"Yo digo que han resucitado a Franco", sentenció del diplomático antes de irse La 'venganza' del nuncio (al que el Papa Francisco no hará cardenal)

Renzo Fratini reunido con el Papa
Renzo Fratini reunido con el Papa

¿Fue un desliz? Parece poco creíble

Su frase sobre el proyecto del Gobierno de Sánchez de exhumar al dictador : "Yo digo que han resucitado a Franco... La catedral de La Almudena sería peor, en el sentido de que el motivo era evitar el enaltecimiento, que la gente vaya allí"

Su modelo eclesial es el de la vieja guardia del Papa emérito o el de su amigo, el otrora vicepapa español, cardenal Rouco Varela, al que obsequió con una sumisión total durante la década que pasó en España

«La venganza y el cangrejo de río, se sirven en plato frío». Frente al clásico refrán español, el Papa de Roma sentencia: «Nada de venganza ni de rencor. El 'me la pagarás' no forma parte del lenguaje del cristiano».

Renzo Fratini, representante papal en España durante la última década, optó por el refranero hispano y, unos días antes de abandonar su cargo por límite de edad, lanzó una bomba mediática que puede dinamitar las relaciones Iglesia-Estado. ¿Por qué lo hizo? ¿Cuáles son las causas que condujeron al elegante Nuncio italiano a despedirse de su cargo de una forma tan poco diplomática tras una carrera impecable?

«Han resucitado a Franco, dejarlo en paz era mejor», le dijo Fratini a Europa Press, a dos días de dejar el cargo y con terminología religiosa, señalando con el dedo al Ejecutivo socialista y a su intento de exhumar al Caudillo del Valle de los Caídos. Y, después de lanzar esta carga de profundidad contra el Gobierno, relativizó o puso en duda el carácter dictatorial del franquismo: «A Franco algunos lo llaman dictador, algunos dicen que ha liberado a España de una Guerra Civil, que ha solucionado un problema. No continuemos peleándonos sobre si tenía razón o culpa», dijo.

Las reacciones no se hicieron esperar. La vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, elevó una «queja formal» al Vaticano por la «injerencia» del nuncio en un asunto interno y, además, amenazó con modificar la fiscalidad de la Iglesia. Roma tratará de sacar hierro al asunto hilando diplomáticamente mucho más fino que su nuncio, pero sabe que Fratini le deja un marrón considerable a su sucesor en la legación apostólica de Madrid.

En Secretaría de Estado, el organismo del que dependen directamente las nunciaturas, no sentó nada bien la salida de tono de su diplomático. Tanto que le instó a rectificar. A regañadientes, Fratini lo hizo sólo formalmente, en una entrevista a la revista Vida Nueva, publicada el jueves pasado. En ella, se lamenta -«si mis palabras han generado cierta polémica»-, pero insiste en que se limitó a sostener la tesis del Vaticano sobre la exhumación de Franco, al tiempo que aprovecha para reafirmase en lo dicho: «Si piensan que la Iglesia es franquista, se equivocan».

Indignado el Vaticano por la no rectificación explícita de Fratini, este mismo jueves, el Papa le aceptó la renuncia fulminante al nuncio, tan sólo dos meses y cuatro días después de haberla presentado oficialmente por límite de edad y el mismo día en que el Gobierno español presentó una queja formal ante el Vaticano por sus críticas a la exhumación de Franco.

Se va el nuncio sin dar su brazo a torcer y rompiendo la dinámica de una trayectoria perfecta, marcada por la discreción y el silencio. Tanto que los obispos españoles le llamaban el mudo. ¿A qué se debe este borrón final en el expediente hasta ahora impoluto de uno de los mejores diplomáticos de la Santa Sede?

¿Fue un desliz? Parece poco creíble. La Academia Pontificia Eclesiástica de Roma, donde se forman los embajadores de la Santa Sede, enseña a decir siempre lo que debe decirse, y a callar siempre sobre el resto. El arzobispo Fratini es un producto ejemplar de esa escuela, con nota sobresaliente y una carrera posterior de envergadura.

Pakistán, Indonesia...

Hijo de una familia bien, tras ordenarse sacerdote, hizo Derecho Canónico. Tras recorrer medio mundo en distintas legaciones vaticanas (los aprendices de nuncio sólo pueden estar tres o cuatro años en la misma nunciatura), alcanzó el máximo rango diplomático. En 1993, de la mano de Juan Pablo II, se convierte en su representante en Pakistán. De ahí a Indonesia y, después, a Nigeria para culminar su carrera en Madrid, a donde llegó, en 2009, nombrado por Benedicto XVI.

Madrid es una nunciatura de término o el sueño dorado de la alta diplomacia vaticana. No en vano se trata de la más importante del mundo después de la de París. Entre otras cosas, porque suponía (al menos, hasta la llegada de Francisco) el acceso al birrete cardenalicio. Y la púrpura es el sueño de todo diplomático que se precie.

Birrete cardenalicio
Birrete cardenalicio

De hecho, así fue hasta 1986, con los nuncios Dadaglio e Innocenti, en la etapa de Tarancón como presidente de la Conferencia Episcopal. Antes sobresalieron Cicognani, Antoniutti y Riberi, durante la dictadura nacionalcatólica de Franco. De los tres antecesores de Fratini, dos se quedaron sin capelo. Mario Tagliaferri porque murió antes de la jubilación y Lajos Kada porque enfermó gravemente y falleció al poco de jubilarse. Pero la costumbre, que en la Iglesia hace ley, continuó con Monteiro de Castro, el nuncio del caldito, que también consiguió el birrete.

Y la púrpura ha sido la manzana de la discordia. Y es que la reacción de Fratini sólo se explica por un desacuerdo de fondo con el Papa Francisco y por un agravio personal. Antes de que se le aceptase la renuncia, Fratini se reunió con el Papa dos veces: el 1 de abril y el 13 de junio. Tras las dos audiencias, sobre todo la primera, le quedó claro que Francisco no le iba a nombrar cardenal. Bergoglio hacía trizas esta costumbre, como tantas otras. Para romper el escalafón y acabar con el carrerismo eclesiástico.

Fratini se sintió profundamente agraviado y estalló, dejando traslucir públicamente su rebote contra el Papa y contra la diplomacia vaticana, que no había defendido su derecho al birrete. Al agravio personal hay que añadirle el profundo malestar que siempre sintió por las reformas de Francisco (en privado, hacía bromas sobre la primavera y los primaveras) y por su pontificado.

A Renzo Fratini nunca le gustó «oler a oveja», como pide el Papa Francisco. Y mucho menos, abandonar los «principios innegociables» de la época de Benedicto XVI. Se resistía a dejar el concepto de Iglesia faro y guía de la sociedad -aunque, a veces, tuviese que convertirse en fortaleza asediada-, para, como quiere el Pontífice actual, caminar hacia una Iglesia «en salida», «hospital de campaña» y «madre más que maestra».

Su modelo eclesial es el de la vieja guardia del Papa emérito o el de su amigo, el otrora vicepapa español, cardenal Rouco Varela, al que obsequió con una sumisión total durante la década que pasó en España. Más aún, el propio Fratini sabía, en su fuero interno, que había perdido el apoyo de las altas esferas romanas.

Y de hecho, ha tenido que tragar muchor sapos desde la llegada de Francisco al solio pontificio. Por ejemplo, las ternas de obispos que confeccionaba y mandaba a Roma ya no eran tenidas en cuenta. En una ocasión, llamó a monseñor Herráez, para decirle, con un día de antelación, que iba a ser el nuevo arzobispo de Zaragoza. Un nombramiento in pectore que sólo duró un día, porque, al siguiente, Roma nombró para la sede del Pilar a monseñor Jiménez Zamora. Han sido agravios sufridos en silencio, hasta que, al final, Fratini explotó. No será cardenal, pero se quedó a gusto.

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