lleno de cajas a punto del traslado a Girona / Agustí Codinach

Ve muy atareados a los presbíteros (algunos de ellos han tenido que asumir hasta seis, siete u ocho parroquias) y propone su cultivo espiritual. ¿Qué quiere decir?

Es importante para un presbítero, sobre todo si los fines de semana tiene muchas parroquias por atender y debe ir de una Eucaristía a otra, que tenga momentos a lo largo de la semana de recuperarse espiritualmente, de tener contacto con la Palabra de Dios, de poder rezar la Liturgia de las Horas con cierta calma… esto es lo que vitaliza espiritualmente a un presbítero y, por tanto, es muy importante. Este cultivo interior espiritual, no forzado, sino con agrado, es importante para cada presbítero, pero también para cada laico. La Liturgia de las Horas el Concilio la planteó para todos, como un modo de acercarse a la oración. Y también la posibilidad de realizar retiros en un monasterio o en una casa de retiro para poder recuperar la calma, replantearse las cosas y tomárselo con más ganas.

Es precisamente desde el ambiente monástico desde donde emergen durante siglos los impulsos para reformar la Iglesia. ¿Qué ideas tiene este “pobre monje”, como decía en el Diari de Girona?

Desde el monasterio, sobre todo, podemos aportar el contacto con la Palabra de Dios, que es algo que el Concilio Vaticano II con la Dei Verbum acentuó. Ya se han llevado a cabo algunas experiencias y hay que ver cómo se puede articular en el caso concreto de Girona: por ejemplo, la del cardenal Martini en la diócesis de Milán (mucho más grande y rica en gente) que hizo esta aproximación a través de la lectio, la reflexión de la Palabra. En cuanto a que los monasterios sean el origen de una cierta renovación del cristianismo, esto lo apuntó en su momento el papa Benedicto, cuando explicaba por qué había escogido este nombre. Y es cierto, los monasterios son un lugar que queda un poco apartado de esta dinámica tan activa de muchos párrocos y hay más tiempo para rezar, para reflexionar… y esto es lo que se puede aportar.

Hace poco se nos decía que el Sínodo universal de la Iglesia se alargará hasta junio de 2025. ¿Qué le parece el trabajo que se ha hecho en Girona?

De lo primero que leí fueron las conclusiones que aportó la diócesis de Girona a la Conferencia Episcopal Española y son muy enriquecedoras, es un proceso de reflexión muy válido, sobre todo partiendo de una visión muy realista, de pobreza actual de la Iglesia, de recursos (humanos, espirituales…). Ha sido una reflexión muy sincera y ahora hay que esperar la segunda fase del Sínodo global de la Iglesia universal que será la que tendrá resultados concretos y a partir de aquí seguro que habrá una exhortación apostólica del papa Francisco. Este proceso crea tensiones, como es normal (no olvidemos las muchas que creó el Concilio Vaticano II), pero sin perder nunca la comunión eclesial, se puede discrepar, se puede disentir… Caer en la descalificación personal, en el insulto, sobre todo al papa Francisco, es una manera muy negativa de vivir en la Iglesia.

¿Acaso esta polarización social y política se está contagiando también en la Iglesia?

Sí, la Iglesia no deja de ser un reflejo de la sociedad y la sociedad vive cada vez más crispada, no busca puntos de conexión o de entendimiento entre unos y otros, de consenso, aunque esta palabra, desgastada políticamente, no esté muy bien vista hoy. El consenso, en muchos aspectos, es muy bueno y es el único modo de seguir adelante. En el terreno político, es cierto, hay cosas que han de sobrepasar visiones partidistas (por ejemplo, el sistema de enseñanza) y también en la Iglesia, donde no son los unos y los otros, somos todos y tenemos que avanzar todos juntos. Por lo tanto, esta especie de vicio secular, del mundo civil, que ha traspasado las puertas de la Iglesia no aporta nada o casi nada bueno.

¿Confía en que habrá cambios de calado, por ejemplo, que las comunidades parroquiales funcionen más sinodalmente?

Supongo que sí. Vengo de la tradición monástica donde las decisiones más importantes no se toman personalmente, sino que es el conjunto del Capítulo el que lo hace y en el conjunto de la orden cisterciense, la única que tiene monjes y monjas en los órganos de gobierno juntos, también lo hace de manera, digamos, asamblearia el Capítulo General o el Sínodo de la Orden. Es bueno avanzar en este camino, sobre todo porque las parroquias forman, en la mayoría de los casos, parte de la identidad de una población, no es tanto el párroco que está en aquel momento al frente, sino el pueblo fiel de aquel lugar ya que la parroquia es parte de su vida, de su identidad como pueblo.

¿Cuáles cree que son los límites mentales e institucionales que tendría que superar la Iglesia en este momento crítico?

Rehuir dos tentaciones: la de creerse superior a cualquier otra cosa (es esa frase del papa Benedicto, “proponer y no imponer”) y la de sentirse inferior, a veces se ha dicho que la Iglesia tiene que vivir encerrada en la sacristía… No debe ser así, la Iglesia debe estar presente y debe dejar oír siempre su voz en temas tan importantes como el derecho a la vida, las posibles manipulaciones genéticas… Hay temas que afectan a la propia dignidad humana y aquí la Iglesia debe dejar oír su voz, no tanto en temas políticos concretos, que pueden ser huidizos, sino en temas de fuerte enraizamiento en la fe como son estos. Si creemos que la vida y la dignidad humana son un regalo de Dios y que esto se tiene que defender, es una de las cosas más fundamentales que hemos de hacer presente. 

Octavi Vilà, con el Papa en la audiencia de San Pedro
Octavi Vilà, con el Papa en la audiencia de San Pedro Bisbat de Girona

ACCIÓN SOCIAL DE LA IGLESIA Y VÍNCULO CON EL MUNDO

Después de la experiencia de la acogida de refugiados ucranianos en el monasterio de Poblet y sabiendo que en la diócesis de Girona hay municipios, como Salt, con uno de los índices más altos de población migrada, ¿cómo ve este desafío desde la Iglesia?

Son situaciones diferentes: los refugiados ucranianos vinieron huyendo de una situación de guerra al principio por el avance de las tropas rusas. En el repliegue, volvieron a su casa. Es una situación que nos ha permitido vivirlo en la comunidad muy de cerca: cuando la gente debe marcharse con pocas cosas a un país que no es el suyo, con una lengua y costumbres que no son las suyas… eso es una experiencia muy fuerte. Pensemos que esto lo hace mucha gente también por una necesidad económica, que también es uno de los otros dramas de nuestra sociedad, y muy a menudo son rechazados con métodos muy contundentes por los países a los que quieren llegar. Esto nos tendría que hacer replantear cómo vivimos esta fraternidad universal. Una vez llegados a un lugar lo que se debe procurar es la atención a las necesidades básicas (esto Cáritas Girona, y en todas partes, lo hace) y también la atención a la integración en la cultura y las costumbres de cada zona donde van. Esto es más difícil si no son de la misma religión, pero sí hay un campo que hemos de practicar sobre todo con la inmigración que viene de países latinoamericanos de tradición católica: que se sientan acogidos de la manera que se crea conveniente, sin renunciar a ninguna fórmula.

¿Está en disposición la Iglesia de dar respuesta a la sed de espiritualidad del mundo?

Esta dimensión espiritual existe y es innata al ser humano. A veces, desde la Iglesia católica, no hemos sido lo suficientemente capaces de dar una respuesta lo bastante atractiva. Debemos plantearnos insistir en que la Liturgia de las Horas, el Oficio Divino, es la oración de la Iglesia; lo hemos visto en el monasterio muchas veces, que resulta atractivo para creyentes y no creyentes. Hay que transmitir esto al conjunto de los creyentes para que participen y les sirva de crecimiento interior espiritual. Esto va relacionado con el hecho de que un presbítero un domingo tenga que atender muchas parroquias y no pueda dedicar un rato a cada una. A veces, los laicos, que no deben sustituir nunca a los presbíteros, sí pueden formar grupos de oración para rezar la Liturgia de las Horas, una o dos veces por semana, y aproximarse a la Palabra, son experiencias que se pueden estudiar y poner en marcha.

Usted tiene un posgrado en Nuevas Tecnologías de la Información por la UPC. ¿Qué nota le pondría a la Iglesia en comunicación?

En general, muy baja. La Iglesia no comunica bien y esto ha afectado muchas veces la percepción que tiene la sociedad. Hay que intentar convencer más que intentar imponer los mensajes, y esto pasa por una comunicación que sea factible a nuestro tiempo. No significa solo estar presentes en las redes, sino que el lenguaje sea asequible y que convenza, que la gente pueda compartirlo. Es la asignatura pendiente en la Iglesia y que nos tenemos que plantear muy seriamente. Se ha echado en falta en temas tan básicos como la crisis de los abusos sexuales, en el que no se ha comunicado nada bien el mensaje que se quería transmitir.

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