Monseñor Flávio Giovenale: “la vida es más importante que el oro”

Los atropellos que el actual gobierno brasileño está llevando a cabo contra el patrimonio público se han convertido en tónica general. El último capítulo de esta triste novela se ha producido en esta semana con la promulgación, este último jueves, de un decreto que libera la explotación mineral en una área de casi 47.000 kilómetros cuadrados entre los estados de Macapá y Pará, en plena selva amazónica, en aras de una recuperación económica cada vez más distante.

Se trata de una reserva creada en 1984, donde existen altas cantidades de oro, hierro, manganeso, tántalo y otros metales. La explotación mineral irá unida, sin ninguna duda, a la de madera y, una vez devastada la floresta, a la cría de ganado.

Junto con la diversidad natural, rica en diversas especies animales y vegetales, los grandes perjudicados serán los pueblos indígenas que habitan en la región, que verán como pierden los derechos conquistados en la Constitución de 1988, a pesar de las promesas del Presidente Temer, alguien a quien ya nadie cree, quien ha dicho que serán respetadas las normas de preservación ambiental, visión que ha sido contestada por expertos brasileños y de diversos países, quienes auguran que los efectos de la actividad minera serán sentidos de forma nefasta.

La Iglesia católica también se ha manifestado contra esta medida del gobierno. La diócesis de Macapá, en una nota asumida por el clero y líderes laicos, con la que se busca “lo mejor para nuestro pueblo, principalmente los más fragilizados”, partiendo de las palabras de la Laudato Si, en su número 189, defiende que “la política no debe someterse a la economía”. Por eso, no dudan en afirmar que la liberación de la actividad minera va a poner en riesgo la preservación del bioma amazónico, de los pueblos de la región y de los recursos hídricos, aumentando los conflictos por tierra.

La diócesis de Macapá critica igualmente “la falta de diálogo con la población local y los organismos de protección” por parte del gobierno y llama a “todos los cristianos a unirse en la defensa de la Casa Común, como nos pide el Papa Francisco”.

Monseñor Flávio Giovenale, obispo de Santarem, diócesis a la que, junto con Macapá, pertenece el territorio en cuestión, ha señalado, en entrevista a la edición brasileña de Radio Vaticano, que la decisión “nos pilló por sorpresa”, pues según el obispo, “nadie sospechaba y nadie esperaba que una de la reservas más antiguas de Brasil pudiese ser abierta a la explotación mineral, agrícola y de madera”.

Según Monseñor Giovenale, al interés comercial se une el interés político, “porque es una respuesta al apoyo que la bancada agrícola y del poder mineral dio contra la petición de destitución del Presidente Temer. Él está ahora pagando el apoyo que recibió para mantenerse en el poder”. La consecuencia será “el aumento de enfermedades y una verdadera masacre cultural, pues los pobladores de la región van a perder en pocos años su autonomía”.

Por eso, en opinión del obispo de Santarem, es necesario hacer presión, “porque el oro es importante dentro de la economía de un país, y de las empresas minerales, pero la vida es más importante”.

En la misma dirección se ha pronunciado el obispo de Marabá, diócesis que también está enclavada en la región amazónica, Monseñor Vital Corbellini, quien no duda en preguntarse “¿hasta cuando ocurrirán los desmanes contra la naturaleza y la vida de los pueblos indígenas?”. Por eso, afirma que “como personas de Iglesia y que creen en Jesucristo no podemos aceptar esos desmanes que van contra la vida del propio ser humano”.

En su nota, Monseñor Corbellini, alerta sobre las consecuencias del cambio climático, manifestadas en la región en que vive en la sequía, las altas temperaturas, la falta de lluvias y el bajo nivel de los ríos. Al mismo tiempo, recuerda que “el Papa Francisco habla de cultura ecológica, que no puede reducirse a una serie de respuestas urgentes y parciales para los problemas que van surgiendo como consecuencia de la degradación ambiental”, así como lo que la Iglesia de Brasil dice en las últimas Directrices Generales de la Acción Evangelizadora, que señala que “la explotación sin escrúpulos y consecuente devastación de la Amazonia exige de la Iglesia en Brasil mayor responsabilidad por esta macro región”, lo que debe conducir a una “presencia profética, valorando las culturas locales y estimulando una evangelización inculturada”.

Sin duda estamos ante un grave riesgo de aniquilación de una de las regiones mejor preservadas del Planeta, provocando consecuencias que no tendrían vuelta atrás. Las reacciones de la Iglesia de Brasil, a través de las notas de quienes viven su fe en esta región, es una muestra de profecía y de que la conversión ecológica a la que somos llamados por el Papa Francisco requiere este tipo de actitudes firmes.
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