Bergoglio no quiere pasar a la Historia como “el Papa que abolió el celibato obligatorio” 'Querida Amazonía': Tristeza y decepción, con un leve atisbo de esperanza

Misa conclusiva del Sínodo de la Amazonía
Misa conclusiva del Sínodo de la Amazonía

"Hay tristeza en amplios sectores de la Iglesia católica más comprometida y evangélica. Entre otras cosas, porque las expectativas eran altas y, por consiguiente, mayor la decepción"

"Benedicto, con su último no-libro, junto al cardenal Sarah, contribuyó decisivamente a darle el golpe de gracia a la posible decisión papal"

"Bergoglio no se atrevió a aprobar alguna mínima excepción al celibato, porque quizás considera que la institución eclesial todavía no está preparada para ello"

"La permanencia sin fisuras del celibato obligatorio sigue consagrando el clericalismo, uno de los grandes males de la Iglesia, contra el que Francisco combate sin cesar"

"Con su decisión, Francisco refuerza, sin quererlo, el polo rigorista, que se frota las manos, llama a la victoria y se autoconvence de que tiene poder y sabe ejercer la presión"

"Nuestra crítica a la decisión papal no quiere decir que vayamos a dejar de apoyar a Francisco y sus reformas. Seguiremos a su lado cueste lo que cueste"

El Papa Francisco no quiso o no pudo abrir un pequeño resquicio en la ley del celibato obligatorio del clero. Y, como es lógico, hay decepción y tristeza en amplios sectores de la Iglesia católica más comprometida y evangélica. Entre otras cosas, porque las expectativas eran altas y, por consiguiente, mayor la decepción. Se ha perdido una ocasión histórica única. Sólo queda el pequeño atisbo de esperanza de que un Sínodo (con la fuerza que esta realidad ha alcanzado en la primavera de Francisco) ha pedido oficialmente a un Papa que lo haga, que admita excepciones a la férrea ley celibataria clerical, aunque éste haya considerado que no ha llegado la hora.

“Que la petición venga de abajo”, le había dicho el Papa al obispo brasileño Erwin Kraeutler, cuando le propuso el problema. Fiel a su idea de construir una Iglesia sinodal, en la que las decisiones no se tomen solamente en las alturas vaticanas. Y, para hacer camino al andar, el propio Francisco convocó el Sínodo de la Amazonía en Roma.

Y del Sínodo salió la petición para abrir el sacerdocio a diáconos permanentes casados y el diaconado a las mujeres. Una propuesta que cumplía todos los requisitos y fue aprobada por la mayoría de los dos tercios de los obispos presentes en el aula sinodal. Y la propuesta rezaba así: “Proponemos establecer criterios y disposiciones de parte de la autoridad competente, en el marco de la Lumen Gentium 26, de ordenar sacerdotes a hombres idóneos y reconocidos de la comunidad, que tengan un diaconado permanente fecundo y reciban una formación adecuada para el presbiterado, pudiendo tener familia legítimamente constituida y estable, para sostener la vida de la comunidad cristiana mediante la predicación de la Palabra y la celebración de los Sacramentos en las zonas más remotas de la región amazónica. A este respecto, algunos se pronunciaron por un abordaje universal del tema”.

Querida Amazonia
Querida Amazonia

Pero ni así. Francisco no quiso ni pudo hacerlo. Bergoglio no quiere pasar a la Historia como “el Papa que abolió el celibato obligatorio”. Ninguno de los Papas 'modernos' quiso dar el paso. De hecho, Juan Pablo II, confesó: “Siento que la abolición del celibato sucederá; pero que yo no lo vea...” ¡Y la casa sin barrer!

Tampoco quiso hacerlo Francisco, porque ni su 'formateo' eclesiástico ni su praxis vital lo invitan a ello. Ya lo decía poco antes de ser elegido Papa: “Por el momento, yo estoy a favor de mantener el celibato, con todos los pros y contras que implica, porque son diez siglos de experiencias positivas más que de errores… La tradición tiene un peso y una validez”.

Y, además, creo que Bergoglio no quiso o no se atrevió a revisar la ley del celibato por temor a un eventual cisma eclesial. En la Iglesia, la comunión es ley suprema por mandato evangélico y cualquier ruptura, por muy eventual que sea y muy minoritaria, atenta contra esa petición del propio Cristo.

Aparte de no querer, creo que Bergoglio tampoco pudo. Es cierto que el 70% del “pueblo santo de Dios” está a favor del abolir el celibato obligatorio, en diversos porcentajes según los países. Pero la inmensa mayoría de la jerarquía está en contra. Excepto algunos episcopados, como el amazónico y probablemente el alemán, los demás no quieren oír hablar del tema. En esa corriente contraria se inserta el Papa Benedicto que, con su último no-libro, junto al cardenal Sarah, contribuyó decisivamente a darle el golpe de gracia a la posible decisión papal.

¡Vaya culebrón!
¡Vaya culebrón!

A pesar de su promesa de 'subir al monte' a rezar y mantenerse en silencio, el Papa emérito sigue alimentando, quizás bien a su pesar, el fantasma de los “dos Papas” enfrentados o, al menos, no coincidentes en algunas cuestiones debatidas, como el abordaje eclesial de la pederastia o, más recientemente, el tema del celibato de los clérigos.

Bergoglio no se atrevió a aprobar alguna mínima excepción al celibato, porque quizás considera que la institución eclesial todavía no está preparada para ello. Se sabe que una de las máximas de Francisco es “que el tiempo es superior al espacio”, es decir que prefiere iniciar procesos largos, lentos y costosos, que ocupar espacios de poder con decisiones personales que, evidentemente, tienen rango de ley. Pero, como decíamos, el pueblo está preparado, aunque la jerarquía no lo esté, incluido el Papa emérito y el propio Papa reinante.

Creo que algún día, no muy lejano, Francisco se va a arrepentir de no haber tomado la decisión de permitir la ordenación de los 'viri probati'. Porque las consecuencias de su decisión de mantener el actual 'statu quo' están siendo desastrosas para la Iglesia desde hace ya mucho tiempio.

Primero, porque enormes cantidades de creyentes van a seguir privados de la eucaristía, que es el centro y la base de la existencia del pueblo de Dios. Y las hostias consagradas seguirán llegando por avión a los diversos confines de la Amazonía, para ser repartidas en 'misas-no misas' oficiadas por catequistas o monjas, que ejercen como el clero de segunda división.

Celibato clerical
Celibato clerical

En segundo lugar, porque la permanencia sin fisuras del celibato obligatorio sigue consagrando el clericalismo, uno de los grandes males de la Iglesia, contra el que Francisco combate sin cesar. El clericalismo convierte al sacerdote en funcionario de lo sagrado. Y un funcionario sin celibato deja de ser un 'elegido', para asemejarse a los demás cristianos.

En tercer lugar, con su decisión, Francisco refuerza, sin quererlo, el polo rigorista, que se frota las manos, llama a la victoria y se autoconvence de que tiene poder y sabe ejercer la presión. Porque son pocos, pero ruidosos, bien organizados y bien engrasados con el dinero de sus terminales financieras de Estados Unidos y de otros países ricos del mundo, que no soportan un a un Papa que pone en riesgo y critica su sistema capitalista.

Y, por último, cunde la decepción entre las bases mayoritarias que apoyan las reformas de Francisco y se ven, de nuevo, frustradas por una decisión papal esperada con suma esperanza y que, de pronto, se ha convertido en un jarro de agua fría.

Nuestra crítica a la decisión papal no quiere decir que vayamos a dejar de apoyar a Francisco y sus reformas. Seguiremos a su lado cueste lo que cueste. Demostrando que, a pesar de que este punto concreto no haya querido o podido asumirlo, las líneas de fuerza de su pontificado reman en pro del Vaticano II, el Concilio que hemos defendido y por el que hemos apostado siempre.

Pro Francisco
Pro Francisco

Nos duele la decisión, pero la asumimos con discrepancia filial. Estamos con Francisco en las duras y en las maduras. Aunque no entendamos su decisión, seguimos pensando que Bergolgio es una bendición para la Iglesia y para la construcción del Reino.

Es evidente también que el Papa, queriendo huir de la tan denostada autorreferencialidad de la Iglesia, no quiso colocar el debate del celibato en el centro de su Exhortación. Porque el centro lo tiene que ocupar el corazón del documento. Y en ese núcleo está la lucha contra el “pecado ecológico”, que mata a los pobres y a la Tierra y la cuádruple conversión: pastoral, cultural, social y ecológica.

Para el Papa, es más importante y más urgente el Evangelio social que el clerical. Es más importante el grito desesperado de la naturaleza y de los pobres que el de las comunidades sin eucaristía.

Celibato
Celibato Agustín de la Torre

Con ser esto cierto, que lo es, el Papa sabe o debe saber que ni el propio Vaticano es capaz de marcar la agenda informativa de los medios. Ni de los grandes ni de los pequeños. Sólo de los que confunden información con propaganda. Y son los medios libres los que deciden cuál es el corazón y cuáles son las ramas de un documento.

Y está claro, que, en este caso y, aunque estén equivocados, a los medios les va a poder más la inmediatez de una medida eclesiástica que la advertencia del “pecado ecológico”. Entre otras cosas, porque el Papa es el jefe de la Iglesia católica y no el líder de una ONG internacional o de un organismo supranacional como la ONU. Sobre la casa común puede lanzar advertencias y hacer recomendaciones. Sobre su casa, toma decisiones. O no las toma. O las deja en el aire.

celibato
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