Transformación y espiritualidad, ¿están realmente conectadas? Deusto celebró las Jornadas de Teología 2022: Transformación y espiritualidad

Deusto celebra las Jornadas de Teología 2022
Deusto celebra las Jornadas de Teología 2022

Transformación y espiritualidad, ¿están realmente conectadas? ¿O, por el contrario, cada una de ellas mira en una dirección distinta?

Con estas preguntas inició el decano de la Facultad de Teología, Francisco José Ruiz, las conclusiones de las Jornadas de Teología 2022 que, celebradas los días 9 y 10 de febrero en el marco del Año Ignaciano

Como primer balance, "no es posible imaginar la ausencia de una a la otra", asegura. "La espiritualidad es transformadora y la transformación ha de ser, en cierto modo, espiritual"

A efectos de Iglesia, el responsable de Teología apunta que parece que es preciso reconocer lo siguiente desde todo lo anterior: “Las Jornadas han echado luz sobre la premura para que la Iglesia haga memoria de que semper reformanda est

Entre los ponentes de las Jornadas se encontraba José María Guibert quien destacó que la espiritualidad aún hoy sigue teniendo capacidad de entusiasmar y motivar, por su carácter vivo y transformador

(InfoSJ).- Transformación y espiritualidad, ¿están realmente conectadas? ¿O, por el contrario, cada una de ellas mira en una dirección distinta, justo cuando el momento –cultural y eclesial– está experimentando una sucesión de cambios que necesitan ser especialmente ponderados? ¿Se está reproduciendo de nuevo un hiato desgraciado, aquel que termina produciendo espiritualidades desencarnadas y praxis desalmadas?

Con estas preguntas inició el decano de la Facultad de Teología, Francisco José Ruiz, las conclusiones de las Jornadas de Teología 2022 que, celebradas los días 9 y 10 de febrero en el marco del Año Ignaciano que conmemora los 500 años de la conversión de Ignacio de Loyola, han llevado por título “Transformación y Espiritualidad”. En torno a seminarios y mesas redondas, las jornadas han intentado, según sus palabras, realizar cuatro estaciones sucesivas para ir dejando por el camino, a la vera de la reflexión teológica, cuestiones que merecerá la pena retomar en su momento:

En primer lugar, hubo que auscultar a la cultura contemporánea para notar un denominador común a las sociedades occidentales: la aceleraciónvertiginosa de cambios. Esa aceleración es ambivalente: genera patologías que redundan en víctimas; pero da pie a aprendizajes nuevos, que muestran caminos practicables para acertar con transformaciones verdaderamente humanizadoras.

En segundo lugar, fue también preciso plantear lo que palpita hoy en la Iglesia de necesidad de transformarse ella misma, de ponerle nombre a esa necesidad y de esbozar mínimamente lo que pueden ser vías para alcanzar su transformación. No se trata de mimetizar cambios culturales que aún han de ser probados, pero sí es factible reconocer aquellos en los que existen ya luces esclarecedoras.

En tercer lugar, se hizo una visita a la espiritualidad específicamente ignaciana y su núcleo: una experiencia de conversión, que san Ignacio asimila como un patrón de transformación continua, que abarca lo individual y lo organizacional hasta alcanzar lo universal.

Y, en cuarto lugar, se ha dado protagonismo a experiencias de transformación que dibujaran un mosaico vivo de mudanzas vitales, ejemplificadoras de la alianza entre transformación y espiritualidad.

Como primer balance, el decano ha anotado algunas luces. “El punto de partida no discutido en estas Jornadas es que la espiritualidad, en su sentido fuerte de encarnación del Espíritu, sí se las tiene que ver con la transformación”; y “que la transformación, en su sentido fuerte de mutación, sí se las tiene que ver con la espiritualidad. No es posible imaginar la ausencia de una a la otra, so pena de malversar el cristianismo y entenderlo como lo que no es”.

Añade que lo anterior tiene dos consecuencias: La espiritualidad es transformadora. Las Jornadas han ayudado a recordar lo más genuino del Evangelio: impulsa la realidad con una dinámica transformadora. Eso hace que rechinen aquellos cambios que sean superficiales, o parciales, o diferidos sine die. Una segunda consecuencia es que la transformación ha de ser, en cierto modo, espiritual. La espiritualidad habla de transformaciones hondas, integrales, de recorrido largo. Como indicaría el papa Francisco, para la dinámica transformadora del Evangelio, el tiempo es mayor que el espacio.

A efectos de Iglesia, el responsable de Teología apunta que parece que es preciso reconocer lo siguiente desde todo lo anterior: “Las Jornadas han echado luz sobre la premura para que la Iglesia haga memoria de que semper reformanda est. También en este momento o precisamente por este momento. Son muchos los temas que se suman sobre el escenario posible de transformación. No debería espiritualizar su propia transformación, sino dotarla de esa dimensión encarnatoria que afecta a todo lo que es la Iglesia en el contexto concreto que le está tocando lidiar.

En absoluto la Iglesia parte de cero para reimaginar su transformación. Le puede ayudar ese mundo que, habitado del Dios siempre presente a él, expone sus propios procesos transformativos. Le puede ayudar también la historia de sus hijos y sus hijas, de las comunidades que se suceden en el tiempo, de los proyectos que la Iglesia ha realizado en sus dos mil años de singladura. La espiritualidad ignaciana y, entre otros, su foco sobre el discernimiento personal y comunitario son parte de ese patrimonio de inspiración para la transformación.”

Mas conclusiones: las Jornadas han acabado quizás con lo más importante: la constatación de que la transformación narra historias personales y colectivas. Dicen que Galileo Galilei, en su conocida confrontación con una visión estática de la realidad, no pudo reprimir afirmar aquello de: “E pur si muove!”… La mejor noticia es que, después de todo, la transformación se está produciendo, porque el Espíritu no deja de transformar.

Tranformación

Transformación desde la espiritualidad ignaciana

Entre los ponentes de las Jornadas se encontraba José María Guibert, rector de la Universidad de Deusto, quien participó en el seminario del jueves, 10 de febrero, sobre “Claves de transformación desde la espiritualidad ignaciana”. En su ponencia destacó que la espiritualidad aún hoy sigue teniendo capacidad de entusiasmar y motivar, por su carácter vivo y transformador: “Hablar de espiritualidad ignaciana nos remite a una historia. Pero si nos quedamos solo en lo pasado estamos dando por terminada una etapa que, aunque fue muy fértil de la historia, ya no tiene vigencia. Si realmente se trata de una espiritualidad, es algo vivo y transformador. Y, como se puede ver por concreciones que se dan en todos los continentes, sigue teniendo capacidad de entusiasmar y motivar”.

En este sentido, señaló cinco aspectos destacables de la espiritualidad ignaciana de hoy en día: la dimensión personal, en la que a través de ejercicios espirituales se invita a personalizar la fe, experimentarla, e iniciar un camino de transformación hacia el compromiso y la profundidad; la dimensión teologal, que nos invita a seguir profundizando en la experiencia y concepto de Dios, e insta a actualizar la teología a la nueva cultura; la dimensión social, que tiene la variable de la justicia social como pregunta permanente en todos los planteamientos y lleva en sentido amplio a una apertura a culturas y formas de pensar; la dimensión comunitaria, que se abre a la generosidad y al compartir, transformando los grupos humanos, comunidades e instituciones; y la dimensión local-global, en la que las distintas encarnaciones de la acción ignaciana han llevado a servicios tanto a personas y culturas concretas, como a pensamientos y propuestas globales.

Primero, Religión Digital
Volver arriba