A ocho metros sobre Tierra... Santa

Les escribo desde Tel Aviv, cuando acaba la primera jornada de la peregrinación a Tierra Santa organizada al alimón por Ain Karen y Escuelas Católicas. La primera parada nos ha llevado al otro extremo del mismo Mediterráneo que moja las costas de nuestro país. De un lado al otro del Mare Nostrum siguiendo un "Curso Cartográfico de la Fe" de la mano de José Antonio Solórzano y Emilio Pinto. Viajando hasta encontrar lo que se ha dado en llamar "El quinto Evangelio".

Un viaje a las fuentes de la fe, a los lugares que pisó Jesús, allí donde nació el Hijo de Dios, donde vivió y se hizo hombre. Donde realizó milagros, llamó al amor y la solidaridad, donde fue perseguido por los guardianes de la fe y murió en la Cruz cargando con nuestros pecados. Una peregrinación que nos llevará a Jafa, Cesaria, Jaifa, Nazaret, Tiberiades, Mar de Galilea, Cafarnaum, Caná, el Monte de las Bienaventuranzas, Monte Tabor, el Jordán, el mar Muerto, Qunram, Jericó, Betania, Belén, Ain Karen y, cómo no, Jerusalén.



Pisaremos el mismo suelo que caminaron Jesús y sus discípulos. Aunque, en realidad, estaremos a ocho metros sobre la tierra, sobre la Tierra Santa, como rezan los descubrimientos arqueológicos y la propia realidad de la civilización humana, que siempre acaba construyendo encima de las culturas que la precedieron. Curiosa metáfora de la vida, y también de la Iglesia, ¿no creen?

Por el momento, Tel Aviv nos recibe con el mar en calma, un tremendo calor y muchos de sus establecimientos cerrados, pues este 15 de julio se conmemora la destrucción del Templo. Mañana, día del Carmen, tendremos la suerte de llegar hasta el Monte Carmelo y visitar la Stella Maris. En el aeropuerto, una auténtica "ONU judía", pues del 18 al 30 de julio tienen lugar los "Maccabiah", los Juegos Macabeos, una suerte de Olimpiadas para judíos.

Una ciudad, Tel Aviv, probablemente la más moderna de Israel, llamada por muchos la "capital gay" de Oriente Medio, donde contrastan el ambiente del paseo marítimo, donde no faltan jóvenes corriendo, bailando y españoles cantando, con las adustas vestimentas oscuras, coronadas por redondos sombreros negros y los bigudíes de los judíos ortodoxos. Tal vez el único rincón de este país donde establecimientos árabes conviven con tiendas judías, donde las costumbres relajadas de los hoteles se combinan con ascensores que automáticamente dejan de funcionar o frigoríficos que desactivan sus bombillas en Sabbath (ningún judío puede tocar un botón o encender una luz), donde lujosos hoteles comparten espacios con callejones oscuros.

Les dejo, por hoy, con la perspectiva del desierto de Galilea, del río en el que el Señor fue bautizado, a la espera de que los matrimonios que nos acompañan renueven sus promesas en la histórica Caná donde Jesús hizo su primer milagro; confiando en poder orar en mitad del lago de Tiberíades o en subir al Monte de las Bienaventuranzas. Les seguiremos contando esta peregrinación a las fuentes de la fe, allí donde Dios se hizo hombre para que los hombres pudiéramos hacernos más de Dios.
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