Un camino válido para todos (25.8.13)

1. En las primeras comunidades cristianas no se habla de religión sino de “camino”, ya roturado por Jesús de Nazaret. Quienes recibían el bautismo, entraban en la comunidad y se ponían en camino. A veces olvidamos esta vocación original y reducimos el cristianismo a unas creencias en verdades formuladas y a unas prácticas religiosas que impone la Iglesia: “hemos comido y bebido contigo y tu has enseñado en nuestras plazas”. Hay sociedades que se dicen mayoritariamente cristianas; no faltan ritos, procesiones y signos externos. Da la impresión que se comen a los santos. Pero ¿es suficiente con tener estos signos en nuestras plazas, en nuestras calles y hasta en nuestras casas?

2. “Alejaos de mí, no sé quiénes sois”¿Por qué este rechazo si somos tan religiosos? Y Jesús mismo da respuesta: “porque tuve hambre y no me distéis de comer, estaba encarcelado y no me visitasteis, era emigrante y no me recibisteis en vuestra casa”. Cuando uno acapara riquezas mientras en la misma sociedad otros malviven en la miseria, esa riqueza es injusta. Cuando hay personas o grupos humanos oprimidos y discriminados, quienes se cruzan de brazos son culpables. Cuando llegan de otras regiones o de otros pueblos personas que buscan sobrevivir y cerramos las puertas, no seguimos el Camino abierto en la conducta histórica de Jesús. Aunque digamos que somos cristianos y guardemos las apariencias, no hemos entrado en el Camino.

3. Y el evangelio añade: “Vendrán de oriente y de occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios”. En todos los rincones del mundo muchos, practicantes o no de una religión, a veces sin conocer explícitamente la propuesta de Jesucristo, movidos por el Espíritu, “se ponen en Camino”. Se sientan y comparten en la misma mesa “con ciegos, cojos y lisiados”; con aquellos que nunca la sociedad judía eran invitados a un banquete; con todos aquellos humillados y ofendidos en nuestra sociedad. Es el criterio de humanización para todos, en el que deben unirse todas las religiones. Es el criterio decisivo propuesto por la Iglesia que debe hacer inolvidable a Jesucristo. Qué importante es recordar este criterio común de verdad cuando sufrimos tantas desigualdades e injusticias, cuando vemos que unos matan a otros porque cada uno se parapeta en su seguridad y se destruyen con rabia feroz, cuando hay ya un Camino abierto hacia la verdadera paz construida con el amor y la justicia.
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