... Y qué demonios es la Iglesia

¿Es imprescindible que haya Papa para que haya Iglesia? Parece que no. ¿Es inevitable? Al parecer, sí. La figura del Santo Padre, aún hoy, en el archiateo siglo XXI, continúa siendo la única auténticamente universal en nuestro mundo globalizado. Nadie ocupa durante tantos días las portadas de periódicos, revistas y webs, abre informativos en radio y televisión de todo el mundo, nadie se cuela en las oraciones y los corazones de tanta gente. Nadie. Y sin embargo...

...Sin embargo, continuamos equivocándonos y tomando la parte por el todo. Ni el Papa es la Iglesia, ni debe serlo. Benedicto XVI nos ha dado un gran ejemplo al admitir que -como decían a los emperadores romanos, de cuya imagen tomó su relevancia el papado- "soy mortal", y no tenía fuerzas para seguir. Y afirmando que "la Iglesia somos todos". En esta barca, donde deberíamos caber todos, el timonel (por fortuna) no es el Papa, ni los cardenales, ni los obispos.... El timonel es Cristo. Y los remeros, camareros, tripulantes, pasajeros, pescadores, polizones... somos todos, desde el primer hasta el último. Como la propia Iglesia, diosa y meretriz, tan humana como sus miembros, los seguidores de Jesús de Nazaret.

Cada vez tengo más claro que la Iglesia, la "Eklesía", el conjunto de seguidores de Jesús, somos un cuerpo, no siempre bien avenido, que no siempre sabe caminar coordinado, que a veces viste absolutamente desconjuntada y en ocasiones, sólo en ocasiones, camina con paso firme por las veredas de la Humanidad. Todos somos necesarios para que el cuerpo sirva de algo, todos y cada uno de nuestros talentos son necesarios para que esto funcione.

"Allí donde dos o más os reunáis en mi nombre, allí estaré yo", nos dijo Jesús. No dijo: "Allí donde el Obispo de Roma se encuentre, allí estaré yo", ni "Allí donde esté Jesús Bastante estaré yo"
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Por eso, las actitudes de condena, expulsión, incomprensión, luchas de poder, codazos por ascender, declaraciones de exclusividad en la verdad y la salvación... son impropias de los seguidores de Jesús. Tal vez por eso se va Benedicto. Por eso, y porque creo que íntimamente está convencido que "esto" -lo que ha visto, y de lo que ha participado en los últimos años- no se parece demasiado a la barca de la Cristo nos hablaba.

Porque la Iglesia no es un ejército. No puede serlo desde que el mismo Hijo de Dios se hizo hombre para que el resto de seres humanos nos hiciéramos un poco más de Dios. Por eso el maestro se hizo siervo y lavó los pies de sus discípulos, y pescó con ellos, y sufrió con ellos, y murió como ellos, como nosotros... Y renunció a las riquezas, al poder, a la gloria que le ofrecía Satanás en el Desierto.

Y ofreció un camino de dolor, y de esperanza, y expulsó a los mercaderes del templo, y se juntó con lo peor de lo peor -lo mejor de lo mejor, hijos todos de su Padre- y nos dejó el Padre Nuestro, y las Bienaventuranzas, y la parábola de los Talentos. Y nos enseñó que todos somos responsables del Reino. Y que no hay una función más importante que otra...

... y nosotros que llenamos páginas y páginas hablando de un hombre que, en conciencia, ha decidido renunciar a un cargo, pero no a su condición de seguidor de Jesús. Lo cual hace más admirable a Benedicto XVI, y pone más peso a quien le suceda. Porque no es imprescindible, pero sí parece que inevitable, que haya una cabeza visible en esta Iglesia. Como si fuera necesario sustituir a Cristo, como si no fuéramos mayorcitos para equivocarnos. Para equivocarnos en comunidad, como Dios manda. Y para seguir caminando, de error en error, hacia esa Verdad que nos hace libres a todos por el hecho de sentirnos amados por el mismo Dios que nos creó y que nos sostiene. A todos. Del Papa abajo, a todos. O a arriba, que no sé bien.

O sí que lo sé, pero hoy no toca. Buenas noches a todos, que descanséis. También a ti, hermano Joseph. También a tí, hermano Jesús.
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