Otra lectura de Laudato Si en Iglesia Viva Ivone Gebara: "Una Encíclica es apenas una carta, son los fieles los que la siguen o no"

(Iglesia Viva).-El último número de Iglesia Viva, "El cuidado de la casa común", coordinado por Sebastián Mora, tiene un elenco magnífico de autores para tratar un tema de absoluta actualidad. La Tierra, nuestra casa común, está en riesgo si no somos capaces de cuidarla para que tanto nosotros como nuestros descendientes podamos seguir disfrutando de esta maravilla azul en medio de la negrura del Universo.

Nos permitimos presentar uno de los artículos firmado por Ivone Gebara: Laudato Si': algunos desafíos teológicos para una mejor convivencia en el planeta. Se plantea la autora ciertos déficits y límites que tiene la encíclica del Papa Francisco sobre el cuidado de la casa común. Creemos que este artículo es una ayuda a pensar con más profundidad el pensamiento del magisterio en particular y de los cristianos en general sobre la ecología. Mostramos aquí la introducción al artículo. Quien quiera seguir leyendo puede hacerlo en iviva.org.
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Hay un hábito cultural muy común en las élites intelectuales católicas de comentar los textos papales para buscar en ellos la confirmación o la inspiración para los desafíos de nuestro tiempo. Esa búsqueda, más allá del valor que tenga el texto, se fundamenta de modo particular en la necesidad de obtener para nuestras acciones una legitimidad que procede de la máxima autoridad de la Iglesia Católica Romana. Dicho de otro modo, consideramos el texto de un Papa como la referencia magistral para las acciones de las comunidades católicas diseminadas por el mundo. Pasamos de la lectura del texto a las interpretaciones del mismo y al modo como aplicarlo a las diversas realidades que constituyen la vida de nuestras comunidades.

Actuamos como si el texto, más allá de las realidades que nos rodean y de las cuales cada uno y cada una somos, a su manera, actores y autores, nos pudiese dar respuestas o aliento para enfatizar en la importancia de actuar en una dirección o en otra. Queremos que el texto inspire una acción en favor de un objetivo esperado o que critique una situación que creemos insostenible para la vida humana en un contexto dado.

O incluso pretendemos convertir el texto en un marco histórico que indica una transformación en relación a posturas anteriores de las autoridades de la Iglesia, como si trajese una nove- dad anunciada para tiempos nuevos. Sucedió así, por ejemplo, con los documentos del Concilio Vaticano II, de las Conferencias de Medellín y Puebla en América Latina y con algunas encíclicas de diferentes pontífices. Pensamos en esos textos como marcos históricos que contienen síntesis y orientaciones para un tiempo nuevo que puede ser vivido mundialmente en las diferentes comunidades. Quienes lo afirman así, una vez más, son los intelectuales de la Iglesia o algunos líderes que se arriesgan a hablar en nombre del "Pueblo de Dios", creyendo que este mismo pueblo llevará adelante tan precioso mensaje.

No es solamente esta confirmación de orientaciones o de posturas pastorales y teológicas lo que se busca en el texto. Están también aquellos que los utilizan para criticarlos o para reforzar posturas conservadoras representadas por movimientos que podrían ser considerados políticamente de derechas. De éstos no me ocupo en este texto, pues sus acciones son bien conocidas en el pontificado de Francisco.

Lo que podemos constatar es que, después de unos años, se inicia la fase crítica del documento o de una encíclica diciendo que las cosas cambiaron y que en aquella situación no se consiguió percibir esto o aquello. Muchas veces polemizamos y en seguida pasamos a la fase de las relecturas, de los complementos, de los ajustes y mucho más. Este es un procedimiento que encontramos no solamente en las iglesias, sino en la historia de todas nuestras instituciones y de nuestros conocimientos.

Debemos considerar otra forma de lectura de los textos de la autoridad eclesiástica. Una lectura crítica inmediata al texto, que incomoda por su inmediatez y por representar una mirada contemporánea diferente sobre una realidad a la cual el texto se refiere. No se trata de negar o desvalorizar el texto o el documento en su conjunto, sino de abrirnos a una sensibilidad diferente que, por su diferencia, incomoda a los que buscan en los textos eclesiásticos nuevas seguridades para sus comportamientos habituales. Esta mirada subraya la perspectiva de aquellos a los que les hubiese gustado que el texto papal fuese un poco más allá, que introdujese nuevas formas de ver el mundo o la problemática sobre la que está tratando.

Mi reflexión no será la de una especialista científica en ecología en su diversidad de aportes, sino la de alguien que piensa el lugar de los seres humanos y de su vivencia religiosa, teológica, en referencia no solamente al texto del papa sino, sobre todo, frente a la compleja realidad que nos rodea y envuelve. Además, pienso esa realidad como mujer formada en la tradición católica, participante de la teología de la liberación, del feminismo y ecofeminismo en la complejidad de todas esas pequeñas, pero significativas, producciones culturales de nuestro tiempo.

Desde ese lugar, observo la vida de la Iglesia plagada de discursos contradictorios y de prácticas anacrónicas, expresiones de los conflictos de poder que existen y de los cuales, aunque no siempre lo admitamos, participamos. Basta constatar lo que los medios de comunicación han divulgado últimamente en relación a las reacciones de obispos y cardenales a las posiciones del Papa Francisco. Y no solo ellos, sino también grupos de laicos que se sienten profundamente incomodados con la proximidad del Papa a los excluidos del mundo.

Es entonces cuando nos damos cuenta de que una Encíclica es apenas una carta y que son los fieles los que la siguen fielmente o no si sus vidas ya están, de uno u otro modo, pautadas en esos valores o en otros. Una encíclica revela los conflictos internos que existen en el gobierno de la Iglesia y en las comunidades católicas, poniendo en evidencia que la autoridad del Papa es confrontada a la autoridad de otras fuerzas que actúan en la administración eclesiástica para que ciertas posiciones del pontífice sean, en cierto sentido, congeladas o terminen siendo inactivas en el seno de la comunidad católica.

Sin duda, en esa babel de poder, hay también otras fuerzas que confirman las posturas de Francisco y otras que quieren, incluso, que avance más aún. Todo esto nos permite darnos cuenta cómo somos conducidas/os por fuerzas y herencias que nos anteceden y por posturas que van más allá de las teologías vigentes, poniendo de relieve en nuestra propia reflexión la interdependencia, la mezcla, los conflictos y la relatividad de nuestros pensamientos.

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