Chilpancingo-Chilapa bien vale una misa




¨*Conferencia del Episcopado Mexicano da espaldarazo a Mons. Salvador Rangel Mendoza, obispo de Chilpancingo-Chilapa.

Guillermo Gazanini Espinoza / Respetuoso y cordial, así fue el encuentro entre los obispos de México, el Secretario de Gobernación, Alfonso Navarrete Prida, y los responsables de asuntos religiosos del país, el lunes 9 de abril, previo al inicio de los trabajos de la 105 Asamblea de la Conferencia del Episcopado Mexicano que concluye el viernes 13 con la pasarela de candidatos a la presidencia de la República.

Era quizá de los temas más tensos de la agenda de la CEM, en particular por las controversias en torno a la reunión del obispo de Chilpancingo-Chilapa, Mons. Salvador Rangel Mendoza, con algún grupo delincuencial durante la semana santa. Señalado por haber pactado con el crimen y contra la ley, la Secretaría de Gobernación habría decidido investigar las circunstancias de los hechos para determinar la aplicación de sanciones al obispo originario de Michoacán. Navarrete Prida iniciaría contactos con los obispos del consejo de la Presidencia de la CEM y el Cardenal Arzobispo Primado de México para esclarecer el asunto.

Desde la semana santa hasta el inicio de la 105 Asamblea, el ambiente en torno al caso fue subiendo de nivel y hasta políticos en campaña clamaron por la aplicación de castigos ejemplares contra el controvertido prelado. El 5 de abril, el responsable de la política interior sostuvo una reunión con integrantes de la Comisión Bicameral de Seguridad Nacional para discutir y determinar los protocolos de seguridad de candidatos, no pasó desapercibida la cuestión de Chilpancingo-Chilapa. Después de la encerrona legislativa, el secretario afirmó que los hechos se investigarían para aplicar las medidas correspondientes: “Podemos respetar y entender la buena voluntad de cualquier actor social, al que mucho respetamos, pero como gobierno no existe posibilidad alguna de negociar la ley” diría a los periodistas.

Mucho respeto; sin embargo, no se entregó la cabeza de Rangel Mendoza en bandeja de plata, por el contrario, en la conferencia de medios del jueves donde se dio a conocer el mensaje al Pueblo de Dios, el secretario general, Mons. Miranda Guardiola, destacó el espaldarazo a las acciones del obispo hijo de San Francisco de Asís dignas de un “pastor valiente”. Secretario general y vocales del Consejo de la presidencia de la CEM revelaron que “el Secretario de Gobernación es consciente de la complejidad del estado de Guerrero, de los lugares donde Mons. Rangel trabaja, donde no existe control por parte de la autoridad”.

El reconocimiento de estas condiciones revela la gravedad del asunto y cómo, por prudencia política y para no levantar un conflicto mayor con los obispos, la Secretaría de Gobernación decidió “tolerar” a Mons. Rangel como último recurso ante el derrumbe de la seguridad.

Y también fue el episodio que reveló otro fracaso. En noviembre de 2013, en la 96 Asamblea Plenaria de la CEM, el antecesor de Navarrete, Miguel Ángel Osorio Chong, hoy en las listas del PRI para ocupar un escaño en la Cámara alta, habría pactado un trabajo conjunto de comunicación con el episcopado para “la apertura de canales” de manera que la Iglesia fuera actor en el abatimiento del crimen y la violencia particularmente en Guerrero, Michoacán y Veracruz. El acercamiento tenía razones fundadas. En aquélla ocasión el episcopado mexicano había cerrado filas en torno a otro pastor que denunció las condiciones alarmantes de seguridad en Michoacán además de la corrupción y la apropiación total de la entidad por parte del crimen organizado: Mons. Miguel Patiño Velázquez, obispo emérito de Apatzingán.

La promesa era la atención directa del secretario a todas las denuncias de los obispos para proteger a los clérigos y fieles. Aprovechando esa coyuntura, Osorio Chong quiso endulzar el encuentro presentando la estrategia nacional de seguridad la cual, a la fecha, tiene más fracasos que logros cuando las cifras de la Secretaría de Gobernación en torno a la comisión e impacto de los delitos fueron maquilladas por órdenes del político hidalguense y de algunos gobernadores cuyas entidades están en este desastre según organizaciones de la sociedad civil involucradas en el tema de la seguridad.

La CEM designó interlocutores directos con Gobernación lo que recayó en quien fuera el secretario general, hoy obispo de Matamoros, Mons. Eugenio Lira Rugarcía, cuya diócesis trabaja en la conformación de protocolos de seguridad en parroquias y comunidades tamaulipecas. El prelado de origen poblano hablaría de relaciones de colaboración con las autoridades para reparar el tejido social en Michoacán y Guerrero.

Más adelante, Mons. Carlos Garfias Merlos, anterior Arzobispo de Acapulco, y artífice de los Talleres de la paz para la reconstitución del tejido social en Guerrero, habría revelado la capacitación a sacerdotes de la Arquidiócesis por parte de agentes de la Policía Federal en temas de prevención del delito y cómo actuar con protocolos definidos en caso de situaciones donde se comprometa la integridad personal, además de negociaciones con las fuerzas armadas -Ejército y Marina- en Guerrero para hacer más efectivas las labores de protección a la población.

Las conclusiones son evidentes. Involucrar al episcopado para hacer un trabajo de presunta coordinación que, en realidad, no tuvo el impacto deseado cuando Osorio lo ofreció como un ejemplar remedio de cooperación con la Iglesia católica.

Las promesas fallaron y buenas intenciones quedaron sólo en eso. Ahora se deja entrever una vía libre y de justificada tolerancia cuando obispos y sacerdotes actúen como lo hace Mons. Rangel en Chilpancingo. Llama la atención que en el México violento, un pastor se constituya como puente para impedir la destrucción y proliferación del mal ante la fractura del Estado en una de las obligaciones primordiales, garantizar la seguridad de los ciudadanos. El Secretario de Gobernación no tiene más remedio que reconocer que la autoridad secular perdida cede paso al poder moral eclesiástico como tabla de salvación de regiones enteras asoladas por el mal.

Navarrete Prida condesciende ante la Iglesia para no enrarecer más el clima en medio del atolladero que significan las elecciones presidenciales para su partido cuando el fracaso es evidente: La paz no regresó a los caminos y comunidades de México. Chilpancingo-Chilapa bien vale una misa.

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