Lo medular en la fiesta de Navidad: Nova Nativitas  (I)

Voy a comentar el significado y contenido de la expresión nova nativitas, muy repetida durante las fiestas de Navidad.  Esta expresión pertenece al núcleo clásico de la liturgia romana. En castellano la traducimos como «nuevo nacimiento». Se repite varias veces en las oraciones del día de navidad. No resulta difícil, por otra parte,  adivinar en su textura la mano de san León Magno (390-461). En una de sus homilías,pronunciada en la fiesta de navidad, el papa León utiliza las mismas expresiones que luego aparecen en las oraciones del misal.

La expresión es extraña y ha dado lugar a interpretaciones diversas, no siempre acertadas. Mi pretensión, al acercarme a estos textos sagrados, es adivinar el sustrato teológico que les da soporte doctrinal, para luego aportar deducciones importantes sobre la identidad de la fiesta de navidad. Con este fin intentaré descubrir los entresijos bíblicos y patrísticos que dan marco contextual a esta expresión.

1)Voy a fijarme primero en los textos de oración donde aparece la expresión que pretendo interpretar. En la oración colecta de la misa del día: «Concéde, quǽsumus, omnípotens Deus: ut nos Unigéniti tui nova per carnemNatívitaslíberet; quos sub peccáti jugo vetústasérvitustenet». Y en la oración secreta de la misma misa: «Obláta, Dómine, múnera, nova Unigéniti tui Nativitáte sanctífica: nosque a peccatórum nostrórum máculis emúnda».

Un análisis medianamente serio exige que el tratamiento de los textos lo hagamos en latín. Por ello, me curo en salud desde el principio y presento mis excusas. Al abordar el texto de la oración, a bote pronto,  uno estaría tentado de orientar el análisis hacia el tema del bautismo (nuevo nacimiento), o de engancharse en la consabida tensión entre la novedad de la experiencia cristiana (novitas, nova luce) y la perversión de lo viejo (vetustas). Sin embargo, un análisis más ajustado de la expresión nos lleva por otros derroteros.

La evocación de un nacimiento nuevo (nova Nativitas) supone la existencia de otro viejo; o, si hacemos la valoración en clave cronológica, la referencia a un nacimiento nuevo nos remite a otro anterior, que precede al actual. Este está señalando con toda claridad al nacimiento de Jesús en Belén (Unigeniti tui Nativitas); este es el nuevo nacimiento, el de Jesús, un nacimiento carnal, temporal (per carnem). Tenemos a la vista dos nacimientos, uno temporal, según la carne, el de Jesús en Belén; y otro nacimiento, por contraste y deducción, eterno y celestial.

Una importante clave de interpretación nos la brinda el salmo que se canta como Introito en la misa de medianoche: «Dominus dixit ad me: Filius meus es tu, ego hodie genui te»  (Salmo 2, 9) [Él me ha dicho: Tú eres mi hijo; hoy te he engendrado]. En la misma línea el salmo responsorial en el antiguo misal recoge esta expresión:«Ex útero ante lucíferum génui te» (Salmo 109, 3) [Yo te engendré antes de la aurora]. En referencia a estos textos leemos en el comentario de la Biblia de Jerusalén: «Estas palabras se aplicarán por Hb 1,5, y luego por la tradición y la liturgia, a la generación eterna del Verbo». Y este es precisamente el sentido que la liturgia de navidad pretende dar a estos salmos al incorporarlos a la misa de la fiesta. Se corrobora además, de este modo, la alusión al nuevo nacimiento, el de Cristo, y al nacimiento eterno del Verbo en el seno del Padre.

2)Podemos dirigir ahora nuestra atención al testimonio de los Padres. Es significativo y apunta directamente al tema. Ofrezco primero un texto de san Juan Crisostomo (siglo IV): «Hoy aquel que ha sido engendrado de una forma inefable del Padre, nace por nosotros de una virgen, sin que yo lo pueda explicar.  El Padre engendra sin que su ser sea disminuido, la Virgen le pone en el mundo sin perder su integridad.  Ciertamente yo sé que la Virgen hoy ha dado a luz y creo que Dios fuera del tiempo engendra»  (San Juan Crisostomo, En el día de Navidad,  PG 56 387-388). A simple vista uno se da cuenta de que habla de dos nacimientos. Uno, «inefable»,«fuera del tiempo»,  por el cual el Verbo es engendrado del Padre; otro, el acaecido en Belén, por el cual Jesús nace de la Virgen María.

Proclo de Constantinopla (entre los siglos IV y V), insiste en la misma idea: «Jamás se podría explicar su generación: en el cielo es inefable, en la tierra es inenarrable; aquí y allá es inexplicable».  (Proclo de Constantinopla, Sobre la encarnación,  PG 65, 844). También éste habla de dos nacimientos, uno en el cielo, «inefable», y otro en la tierra, «inenarrable». Proclo se prosterna absorto ante el misterio y lo declara «inexplicable».

Hay que resaltar el testimonio clarísimo y explícito de san Agustín (334-430): «Nuestro Señor Jesucristo tiene dos nacimientos: el uno es divino, el otro humano, pero los dos son admirables; en el uno no hay mujer como madre, en el otro no hay hombre como padre.  La generación divina es fuera del tiempo, la concepción virginal se produjo en un día determinado».  (San Agustín, Sermón 13 para Navidad,  PL 38, 1019). Y en otro sermón: «Cristo ha nacido como Dios de su Padre, como hombre de su madre.  Ha nacido de un Padre sin madre, de una madre sin padre; de su Padre fuera del tiempo, de su madre fuera de todo concurso humano».   (San Agustín, Sermón 11 para Navidad,  PL 39, 1994).

Este es el entorno teológico en el que debemos interpretar tanto las oraciones litúrgicas de la Misa de Navidad como las palabras de san León Magno (390-461) que voy a citar a continuación. Hay que reconocer que se trata de un punto de doctrina común, asumido por todas las Iglesias, por el cual se reconoce la existencia de otro nacimiento, además del de Belén, transmitido en los relatos evangélicos. Es el nacimiento eterno del Verbo, Hijo unigénito del Padre, acaecido en el interior profundo e insondable de la vida íntima de Dios.

Este es el importante testimonio de León Magno: «Llegado ya el tiempo, amadísimos, que fue señalado para la redención de los hombres, entra en este mundo miserable Jesucristo, Hijo de Dios; baja de su silla celeste, sin perder la gloria que de su Padre recibe, siendo engendrado de un modo nuevo y con un nuevo nacimiento (novo ordine, nova nativitate generatus). De un modo nuevo, porque invisible en su esencia, se ha manifestado visible para nosotros; […] existiendo antes de los tiempos, ha comenzado a vivir en el tiempo. […] Fue asimismo engendrado con nuevo nacimiento (nova autem nativitate genitus est), porque fue concebido por una virgen, y nació de una virgen sin concurso de varón» (San León Magno, De la Natividad del Señor, Sermón II, PL 54, 195).

Voy a fijarme, primero, en el texto de San León Magno. La presencia explícita de expresiones tan significativas novus ordo y, sobre todo, nova nativitas, deja poco espacio para la duda. Nos encontramos, con toda seguridad, con la mano que redactó las oraciones de navidad que todavía conservamos en el Misal Romano. Es ésta una opinión compartida por la mayoría de los liturgistas.

Hay que resaltar igualmente el recurso a la dinámica de los contrastes a fin de poner en claro la diferencia entre los dos nacimientos. En este recurso abundan los testimonios que acabo de presentar: uno fuera del tiempo, eterno; otro temporal, encajado en la historia. Uno en el cielo, inefable; otro en la tierra, inenarrable. Uno divino, otro humano. En uno no hay mujer como madre; en el otro no hay hombre como padre. En uno Cristo ha nacido como Dios de su Padre; en el otro ha nacido como hombre de su madre. En uno Cristo ha nacido de su Padre, fuera del tiempo; en el otro ha nacido de su madre, fuera de concurso humano. En todas estas expresiones no sabe uno si admirar más la justeza doctrinal de sus afirmaciones o la agudeza ingeniosa del contraste.

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