Lectura y vivencia del Evangelio desde el Cubo de Don Sancho. Salamanca. España La hospitalidad de Marta y María. Acción y contemplación

Marta y María. Acción y contemplación
Marta y María. Acción y contemplación

Domingo XVI Tiempo Ordinario. Ciclo C. Lc 10,38-42. La hospitalidad. El descanso. Equilibrio entre acción y contemplación, trabajo y oración, escucha de la palabra y compromiso.

La hospitalidad en esa época en los pueblos orientales era una de las claves de la convivencia humana y en el Antiguo Testamento tiene además un fuerte contenido religioso

Esta virtud de la hospitalidad, que hoy no se valora tanto como antiguamente, deberíamos recuperarla

El episodio que leemos hoy, en este domingo XVI del tiempo ordinario, del evangelio de San Lucas, es continuidad del que leíamos el domingo pasado. Jesús va camino de Jerusalén y Lucas nos narra las instrucciones que da a los discípulos y las enseñanzas que va dando por el camino, que tienen origen en muchos casos, como el domingo pasado y este, en los diálogos con las personas que se encuentra por el camino.

En esa ocasión Jesús está ya cerca de Jerusalén, en la aldea de Betania, donde viven tres hermanos muy amigos suyos, Lázaro, Marta y Maria, que aparecen en otros episodios de los evangelios y en cuya casa suele quedarse a descansar.

Tres son los temas que nos ofrecen las lecturas de este domingo para nuestra reflexión: la hospitalidad, común al evangelio y a la primera lectura del libro del Génesis; la necesidad del descanso, de las vacaciones para no caer en el agobio y el nerviosismo y recuperar la paz, y por último la complementariedad y equilibrio entre la acción y la contemplación, el trabajo y la oración, el compromiso y la escucha de la de la palabra. Dos dimensiones que son inseparables como las dos caras de una misma moneda. Las dos son necesarias, deben ir al unísono y con un equilibrio entre una y otra.

La primera lectura del libro del Génesis nos narra la hospitalidad que tiene Abraham con unos desconocidos que llegan donde él está, sentado a la sombra de la encina de Mimbre. Es un día caluroso que invita a estar en la sombra descansando pero Abraham, al ver a los tres caminantes que se acercan donde él está, no duda un momento y enseguida se levanta y se dispone a acogerlos.

La hospitalidad en esa época en los pueblos orientales era una de las claves de la convivencia humana y en el Antiguo Testamento tiene además un fuerte contenido religioso. En aquel tiempo creían que la persona que viene a su casa es enviado por Dios y por eso debe recibirlo como si fuera el mismo Dios. A nosotros nos sorprenden hoy los gestos que hace Abraham, que eran los normal en aquella época: se postra en tierra, les pide que no pasen de largo, les ofrece agua para que se laven los pies del polvo del camino y luego los agasaja con todo tipo de comida: pan, un ternero guisado, queso fresco y leche. Los visitantes, que resultan ser enviados de Dios, van a responder a la hospitalidad de Abraham prometiéndoles que su esposa Sara, anciana y estéril, tendrá un hijo.

Hospitalidad

En el evangelio también aparece este tema de la hospitalidad. Marta y Maria, las hermanas de Lázaro, acogen a Jesús en su casa de Betania. Jesús va cansado del camino y siempre encuentra en esta casa de la pequeña aldea cercana a Jerusalén, un lugar para descansar del camino, recuperar fuerzas para continuar, y recuperar la paz que a veces perdía por las dificultades de la misión.

Como en el caso de Abraham las dos hermanas van a ser realmente las beneficiarias de esa acogida que hacen de Jesús. Por eso esta virtud de la hospitalidad, que hoy no se valora tanto como antiguamente, deberíamos recuperarla redescubriendo que abrir nuestra casa y sobre todo nuestro corazón, a todas las personas que necesitan acogida, a quien beneficia más es a nosotros mismos porque siempre recibimos más de lo que damos.

En segundo lugar del dialogo de Jesús con Marta y Maria no se deriva, como hacen algunos, la conclusión de que Jesús contrapone la acogida de las dos hermanas, valorando más lo que hace Maria, que se sienta a sus pies para escucharlo, que lo que hace Marta, afanándose para prepararle la comida. Alguna interpretación errónea que se ha hecho de este episodio es concluir que Marta representa la vida activa, mientras que Maria refleja la vida contemplativa y que Jesús valora más esta que la otra. Semejante conclusión del texto de este domingo no es correcta pues en otros episodios del evangelio, empezando por la parábola del Buen Samaritano que leíamos el domingo pasado, Jesús hace una llamada a la actividad. También los evangelios dejan constancia repetidas veces de la intensa actividad del Señor.

Jesús no desprecia la acogida de Marta sino su modo de trabajar, nerviosa, bajo la presión de demasiadas ocupaciones. Jesús alerta a Marta, y a todos nosotros del peligro de vivir absorbidos por el exceso de actividad, apangando en nosotros, la paz y contagiando nerviosismo y agobio más que acogida, paz y amor.

La prisa

Jesús nos previene a todos y a la Iglesia de comprometernos en muchas cosas, cayendo en la agitación y el nerviosismo, sin dejar espacios y momentos para conocer a Jesús, escuchar su palabra y alimentarnos de su evangelio. Nos podemos encontrar en la Iglesia y en la sociedad en general con personas y grupos que hacen muchas cosas pero están agobiados, han perdido la paz y lo que transmiten es malhumor, irritación y anti testimonio.

Por eso todos necesitamos el descanso, las vacaciones, cambiar de actividades y recuperar la paz, el descanso del cuerpo y el sosiego del espíritu. El descanso, el silencio, el hacer un alto en nuestras ocupaciones habituales, nos ayuda a descubrir cuáles son las cosas importantes a las que les hemos dedicado poco tiempo empobreciendo nuestra vida y que las necesitamos para encontrarnos con nosotros mismos, con nuestra propia verdad y ver las cosas tal como son.

En segundo lugar el tiempo de descanso, de vacaciones es una ocasión para dedicarlo a los demás, los familiares, los amigos a los que normalmente no les dedicamos el tiempo que deberíamos. En tercer lugar el descanso es necesario para hacer silencio y encontrarnos con Dios fuente última de la paz y fuerza para el camino.

El tercer tema que nos plantea el episodio evangélico de este domingo es que no solo no debemos contraponer acción y contemplación, trabajo y oración, escucha de la palabra y compromiso, sino que los debemos de ver como complementarios y buscar el equilibrio entre ambos aspectos. No se trata de elegir entre una alternativa excluyendo la otra. Eso es propio de radicales y extremistas.

Ni el activismo ni el espiritualismo son buenos. Hay que buscar el equilibrio entre las dos dimensiones que son inseparables como las dos caras de una moneda. No podemos cambiar el mundo sin orar, sin escuchar la palabra de Dios, sin hablar con Dios pero tampoco lo cambiamos si nos quedamos en la oración y nos perdemos en la contemplación sin pasar a la acción. Todas las actividades radicalizadas resultan igualmente antievangélicas e ineficaces. No es cristiano el que no ora ni tampoco el que solo ora.

Accion y contemplación

Jesús logra el equilibro exacto entre la acción y la contemplación pero a nosotros se nos hace muy difícil y por eso necesitamos fijarnos bien en como lo hace él. Jesús se abre a Dios en la oración y la contemplación para encontrarse con un Dios que es vida y amor y por tanto no es posible desentenderse del mundo sino que el encuentro con Dios lo lleva al encuentro con el hombre y a comprometerse para que toda persona tenga su dignidad de hijo de Dios y para que el mundo sea un reflejo de lo que es Dios, amor, paz, justicia.

Una oración que no conduce a la acción concreta hacia el hermano pobre, necesitado, en dificultad, es una oración estéril. También cuando en el servicio eclesial se está más preocupado en hacer o se le da más peso a las cosas, funciones y estructuras y se olvida la centralidad de Cristo, no se reserva tiempo para el dialogo con él en la oración y la eucaristía, se corre el riesgo de servirse a sí mismo y no a Dios presente en el hermano necesitado.

Ora et labora, es la regla que dejo San Benito a sus monjes. San Ignacio de Loyola decía que había que ser contemplativos en la acción. La madre Teresa de Calcuta en una entrevista, al decir que por la mañana dedicaba cuatro horas a la oración, y que luego durante todo el día estaba al servicio de los pobres y que no tenía tiempo para nada, le dijo el periodista que si no dedicará tanto tiempo a la oración podría hacer más cosas. Entonces la Madre Teresa le respondió que si no hiciera cuatro horas de oración diaria no podría hacer ni la mitad de lo que hacía cada día.

En este año sabático en el que estoy viajando a diferentes lugares estoy comprobando la importancia de la hospitalidad. La acogida por parte de amigos en diferentes sitios por donde voy me hace caer en la cuenta de que cuando me toque a mi tengo que ser igual de hospitalario.

El año sabático también me está ayudando a descansar, a descubrir la necesidad de tener momentos de relajación para estar en paz conmigo mismo con los demás y con Dios. También el no tener una actividad pastoral me hace recordar cuando esta ha sido intensa y apenas dejaba tiempo para la oración y el encuentro con Dios.

Ahora que estoy más relajado de actividad comprendo mejor la necesidad del equilibrio entre la acción y la contemplación, entre el trabajo y la oración, entre la lectura y meditación de la palabra de Dios y la aplicación de esta en el compromiso por un mundo más humano, justo y solidario.

Equilibrio

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