Sentarse y escuchar

Preciosa tarea la de renunciar a la prisa, estarse quieto y hacer pausa

Busco apoyos para promover a María de Betania como patrona del colectivo numeroso al que pertenecemos los religiosos/as mayores, también  calificados como tercera edad, chicos/as de oro, ancianos/as o viejos/as. La idea me vino al caer en la cuenta hace poco de que en la escena de Lc 10,38-42 lo que se dice de María es que estaba sentada y escuchando. Como el Evangelio no habla de su edad, me permito la licencia de imaginarla mucho mayor que Marta, un poco cascada de salud y recibiendo desde su sillita baja a Jesús recién llegado.  –“Perdona que no me levante, hijo, pero es que este dichoso reúma me tiene baldada. Anda, siéntate tú también y háblame de cómo te va todo y qué cosas vas contando por ahí…Y no bajes la voz porque entonces no te oigo.”  Algo muy bueno debe haber en eso de  sentarse y escuchar porque así estrenó Jesús su vida relacional y así lo encontraron sus padres en el templo: sentado y escuchando  (Lc 2,46)

Estar sentado significa, entre otras cosas, renunciar a la prisa, estarse quieto, hacer pausa y todo eso nos cuesta porque, seguramente, hemos vivido gran parte de nuestra vida con un ritmo acelerado y lo de frenar lleva su tiempo. Algunos se resisten tanto que se ganan la etiqueta de refunfuñones y enfadosos: “Fray Lucas brama porque ya no tiene acceso a informaciones de primera mano”; “Sor Águeda proclama que la han obligado a jubilarse”; “el Hno. Matías pone palitos en la rueda al joven que lo ha reemplazado”; “la Hna. Adoración repite una y otra vez el estribillo ‘con lo que yo he trabajado y verme así, sin hacer nada…”

 “Despacio, no tengas prisa - decía Juan Ramón Jiménez -  que donde tienes que ir es a ti mismo”. Pero ese “ir-a-sí-mismo” supone parar para asumir la propia existencia, habitarla y comenzar a negociar los cambios que el paso de la edad introduce en ella. Nos guste o no, estamos ante una etapa diferente de las anteriores en la que, junto a evidentes pérdidas, se nos presentan nuevas oportunidades. Y necesitamos afrontarla desde una actitud de radical confianza, algo así como si le firmáramos a Dios un cheque en blanco en el que le expresamos que, sea como sea este tiempo, estamos seguros de su presencia y su compañía. Y como cuesta firmar ese cheque, nos conviene sentarnos.

Escuchar podría ser otra “especialidad de la casa” de la gente mayor si nos ponemos a dedicar tiempo, disponibilidad, apertura y un cierto vaciamiento de lo  propio para entrar en lo de otros. Qué maravilla si llegamos a ser como esas personas a las que uno se acerca como a un rincón inundado de sol en invierno.  Como somo tantos, el consumo energético bajaría de manera considerable y nuestras comunidades estarían mucho más caldeadas. Vale la pena intentarlo…

 Vda Religiosa, Noviembre 2023

Volver arriba