No llorar por los acontecimientos pasados que permitieron la existencia real sino, desde el cabal conocimiento del mismo, mirar al presente. Bendito pasado para construir un presente mejor

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En suelo patrio, en los últimos tiempos, algunos nos bombardean con un revisionismo de presuntas acciones pasadas como si los actuales fuéramos responsables de lo que pudieran hacer, o no, nuestros antepasados. Es evidente que no existe responsabilidad penal alguna, porque esta es personal, pero tampoco histórica ni ética pues los tiempos han cambiado y no es posible valorar lo de antaño con presupuestos mentales de la actualidad: tempus fugit.

En todo caso, no solo hay que poner en duda la historicidad de unos actos que, con demasiada frecuencia, no resisten una mínima confrontación o no se han acreditado como generalizados, sino que por el contrario hay que «festejar» el pasado tal y como fue, con los errores y aciertos cometidos tanto al interno como allende los mares.

Repensar el pasado como una forma tridimensional del tiempo (pasado-presente-futuro), como una losa arraigada en las conciencias actuales, es un error que aboca a un pesimismo antropológico y que destierra el presente como lo verdaderamente mejorable. Desconocer el pasado, también, nos haría volver a cometer los mismos errores cuando los hubiera.

Vivir-el-presente-

La existencia real, de todos y cada uno de los presentes, es consecuencia de cómo se desarrollaron los acontecimientos pasados y cualquier modificación de los mismos hubiera dado lugar a la existencia de otros, pero no de los actuales hombres y mujeres y sus circunstancias que pueblan la tierra. Ello significa no llorar por los acontecimientos pasados que permitieron la existencia real sino, desde el cabal conocimiento del mismo, mirar al presente.

Esta postura de perspectiva óntica, tiene como base el realismo existencial, tal y como desarrolló Alfredo Rubio en los años ochenta, que invita a las personas a asumir libremente la condición humana con todos sus límites y potencialidades. Al conocer y aceptar desde su raíz la propia existencia, las personas pueden desarrollar sus capacidades de modo más realista y pleno. En definitiva, si la cosa más importante que tiene el ser humano es su existir, ¿por qué desdeñar el presente con vacuas visiones del pasado y vanas pretensiones para el futuro? A la postre los prejuicios ocultan la verdad de nuestra existencia aquí y ahora, toda vez que la Historia no explica el pasado, sino que explica el presente, con el devenir de los múltiples acontecimientos que han ocurrido hasta el día de hoy.

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Como nos indican las ciencias, entre ellas la biología, todo aquello que ha sucedido ha propiciado la existencia de los presentes, en la que no caben como sucede con Raskolnikov, en Crimen y castigo, el remordimiento y la angustia que se sobreponga al sí a la existencia. Las decisiones personales, fundadas en una ética mundial, deben mirar al presente conociendo y mejorando el pasado para que este mismo presente se justifique en sí mismo, sin que aparezca el vértigo de la existencia.

Cualquier modificación que se hubiera producido en el pasado, en nuestra biografía familiar, no habría permitido nuestra existencia, por lo que trabajemos por el presente, el único periodo temporal que nos ha sido dado.

No puede caerse en la emotividad o sentimentalismo sino que, desde una posición del saberse contingentes y consecuencia de un pasado, construir un presente mejor.

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