Francisco Orofino: “la Biblia es el gran instrumento de liberación del laico”

Cuando se habla de Lectura Popular de la Biblia no se puede dejar de lado a Francisco Orofino, quien en compañía de Carlos Mesters y del equipo del CEBI, Centro de Estudios Bíblicos, por sus siglas en portugués, han sabido encontrar el camino para que en Brasil la Biblia haya llegado a la gente y ésta sea usada como instrumento cotidiano del trabajo pastoral.

La validez de su trabajo y de su metodología se comprueba en el hecho de que poco a poco se han ido traduciendo sus trabajos a las diferentes lenguas y que esta forma de acercar el texto Bíblico a la vida de la gente esté cada vez más presente en todos los rincones del mundo.

En esta entrevista, el biblista brasileño nos muestra la importancia de que la Biblia esté en las manos del pueblo, un fenómeno nacido del Vaticano II y en el que, en opinión de Orofino, no hay vuelta atrás. Al mismo tiempo, va desgranando las consecuencias que para la vida de la Iglesia en el día a día tiene, o podría tener, esa Lectura Popular de la Biblia.

¿Cuál es la importancia de la Biblia para la Iglesia católica hoy?

Si hay una conquista irreversible del Vaticano II, al menos en Brasil, es la Biblia en las manos del pueblo. Ha habido iniciativas del Vaticano II en las que ha habido retroceso durante los treinta y cinco años de los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, como ha sido la “reforma” de la Reforma Litúrgica o la reclericalización, la recentralización en el clero. Sin embargo es irreversible, al menos en nuestra perspectiva pastoral de Brasil, que es la Biblia en las manos del pueblo. Puede llegar el Papa más cerrado, que no va a conseguir volver atrás con esa conquista.

La Biblia en las manos del pueblo, en Brasil, es el gran gesto de liberación. Significa que el laico tiene en sus manos aquello que, según la propia Dei Verbum, es la fuente primera de la Revelación. Y si el laico tiene en sus manos la fuente primera de la Revelación y la lee a partir de su propia realidad económica y socio-política, ese laico está haciendo teología.

A decir verdad, la Biblia en las manos del pueblo rompió el monopolio de la teología, hasta entonces restringido al clero. Tener la Biblia en las manos del pueblo es un gesto de liberación de la teología clerical. Por eso, la Biblia en las manos del pueblo permite el avance en dos grandes cuestiones del Vaticano II que van a ser siempre foco de tensión, la cuestión de la desclericalización y de la descentralización.

Creo que Francisco, desde su experiencia latinoamericana, toca en esas dos teclas que él percibe que fueron los puntos flacos de las conquistas del Vaticano II. La descentralización, que él traducen en sinodalidad, y la desclericalización, sobre el que apunta tres grandes instrumentos pastorales para el proceso de desclericalización, el poder de decisión de los consejos pastorales parroquiales, los círculos bíblicos y las comunidades eclesiales de base. Por los tanto, veo la Biblia en el contexto pastoral latinoamericano como el gran instrumento de liberación del laico, como una cosa necesaria para que él pueda tener más poder de decisión en el proceso de caminar de la Iglesia.

¿Eso no crea ciertas disputas en el clero y los laicos?

Cualquier cosa va a crear disputas entre el clero y el laico. Si haces un curso de liturgia en una parroquia donde empieces a hacer la propuesta litúrgica del Vaticano II, que es el nuevo enfoque dado a la celebración eucarística, como cena y no cómo sacrificio, que es lo que decía Trento y que es lo que el clero continúa pensando, intentando recuperar como laico la dimensión de la cena del Vaticano II, el clero va a reaccionar. Lo mismo pasa en el campo de la Biblia, pues el clero tiene teología, pero no tiene Biblia, y cuando un laico va conociendo la Biblia va a enfrentar una barrera, pues el clero siente que no está capacitado para discutir con ellos.

Muchas parroquias hoy no admiten cursos bíblicos, ni círculos bíblicos, ni reflexión bíblica, porque perciben que la Biblia en las manos del laico es un importante instrumento de concientización del laicado. Poder es poder y o yo empiezo a combatir esas emancipaciones o yo pierdo mi poder, y el clero no quiere perder su poder. Por tanto siempre va a restringir las iniciativas laicas, sea en el campo de la liturgia o el de la formación, principalmente catequética.

En Brasil, según el Directorio Nacional de Catequesis, todos deben elaborar esquemas catequéticos vivenciales a partir de la Biblia. La mayor parte de las parroquias piensa que los esquemas catequéticos deben ser doctrinales a partir del catecismo. Muchas parroquias no admiten el uso de la Biblia, quieren el uso del Catecismo.

Está dando a entender con su respuesta que el clero ni conoce ni quiere conocer la Biblia. ¿Por qué esa falta de formación bíblica en los estudios teológicos, por qué esa falta de interés para estudiar la Biblia desde el punto de vista teológico?

Porque el clero es formado básicamente para dos cosas: administración de los sacramentos y económica. Por eso, un párroco tiene los dos puntos básicos en esa administración, en la de los sacramentos es el único que puede consagrar, en la económica es el único que firma el cheque. Si estás en una parroquia consagras y firmas el cheque, mandas.

Entonces, el estudio bíblico pasa como una cosa desapercibida, pues el clero no ve la Biblia como un importante instrumento de evangelización, porque no están interesados ni formados para evangelizar, sino que son formados para administrar. Ellos son sacramentalistas y constructores.

A partir de ahí, ¿podríamos decir que la Iglesia Católica es más judía que cristiana?

Para la institución, y eso vale para cualquier tipo de Iglesia, inclusive las más pentecostales, la fundamentación bíblica adecuada es el Antiguo Testamento. Si hablas de diezmo, Jesús nunca habló de eso, el diezmo es una institución del Antiguo Testamento. Nuestras Iglesias pararon en el Primer Testamento, rarísimas son las que viven el Segundo Testamento. No quiero decir que no existan y de hecho existen sacerdotes muy buenos, pero en términos institucionales, las Iglesias, aunque sea por necesidad, ellas se quedan en el Primer Testamento.

Partiendo de la Biblia, ¿Cómo sería posible apartarse de esa Iglesia vetero-testamentaria, piramidal, para construir una Iglesia más circular, propia del Nuevo Testamento, y que fue impulsada a partir del Vaticano II?

Soy sospechoso si hablo, porque ese es mi trabajo. Creo que la única manera de romper la vieja estructural piramidal, centralizada, son las comunidades eclesiales de base. Pero hay un problema muy serio en las comunidades eclesiales de base, pues éstas tienen una “caminhada” de cuarenta y cinco o cincuenta años y en la cabeza de muchos asesores, ellos piensan que las auténticas comunidades eclesiales de base son aquellas de los años sesenta o setenta. Tenemos que ver hoy quién está entrando en las comunidades eclesiales de base, qué es lo que está buscando, qué tipo de gente está buscando las comunidades.

Por eso creo que comunidad de base es la verdadera concretización del concepto de Iglesia que aparece en la Lumem Gentium, la Iglesia es el Pueblo de Dios congregado en nombre de la Trinidad Santa. Por eso tenemos que buscar pequeñas comunidades que van a hacer su vida, su catequesis, su liturgia, en pequeños núcleos. Pero al mismo tiempo sintiéndose en red. En ese punto, los pentecostales consiguen eso, son pequeños núcleos, pero tienen al mismo tiempo una conciencia de red de pertenencia. Cuando hay una convocación, ellos van todos.

Nosotros tendríamos que aprender de la pastoral de esas pequeñas comunidades. Pero eso sólo lo vamos a conseguir si hubiese de hecho una emancipación de los ministerios laicales frente al clero. En cuanto los laicos piensen, yo no voy a tomar la iniciativa de crear una comunidad en aquel lugar porque el padre todavía no me lo dijo, nunca vamos a avanzar. Por eso, pienso que tenemos que invertir siempre en aquello que es la gran conquista del Vaticano II y que es dicho innumerables veces, pero que nunca se concretiza, que es el llamado protagonismo de los laicos.

Veo como una bendición de Dios la carta que el Papa Francisco mandó al Cardenal Marc Oullet, para que el cardenal la remitiese a las iglesias latinoamericanas. Esa carta fue enviada en marzo y cuando llegó mayo y el Papa vio que el cardenal todavía no la había publicado, él mismo tomó la iniciativa de publicarla. En ella dice claramente que se habla mucho de que “llegó la hora de los laicos, pero la impresión que tengo es que el reloj se paró”. Por eso, pienso que nuestro drama hoy es como hacer avanzar el reloj, el protagonismo de los laicos. De decir que la hora de los laicos llego es algo de lo que estamos cansados de oír, pero cómo se concretiza eso. Creo que las comunidades eclesiales de base, como propuesta pastoral, todavía tienen su hora.

¿Qué es lo que paró o rompió ese reloj?

En primer lugar el movimiento de la historia, que es pendular. La historia de la Iglesia nunca va a ser rectilínea, uniforme y ascendente, sino pendular. Tuvimos veinte años, de 1958 a 1978, de una propuesta de Iglesia con Juan XXIII y Pablo VI. Después tuvimos treinta y cinco años de otra propuesta de Iglesia, con Juan Pablo II y Benedicto XVI. Ahora el péndulo está volviendo para el otro lado con Francisco. Creo que lo que Francisco está haciendo va a tener una continuidad. Tal vez no sea una continuidad natural, porque tampoco hubo una continuidad entre Juan XXIII y Pablo VI, los dos eran modelos de papado diferente.

Creo que Francisco está abriendo un espacio, colocando el péndulo de vuelta. Quien percibió que el péndulo llegó a su punto extremo fue Hans Küng, cuando escribió su último libro en el que decía que la Iglesia está enferma, haciendo un relato de la Iglesia como si ésta fuese un enfermo terminal.

Si Benedicto no tuviese renunciado, probablemente la Iglesia hubiese llegado a un momento extremo. Pienso que el propio Benedicto, con su gesto profético, dijo que ese modelo se acabó y había llegado la hora de encontrar otro camino, y ese camino es Francisco. Todo está volviendo y creo que ese movimiento de Francisco debe durar otros veinte años, pues es un péndulo, la caminada de Iglesia es pendular. Eso forma parte de la historia.

Has hablado de los círculos bíblicos, que es uno de los elementos que no pueden faltar en las comunidades eclesiales de base, a partir de la lectura popular de la Biblia. ¿Cómo repercute todo eso en la vida de quien vive su fe en las comunidades eclesiales de base?

En primer lugar quiero dar una respuesta más institucional. La Dei Verbum suscitó un desafío para todas las Iglesias. En ese desafío existen cuatro pasos que fueron dados. El primero poner la Biblia en las manos del pueblo, pues no tenía Biblia, ya que no formaba parte de la tradición católica tener Biblia. Un primer paso que todavía no llegó a todas las Iglesias, a todas las comunidades, que de hecho el laico tenga su Biblia para su uso personal, apropiarse de la Biblia para su uso personal. Y el hecho de tener la Biblia para uso personal, leerla, ese es un paso importante en la Pastoral Bíblica.

La segunda cosa que considero más importante es capacitar a agentes. Uno de los grandes esfuerzos que la Iglesia hizo en estos últimos años fue capacitar agentes de Pastoral Bíblica en todos los niveles, desde el nivel más primario hasta cursos de grado superior. El primer curso de Post-graduación en Biblia aquí en Brasil es de 1986, antes no había. La capacitación fue otro gran esfuerzo.

En tercer lugar, encontrar una metodología adecuada. La Lectura Popular de la Biblia es la metodología adecuada dentro de lo que pide la Pastoral Bíblica a partir de la Dei Verbum. En este punto debemos mucho a las varias contribuciones surgidas en el campo de la educación, aquí en Brasil, principalmente la propuesta de la educación libertadora de Paulo Freire. La gran contribución en el método de lectura bíblica, adoptado por el Centro de Estudios Bíblicos, el CEBI, a partir de aquella gran inspiración nacida de Carlos Mesters.

Pero tenemos que dar un cuarto paso, que la propia Conferencia Episcopal ya ha percibido, pero que está siendo difícil, que es la animación bíblica de toda la pastoral, lo que se está haciendo despacio. La primera vez que esto fue sistematizado, orientado y asumido institucionalmente fue en el Sínodo de 2008, pero hasta ahora las diócesis no tienen claro como dar ese paso.

¿Qué significa, de hecho, la animación bíblica de toda la pastoral?

Creo que sería el uso de la Biblia en cuatro grandes campos. Primero en la liturgia, y en este punto el clero tiene que meter en la cabeza que el pueblo tiene derecho a recibir en cada celebración el mensaje que está en las lecturas y no en la cabeza del padre. Por eso, ya en el Sínodo de 2008 había una petición unánime para que la Santa Sede diese orientaciones sobre homilética. Francisco acabó haciendo eso de una manera muy bonita en la Evangelii Gaudium, donde está muy claro, pudiendo decir que a partir de ahí no hace la homilía quien no quiere.

El segundo punto es el de la catequesis, pues tenemos que construir una catequesis vivencial, a partir de la Biblia y gradualmente abandonar la catequesis doctrinaria a partir del Catecismo.

El tercer punto serían las diferentes prácticas pastorales a partir de la Biblia, donde entrarían los círculos bíblicos.

Por último, y no por ello menos importante, la espiritualidad de los fieles a partir de la Biblia, como instrumento de espiritualidad, retiros bíblicos a partir de la metodología de la Lectura Orante de la Biblia. Creo que poco a poco vamos a comenzar a dar esos pasos, pero esos pasos nos muestran que tenemos muchas cosas por hacer.

A propósito de Carlos Mesters, siendo uno de sus principales discípulos y colaboradores, ¿Qué es lo que Carlos Mesters ha aportado aquí en Brasil a la Teología Bíblica, desde la Lectura Popular de la Biblia, y qué es lo te ha aportado personalmente?

Carlos tuvo dos intuiciones que son fundamentales, la primera es que debemos capacitarnos en la Biblia, lo que significa que tienes que estudiar mucho y en los mejores centros. Mesters es formado en Biblia por la École Biblique de Jerusalén, uno de los mejores lugares del mundo de estudio bíblico católico.

Ahora bien, tienes que capacitarte no para el mundo académico, sino que hay que formarse mucho para trabajar con el pueblo. El respeto a la gente es lo que pide su capacitación. Por eso Carlos es alguien que estudia mucho, lo que admiro de él, pero estudia mucho para trabajar con el pueblo, no para el mundo académico. Aprendí eso de él y le sigo en ese punto, me capacito mucho para trabajar con el pueblo. Tengo muchas reservas respecto al mundo académico.

La segunda cosa que encuentro importante en la vida y propuesta de Carlos es su capacidad de sistematizar sus trabajos y dar a esa sistematización la misma importancia que al mundo académico, que son las contribuciones populares. En un estudio académico, o en un artículo, Carlos puede escribir así, como dice un biblista importante de la École Biblique, así también dice doña María de Recife. Carlos pone la contribución académica al lado de la vivencia popular y sistematiza sus escritos a partir de esas dos fuentes. Ese es su gran secreto.

Al final la Biblia es el libro del Pueblo de Dios.

Exacto.

Y mucha veces pensamos que la Biblia es un instrumento académico.

Sí, y que debemos hacer tesis con ella. Creo, con todo respeto, que si se va a una universidad europea y se compra un libro, allí éste es un comentario al comentario hecho por un determinado comentarista. Es una repetición.

Siempre comparo el estudio académico de la Biblia con los indios mascando hoja de coca, que van masticando y dejándola en la boca. Al final el carrillo se hace enorme, pues van entrando nuevas hojas y la bola crece. Así es el estudio académico de la Biblia, de vez en cuando aparece una nueva hoja, pero lo ya acumulado continúa dentro de la boca.

Esa visión de la Biblia como el libro del pueblo es algo que falta en la Iglesia occidental, pues de hecho los pocos trabajos sobre la Biblia con grupos cristianos en Europa son traducciones del trabajo de Carlos Mesters.

¿Por qué falta ese trabajo en Europa?

Hay dos cosas importantes. Una vez hicimos un intercambio entre el Centro de Estudios Bíblicos y la Iglesia Luterana de Suecia. Ellos querían comenzar los círculos bíblicos y algunos equipos de Brasil fueron para Suecia. Allí se encontraron con una barrera que yo creo infranqueable. En la cultura europea la Biblia es un libro institucional. En el caso de los luteranos era enseñada en la escuela como una asignatura, en el caso de los católicos es un libro del clero. Por tanto el pueblo no siente la Biblia como algo suyo, y ese es el gran secreto de la pastoral bíblica aquí en Brasil.

Como aquí en Brasil nunca hubo Pastoral Bíblica y el pueblo nunca tuvo la Biblia en sus manos, tenía apenas una tradición oral de la Biblia desde la época de la conquista, el pueblo siente la Biblia como algo suyo, en cuanto que ningún europeo siente la Biblia como algo suyo, importante para su vida, para dar una dirección a su vida.

Por eso, esa Lectura Popular de la Biblia que hacemos en Brasil no tiene una producción pastoral académica, a pesar de que se respete mucho el trabajo de la Casa de la Biblia en España, por ejemplo, que tiene varias iniciativas interesantes, pero choca con la institucionalización del texto, que es del clero, institucional, de la Iglesia, el pueblo no lo siente como algo suyo, no busca. Aquí en Brasil no, el pueblo busca.
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