En el principio

Imagina que llegas a la casa de un familiar remoto, un pariente lejano al que no has visto desde que tienes memoria, él, como es alguien amable y con modales, te hace un recorrido por su casa y te orienta en lo que queda en cada lugar, y hasta te cuenta un poco la historia de algunos objetos importantes, una foto puesta sobre un mueble, una medalla que está colgada en la pared, un muñeco que tiene sobre una de las camas y que parece haber sido fabricado hace más de cien años, pero otros objetos no los menciona en absoluto porque no tienen ningún significado especial, como la tela que cubre el mueble debajo de la fotografía, el clavo del que cuelga la medalla o las tablas de la cama debajo del colchón que está debajo de las cobijas que están debajo del muñeco viejo. Imagina también que tu pariente ha viajado por el mundo porque se dedica a practicar la medicina en regiones muy remotas del planeta en las que nadie quiere trabajar, y eso lo ha llevado a sitios que tú ni siquiera sabes que existen, y de cada sitio ha traído un recuerdo. Uno por ejemplo puede ser un artefacto de alguna tribu africana hecho para extraer la sabia de una planta, otro puede ser un instrumento musical de una colonia esquimal de Siberia, y otro un recipiente con el que indígenas bolivianos trituran trozos de tierra de color para hacer pintura para la cara. En cuanto ves estos objetos, mientras que tu pariente prepara algo de tomar para sus visitantes, los observas, los tomas en la mano e intentas adivinar su uso. Incluso lo rotas entre tus hermanos para que cada uno elabore su teoría sobre qué puede ser eso que tienen en la mano, cómo se usa y para qué puede servir, el más intelectual de ustedes puede aventurarse a decir de qué está hecho y cómo lo hicieron. La verdad es que sólo hasta que te sientes con tu pariente y le preguntes, vas a tener una mediana idea de cada uno de los tres. Descubrirás que ninguno era un arma como dijo tu primo, y que tampoco servía para dejar marcas en las personas o en los animales como había dicho uno de tus hermanos, y ninguno de los objetos es tampoco un artefacto alienígena olvidado por visitantes de otro planeta. Pero no basta únicamente con que tu tío te cuente qué es el objeto, él tiene que contarte su nombre, que seguramente no está en tu propio idioma, y tendría que contarte bien quienes son las personas que lo hicieron, cómo lo hicieron y cómo lo usan, y también qué significa para ellos lo que hacen con el objeto, para que tuviera sentido para ti tenerlo en la mano. Porque tal vez tú nunca has extraído sabia de una planta, ni te pintas la cara con tierra, ni seas fanático de la música siberiana. Imagina además, por último, pues todos sabemos a este punto que esta historia es una metáfora y ya va haciéndose suficiente, que tu pariente no solamente sabe toda esa información, sino que él mismo usa los objetos, y extrae sabia para hacer agua aromática para su hija cuando tiene algún dolor o malestar, que toca el instrumento para el hijo de su vecina que es un bebé al que ese sonido lo calma siempre que está llorando desesperado, y que usa la pintura en la cara para complementar el uniforme del equipo de fútbol del pueblo, pues él es el entrenador. Entonces entiendes que si simplemente hubieras llegado a su casa, hubieras cogido lo que encontraras, hubieras adivinado que era y lo usabas para lo primero o segundo o tercero que se te ocurriera, muy probablemente no hubieras logrado darle el uso para el que fue hecho, y el objeto habría perdido su sentido y su valor.

Exactamente eso nos ha sucedido con la Biblia.

Años más, años menos, hacia el 100 – 110 D.C. se escribió el último libro de los 73 que tenemos en la Biblia (Que no es el último que aparece en ella) y años más, años menos, unos dos siglos después ya la gran mayoría de los que se identificaban como Cristianos reconocían que esos 73 libros eran sagrados – Algunos lo hicieron antes, otros un poco después, ya saben ustedes como somos los cristianos – sin embargo, han pasado cerca de 18 siglos, dieciocho que son mil ochocientos años, que son casi unas 72 generaciones a 4 generaciones por siglo, y pareciera que no hemos logrado muchas de las cosas que allí se proponen, y en cambio hemos logrado algunas cosas que son contrarias completamente a lo que allí se propone. A mi juicio algunos logros enormes de la humanidad que se atribuyen los ateos iluminados, como los derechos humanos, nunca hubieran sido posibles sin la cultura cristiana de fondo, y buena parte de lo que hoy se propone como desarrollo humano ya aparecía en el Deuteronomio hace más de 26 siglos, pero, aunque parezca, la humanidad no es una competencia por quien tiene la razón, y en caso de que lo fuera, 18 siglos de un occidente cristiano en el que occidente ha estado varias veces a punto de acabar con la especie y en el que el más salvaje modelo económico impera, no habla bien de lo que somos y hacemos los cristianos. Claro, están los misioneros de los lugares remotos y las mujeres consagradas a los enfermos que nadie quiere tocar - ayer era la lepra, hoy el ébola – pero está el desunido Reino Unido con sus guerras de religión, y están los cristianos armamentistas de los desunidos Estados Unidos, y están las miles de personas en la desunida Unión Europea que gastan en comida para mascota el triple de lo que necesitan los países del África subsahariana para superar el hambre, así que empatamos, y eso.

Eso es lo que nos ha sucedido con la Biblia.

Que la encontramos, la tomamos, empezamos a adivinar cada uno como será que se lee y como será que se usa y para qué podrá servir, y terminamos usándola como a cada uno se le antoja – pasa tanto entre los católicos como entre los protestantes, que ya casi no protestan, por cierto – y como aquellos objetos de la casa de tu pariente, termina perdiendo su sentido y su valor. Creo yo que pasa porque no sabemos o nos olvidamos que la Biblia tiene al menos 10 características que hacen que no pueda tomarse tan a la ligera:

Es una biblioteca, no un libro.
Casi ningún libro fue escrito por una sola persona en un solo momento.
Las personas que la escribieron no se pusieron de acuerdo en decir todos lo mismo.
Fue escrita en otro lugar, en otro tiempo.
Las personas de ese tiempo no eran ni remotamente parecidos en su forma de vivir, ni de pensar, ni de creer, a nosotros.
Fue escrita en otros idiomas, idiomas que hace mucho tiempo nadie habla sobre el planeta.
Cada libro fue escrito con un propósito específico que no siempre es fácil de descubrir.
Cada libro, salvo los que vienen en parejas, como Reyes, Crónicas, tiene un estilo único y un uso particular del lenguaje.
Salir a la tienda a comprar una biblia es salir a comprar el resultado del trabajo de 20 siglos de personas que pasaron toda su vida estudiando la biblia – para que venga alguien por ahí a decir que la biblia no hay que estudiarla… por favor –
Ningún libro de la biblia fue escrito con la intención de explicar: Ciencia, Historia o Moral. Ni mucho menos como hoy en día entendemos la ciencia, la historia y la moral.


Para los creyentes, la Biblia es la Palabra de dios, y eso hace que algunas de las 10 características anteriores se olviden con el pretexto de que dios la escribió. Digo pretexto porque si no entendemos bien qué significa eso que llamamos dios y cómo entender que Él esté detrás del texto que leemos, da lo mismo decir eso que decir que la han traído los extraterrestres, o que un señor la encontró un día en un bosque y los ángeles le enseñaron a traducirla en un momentito. Así que empecemos por ponernos de acuerdo desde el principio:
Diría que lo primero es reconocer que para las personas creyentes y específicamente aquellos para quienes el cristianismo es su fe, o su religión, dios no es solamente Algo, es fundamentalmente Alguien. Es decir, que no es solamente la respuesta a un Qué, sino esencialmente la respuesta a un Quién, lo que ya supone unas implicaciones importantes, porque al hablar de alguien, decimos que Piensa, que Siente, que Decide, que Actúa y que se Comunica. Claro, todas estas son algunas cosas que hacemos los humanos, y que por eso tienen todas las limitaciones de nuestra propia forma de pensar, sentir, decidir, actuar, comunicar, así que baste con decir que los creyentes creemos que dios es Alguien y que por eso hace todas esas cosas, pero también que los creyentes debemos saber que no las hace tal como las hacemos nosotros (Quien se enrede en este punto debe escarbar un poco la teología, que ayuda bastante, la idea aquí es hablar de Biblia y por eso no nos alarguemos en el tema). Empezando de atrás hacia adelante, que dios se comunique es la única forma en la que podemos medianamente entender que es lo que Hace, lo que Decide, lo que Siente y lo que Piensa. Y por eso creemos los creyentes que dios y los Seres Humanos pueden entenderse, pueden conocerse, pueden tejer una relación y a eso lo llamamos FE. Por lo que, quien ha optado por no tener FE o quien ha optado por pensar que la FE es cerrar los ojos y decir que si a lo que han dicho otras personas y jurar que eso es amistad con dios, puede dejar de leer aquí mismo.

Íbamos en que el cristiano tiene como creencia base que dios es Alguien con quien se puede tejer una relación, pero en la tradición judeocristiana, que es de la que deriva lo que llamamos cristianismo, esa relación sucede en la historia, en la existencia, y no en la historia personal únicamente, sino principalmente en la historia de dios con los hombres y mujeres que han hecho su historia con él y aquí quiero decir Israel, y quiero decir Iglesia (Con lo difíciles que son esas dos palabras para muchos hombres y mujeres de dios). Creemos pues, que el dios del Universo se ha hecho entender, en una relación con unas personas concretas, que vivieron y viven su vida descifrando lo que dios hace y lo que piensa y lo que siente, y lo que decide, porque él se comunica a través de la historia de los seres humanos, y es precisamente en la forma en que vivieron y viven estas personas como esa historia cobra sentido, se interpreta, se traduce, y nos entendemos dios y Nosotros. Para el pueblo del medio oriente en el que se escribieron buena parte de los textos de la Biblia, y en el que se dio origen a la tradición de todos los textos de la Biblia, el pueblo Hebreo, la Historia es un concepto bastante diferente del que nosotros tenemos hoy, y también por eso ocurren tantas confusiones con la forma en que leemos los textos bíblicos. Para el pueblo Hebreo la Historia es un proceso en el que todos deben vivir las cosas buenas, las conquistas y los logros que vivieron los antepasados, en el que el progreso se entiende, no como un disfrutar de los logros de quienes vivieron antes que nosotros, sino como un proceso en el que cada uno debe entrar en la historia de los que vivieron antes para lograr lo que ellos lograron. Ahí hay una diferencia clara, y ahí va un ejemplo: En Colombia que es el país en el que vivo, hay dos fechas en las que se celebra la independencia de los Españoles: en Julio y en Agosto, esos días no hay actividad laboral ni escolar porque son fiestas patrias. Sin embargo, aunque hay ceremonias especiales en algunos lugares, y muchas personas ponen la bandera del país en sus casas, no hay una celebración de la gente, que los lleve a pensar en su propia libertad o en la forma como superamos como pueblo la tiranía que aún se vive en alguna regiones. Simplemente se enseñan las fechas en el colegio, se hacen evaluaciones sobre las causas y consecuencias de la independencia, que nadie recuerda tiempo después, y se descansa en esos días festivos. En Israel se conmemora la independencia en la pascua. Se celebra la salida de los israelitas de la tierra de Egipto la noche de la primera luna llena de la primavera, y ese día se celebraba en las casas, en familia, se recordaba la historia, se hacía que todos recuperaran en su memoria lo que habían vivido sus ancestros junto a Moisés y todos entraban en esa dinámica de liberación, de conquista, de búsqueda de que su vida fuera como un éxodo hacia una tierra en la que mana leche y miel. La noche de la pascua era una noche distinta a todas las noches porque allí todos entraban en el éxodo, y ponían su existencia en clave de vivir en la alianza que aquellos hombres y mujeres habían pactado con dios. No se recuerda el éxodo, se vive el éxodo. Y por eso la historia de la Biblia no es una explicación de acontecimientos, sino un llamado a la vida, a acoger una propuesta de vida, que pasó en personas concretas de carne y hueso y que les hizo lograr unas conquistas existenciales a las que todos los creyentes están llamados y que se van haciendo reales en la medida en que mi propia existencia se vuelve un escenario en el que Dios se hace entender, se comunica, o en palabras de la ciencia bíblica, se Revela.

El dios de la Biblia se Revela en la Historia.

Al leer los textos es bueno recordar que la Fe que los sustenta es una fe histórica, no una fe instantánea. Cada cosa que allí aparece es el fruto de mucho tiempo, de mucha vida, de mucha historia. Y todo un pueblo y sus líderes se dedicaron a repasar esa historia, a rumiarla, a escarbarla, para que en ella apareciera esa revelación de dios que había decidido hacerse entender, hacer una propuesta de vida, y mostrarle a los seres humanos que su vida podía tener un sentido de plenitud, en el que cada uno se hiciera responsable de su felicidad haciéndose solidario con la felicidad de los otros, y construyendo un pueblo – hoy decimos sociedad – en el que a nadie le fuera negada la posibilidad de esa plenitud y de esa felicidad. Esos son los principales temas bíblicos que hablaremos más adelante, pero valía la pena adelantarse. Decir que no es una fe instantánea implica decir que nada en la tradición Judeocristiana está ausente de proceso. Ni la libertad, ni la Fe, ni la Revelación. Y ese proceso en el que las personas viven, y van descubriendo lo que iba diciendo dios en lo que vivieron, y van entendiendo lo que proponía dios en eso que dijo, y cómo eso se vuelve una forma de vida que deben anunciar a los demás, toma tiempo y toma muchas luchas genuinas por vivir eso que dios revela. Isaías, Jeremías, Pedro, Pablo, Rut, David, Ana, Nehemías, Santiago, María, fueron personas concretas, que vivieron ellos mismos y su pueblo esa historia de vida en la que dios iba mostrando su propuesta, y por eso en los textos bíblicos ellos representan a todos aquellos que en su tiempo y en su espacio vivieron lo que ellos vivían. Olvidar eso es desdibujar el texto bíblico, es hacerle decir lo que nunca ha querido decir, es quedarse hablando de la puntilla que sostiene la medalla y no de la historia de la medalla, es quedarse analizando la tela del mueble y no tomar la foto en las manos y preguntar por las personas que allí aparecen y qué significa ese momento que quisieron guardar para siempre. Es tomar el instrumento musical siberiano para trancar la puerta.

La Biblia es un tesoro maravilloso en todo sentido, claro, para empezar, los creyentes encontramos allí – no sólo allí, por supuesto – al dios del Universo que nos deja ver quién es y qué piensa, qué quiere, qué hace, a través de una manera fantástica de comunicarse, metiéndose en la existencia de la gente y dejando su huella para que quienes se detienen a mirar esa existencia le encuentren, y también nos encontramos con esa clave de interpretación de la vida, con esa lámpara para nuestros propios pasos, con ese faro para ver nuestro propio horizonte de hoy, 20 siglos después de los últimos hombres que escribían lo que hay en ella, 34 siglos después de los hombres de aquel éxodo, 50 años después de las misas con el evangelio en un latín inentendible fuera de Roma. Pero además encontramos que esa revelación y esa historia se depositan y se transmiten usando toda la riqueza de la cultura de su tiempo: allí hay cartas, canciones, cuentos breves con enseñanzas infinitas, colecciones de refranes populares, textos en clave, un diario, un guión de teatro, leyes, poemas, discursos, y claro, cientos de buenas noticias, especialmente LA BUENA NOTICIA de un hombre que le dio sentido a cada una de las palabras que allí se encuentran y que las resumió asombrosamente en toda su vida partida en un trozo de pan.
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