...y te colaste, inmensamente niño Dios

…y, de nuevo, te colaste dentro. Este año, lo confieso, no estaba preparado para que vinieras. No arreglé la casa, ni el corazón, no preparé un rincón para que te alojaras. Fui, soy, un mal anfitrión. Este año, con lágrimas de lo digo, confiaba en que no llegaras. No quería empañar tus pañales con mi llanto.

Son días de ausencia, de dolor, de desamor. De esquinas rotas en la piel. Me dirás que tú naciste en un pesebre, rodeado (o no) de animales, con el único calor de la paja bajo su cuerpecillo desmidesnudo. Pero cada uno vive su dolor como le viene.

Hoy es Nochebuena y tú, mi amor, ya no estás. Y, sin embargo Tú sigues naciendo, pese a todo. Llegas a mi casa vacía y triste, y también a los muros de la vergüenza –muy cerca de donde viniste por vez primera-, a las costas que rompen las pateras, a las calles con niños tristes y familias sin pan.

Naces, porque sigues naciendo, en un mundo que cada vez se parece menos al que soñaste
, al que nos hiciste soñar, por el que sigues dando tu vida, y renaciendo, en forma de niños esclavos y soldados en África, en la boca de pequeños sin educación ni agua potable en Guatemala o Haití, en las mujeres violadas o maltratadas de Guanajuato, en los ancianos abandonados de Irak y los refugiados en Siria, Jordania o Egipto., en lo asesinados a costa de la libertad.

Y aquí, también aquí. En mi casa sin luces ni guirnaldas ni belén ni alegría. Sigues mirándome desde tu pesebre como antes lo hacías desde tu cruz. Dándote. Partiendo, repartiendo y compartiendo tu vida conmigo, que no llego, este año no, a entender tu misterio. Has llamado a la puerta de mi corazón, como cada día, como cada Navidad, y no he sabido abrirte. Menos mal que tienes llave, y ya estás en casa.

Te empeñas, porque te empeñas, en que cada día sea Navidad, en que en cada momento sienta que naces dentro de mi corazón, que me muestras que todo es posible. Que es tiempo de desterrar el odio y la tristeza, que ahora es el único momento que tenemos para recomenzar y seguir adelante.

De comprometerse, de ser tus manos, tus ojos, tu corazón, tu grito… y me rebelo y niego y no quiero seguir así. Soy peleón, tú ya me conoces bien, mejor que yo mismo. Y sin embargo ahí sigues, y no te vas, y regresas a cada rato a abrigarme el corazón roto y sin ti, mi amor. Pero Contigo.

Gracias por ser Navidad. Por ser tan cabezón, tan paciente, tan inmensamente niño Dios.
Volver arriba