Un cónclave sin 'estrellas' ni claro favorito

Mañana comienza uno de los cónclaves más decisivos de los últimos tiempos para la Iglesia. Tras haber tocado fondo por los escándalos de la pederastia, del Vatileaks, del banco vaticano y del desgobierno de la Curia, la Santa Sede ve amenazada su autoridad moral, base y columna de su influencia social. Recuperar la credibilidad es la máxima prioridad de los cardenales a la hora de buscar un Sucesor a Benedicto XVI. Y no lo tienen nada fácil.

En el cónclave anterior, el de 2005, había dos figuras indiscutibles: Ratzinger y Martini. Dos grandes columnas de la Iglesia, queridas y respetadas incluso por los adversarios. Dos "pesos pesados" que encarnaban a la perfección los dos modelos o las dos sensibilidades eclesiales: la conservadora y la progresista.

En este cónclave, en cambio, no hay grandes estrellas. Son varios los papables, pero todos ellos están a la misma altura humana, intelectual y espiritual. No hay nadie que destaque por encima de los demás. De ahí que las elecciones estén absolutamente abiertas. Y serán muy reñidas.

Lo confiesa abiertamente el cardenal francés Barbarin: "La otra vez, había una figura como la del cardenal Ratzinger tres o cuatro veces superior a todos los demás. Hoy , no es así . La elección ha de hacerse teniendo en cuenta hasta 12 cardenales. Todo está abierto".

Y otro cardenal galo, el arzobispo de París, Vingt Trois, apunta a la "media docena de candidatos". No son especulaciones periodísticas , sino declaraciones de dos prestigiosos cardenales que también figuran en la rosa de los papables. Al menos, como candidatos sorpresa.

Puede pasar cualquier cosa. Pueden ganar Scola o Ouellet, los candidatos de los reformistas, pero también puede ser coronado Scherer, el del partido romano. Y si estos día partidos se bloquean entre sí , dado que el Papa tiene que salir con los dos tercios de los votos (77), podría sonar la hora de los outsider o de los tapados. Y hay varios.

El mejor situado, Schonborn, el cardenal de Viena, seguido del ceilandés Ranjith, o de los europeos Barbarin o Erdo. O del argentino Bergoglio o del español Cañizares, el pequeño Ratzinger, cuyo único hándicap es que no habla inglés. Pero podría aprenderlo con un buen profesor y un curso intensivo. La Iglesia se gobierna en italiano y en latín.

Un cónclave abierto, más trabajó para el Espíritu de Dios.

Lo que sí está claro, como dijo ayer el cardenal Schonborn, es que la renuncia del Papa provoco, entre los cardenales, una mayor fraternidad. Tras su gesto, las luchas de poder no tienen ya sentido, aunque algunos curiales las sigan promoviendo. Pero llevan el viento en contra. Se impone una búsqueda basada en la espiritualidad y en el servicio. Un Papa bueno, hombre de Dios y esperanza para el mundo.

Y a la escucha de los fieles. Que crea, de verdad, aquello del " vox populi, vox Dei". Un nuevo Papa Juan. A mi juicio, los dos mejores candidatos para cubrir ese papel serían el cardenal Bergoglio y el cardenal Schonborn. Pero doctores tiene...

José Manuel Vidal
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