Rouco convoca a la “generación de Benedicto XVI” en Madrid La ONU de la fe

(Jesús Bastante).- Era imposible contar todas las banderas, los tipos de hábito de religiosos y religiosas, los colores de las camisetas (predominaba la amarilla, la oficial, la que habrá de usarse en la misa de Cuatro Vientos), las gorras y los abanicos que se desplegaron esta tarde en torno a Cibeles. Decenas de miles de jóvenes (primero se habló de 200.000, después se subió a medio millón) se han dado cita para asistir a la misa inaugural de la JMJ. Una auténtica Torre de Babel, una "ONU" de la fe.

Por primera vez, la diosa Cibeles no fue la protagonista de la celebración en su plaza. Después de una mañana de paseos, turismo y "ocupación" de los rincones más emblemáticos de la capital -con inevitable parada en Sol incluida-, a partir de las cinco de la tarde, una organizada riada humana se fue acercando hasta Recoletos. Paraguas suizos y con los colores vaticanos competían con los blancos que, desde las siete de la tarde, coparon los aledaños del altar.

Argentinos, mexicanos, polacos, brasileños (Río acogerá la próxima JMJ), italianos, chinos (con y sin cámara) y españoles, muchos españoles, se fusionaban en un magnífico ejemplo de lo que debería ser la catolicidad. Luego, como sucede en este tipo de actos, algunos grupos mayoritarios (kikos, legionarios, etc...) se congregaron en los primeros rincones. En el medio, la estatua de la diosa griega, que no pudo competir con otra imagen, que presidía la Eucaristía. Otra mujer: la Virgen de La Almudena.

Hacía calor, mucho calor. Se produjeron algunos desmayos, alguna lipotimia... y no se paró de beber agua. El sofocante calor de Madrid pasó factura, pero la mayoría aguantó estoicamente la celebración.

Varios centenares de curas acompañaban al cardenal Rouco, los obispos de Madrid y varias decenas de obispos y cardenales que, desde las ocho, dieron comienzo a la misa. No sin cierta tensión, pues el micrófono de Rouco Varela no funcionaba. Los jóvenes contestaron a la avería, rápidamente solucionada, con un aplauso. Y finalmente, Rouco habló.

La misa se sucedió sin apenas interrupciones, con un respetuoso silencio, sólo roto por el espectacular coro de la JMJ y por la sonora ovación que se llevó un emocionado cardenal nada más comenzar su homilía. Fue una ceremonia sobria, sin grandes espectáculos. Medida en las formas, durante la misma se pidió que no se ondearan las banderas. Eso se dejará para la bienvenida al Papa. La de esta tarde-noche fue una misa de acogida, pero también de homenaje, a la figura de Juan Pablo II, el papa de muchos de esos jóvenes que estaban hoy en Cibeles y

que se llevó otro contenido aplauso al ser citado por el presidente del Episcopado español. Aunque, también, dejando claro una novedad: Estos jóvenes ya no son los Wojtyla-boys. "Vosotros sois la generación de Benedicto XVI". Y mañana, más. Y el jueves, mucho más, que viene el Papa.

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