"¿Sabrá León XIV que en España hay un arzobispo nombrado en virtud de una terna presentada por el Rey Felipe VI, con la gravedad que eso supone?" El Papa entre lo sacro y lo profano

"Quedé impresionado, una vez más, por la adoratio al Pontificado Sumo, al viejo y al nuevo, por parte de fieles que lloraban, reían y aplaudían como posesos ángeles buenos y/o malos"
"Reiteraré la importancia de aquellos Pactos lateranenses, en los que se pueden encontrar asuntos asombrosos, que recuerdan de alguna manera, a los tan peculiares del Concordato entre el Estado español y la Santa Sede de 1953 o a Los Principios Fundamentales del Movimiento de 1958"
"De Francisco, muchas cosas sorprenden, especialmente el tratar de humanizar la figura del Papa, llegando al extremo de pasearse por la Basílica vaticana sin la sotana blanca"
"De Francisco, muchas cosas sorprenden, especialmente el tratar de humanizar la figura del Papa, llegando al extremo de pasearse por la Basílica vaticana sin la sotana blanca"
Con humildad confieso que el titular, para unos, puede resultar provocador y, para otros, nada de nada. Eso no me importa, pues, acaso, también yo lo pienso: lo uno y lo contrario al mismo tiempo. Lo que sigue está escrito, después de las ceremonias fúnebres por la muerte de Francisco, a finales de abril, y la elección del sucesor, en mayo, nacional de Perú, exótica tierra de misión, y del Vaticano, lugar también de misión y de penitencia, por los muchos y graves pecados que allí se cometen. Ya escribí tiempo atrás, que lo vaticano para un “no vaticanista” al uso y desuso, es complicado y retorcido: apoteosis de la complexio oppositorum, también armonía de contrarios.
Seguí de cerca el espectacular ceremonial, Imperio Romano Redivivo, estando unas veces acompañado con la lectura de los santos evangelios, y estando otras veces pasando páginas de la monumental Historia de Roma, del romanista y premio Nobel de Literatura, Teodoro Mommsen. Y quedé impresionado, una vez más, por la adoratio al Pontificado Sumo, al viejo y al nuevo, por parte de fieles que lloraban, reían y aplaudían como posesos ángeles buenos y/o malos. Para no quedarme atrás en lo irracional y en lo incomprensible, también reí y aplaudí, aunque no lloré, no sabiendo aún el porqué.

En el último artículo, El cónclave católico, el Papa fraile y los agustinos en su jardín, aquí publicado el pasado 15 de mayo último, lo concluí anunciando que la llamada “sacralización de la persona de los papas” es asunto de mucha enjundia, pues está “en el quicio, gozne o intersticio entre lo antropológico y teológico”. Roger Caillois, antecesor de Marguerite Yourcenar en la Academie française, dejó escrito: ”De lo sagrado en general, la única cosa que se puede afirmar válidamente es que sagrado es lo que se opone a lo profano”. Y la flamenca Yorcenar, entrevistada por Shusha Guppy en 1988, entró en el tema diciendo: “Lo sagrado es la esencia de la vida. Y por tanto es fundamental tener conciencia de lo sagrado en todo momento, incluso ahora, mientras sostengo este vaso en la mano”.
Añado ahora que lo sagrado de los papas es un asunto teológico y eclesiológico básicos, debiendo, además, estar muy atentos a las pecadoras papolatrías y demás latrias que los profetas judíos no dejaron de denunciar y de castigar.
Y es que el “estatuto papal”, de Vicario de Cristo, no de Pedro, Pastor y Obispo de Roma, entre lo sagrado, tan extraordinario, tan separador, casi como lo demoníaco, y lo profano, tan ordinario, se hace especialmente visible ante la llegada de un nuevo papa, siempre misteriosa, aunque muy al humano modo, pues es por mayoría cualificada de entre algunos cardenales -sólo algunos y no todos- que también en esto puede haber simulación.
Han ya transcurrido varias semanas desde la toma de posesión por León XIV de la Patriarcal Archibasílica Lateranense (repárese que no es lo mismo una basílica que una archibasílica, que una patriarcal y otra no patriarcal), que tuvo lugar el 25 de mayo, y toma de posesión preceptiva por el número 92, el último, de la Constitución Apostólica Universi dominici Gregis, muy leída en este Cónclave, especialmente el número 36, por razones no muy dignas de recuerdo. ¡Fute, fute, oh terrible Satán -algunos dirán-!

A esa Archibasílica de San Juan, se refiere el artículo 13 de los PACTOS DE LETRÁN, firmados por el cardenal Gasparri, en nombre de Pío, XI, y por Benito Mussolini, en nombre del Rey de Italia, por los que se reconoce a la Santa Sede la plena propiedad de esa Basílica patriarcal, junto a las otras dos basílicas, con los edificios conexos, la de Santa María la Mayor y la de San Pablo. Más días transcurrieron desde la tarde del ocho de mayo de este año, tarde en el transcurso de la cual, y en la llamada Stanza delle Lacrime, a un lateral de la Capilla Sixtina, el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, actuando como notario y teniendo como testigos a dos ceremonieros, levantó acta de la aceptación del nuevo Pontífice y del nombre que ha tomado. ¡Apoteosis canónica del Derecho romano!
Es natural que llamándose el nuevo Papa León XIV, esa misma tarde y en la misma Stanza delle Lacrime, el 8 de marzo de 2025, se recordase que allí mismo, una vez León XIII fue elegido papa, el primero del siglo XX, (1878-1903), tuvo que beber un vaso de vino tinto, traído a propósito de Burdeos, para que su rostro recuperase el color natural y no el cadavérico, por la acumulación de emociones. Y es que el papa Pecci, alias Vincenzo Gioacchino, tan peculiar por aristócrata, fue un dandy, aunque, ahora, el agustino Prevost no lo reconozca, pues los frailes agustinos no son precisamente aristócratas. También un dandy, el mismo León XIII, escritor de encíclicas enjundiosas para el Derecho Político, así llamado entonces, como Inmortale Dei, de 1 de noviembre de 1985, sobre la Constitución cristiana del Estado, o Libertas Praestantissimun, de 20 de junio de 1888, sobre la Libertad y el Liberalismo. De esas encíclicas me examiné para nota; y De la Rerum Novaron, tan conocida, jamás.
Reiteraré la importancia de aquellos Pactos lateranenses, en los que se pueden encontrar asuntos asombrosos, que recuerdan de alguna manera, a los tan peculiares del Concordato entre el Estado español y la Santa Sede de 1953 o a Los Principios Fundamentales del Movimiento de 1958 (reconocimiento de que la Iglesia es una sociedad perfecta o de que es la única verdadera). Interesante es saber que para Italia, para su Estado y gobierno fascista, la persona del Sumo Pontífice, según el Artículo 8 de los Pactos de Letrán, tiene la condición de sagrada, lo cual es, sin duda, un exceso al estar incorporado a un Tratado internacional, y no siendo excesivo, por el contrario, la mención que se efectúa en el número 18 de la Constitución dogmática sobre la Iglesia (Lumen Gentium): “El sagrado Sínodo propone de nuevo a todos sus fieles como verdad de fe la institución, perpetuidad, poder y razón de ser del SAGRADO PRIMADO del Romano Pontífice y de su magisterio infalible”.

Lo del “Estatuto” del Sumo Pontífice -si así pudiera denominarse- es, complicado. La Eclesiología se sigue desgañitando con los ministerios apostólicos y el petrino en cuanto primado, habiéndose señalado fuertes objeciones lanzadas contra el ejercicio primacial, siendo las últimas, las de ahora mismo, contra el difunto Papa Francisco por haber despreciado, según ellos, el derecho sagrado de los cánones. Del Pastor Aeternus, del Concilio Vaticano I, se puede pasar a la Lumen Gentium, del Vaticano II, llegando a escribir Von Balthasar: “En la persona del papa se siente la tensión constante entre el ministerio y el hombre, entre las pretensiones que exige la función que desempeña y las debilidades del hombre frágil y falible”. Y al obispo de la Iglesia Romana, el canon 331 determina sus funciones, ni una más ni una menos.
Son interesantes las homilías pronunciadas por los papas en las misas de inauguración de sus pontificados, aunque todas están en clave de humildad; es valioso leerlas ahora. Resultó muy destacado lo afirmado por el Papa Benedicto XVI en la homilía pronunciada en la misa celebrada con motivo del inicio oficial de su ministerio como Obispo de Roma: “No estoy solo. No tengo que llevar yo solo lo que, en realidad, nunca podría soportar yo solo” (Y luego, renunció). En la homilía de la misa de inicio del Pontificado del papa Francisco, éste dijo: “Custodiar a Jesús con María, custodiar toda la creación, custodiar a todos, especialmente a los más pobres, custodiarnos a nosotros mismos; he aquí un servicio que el Obispo de Roma está llamado a desempeñar”.
Muy emocionante y revelador fue lo predicado por el Papa León XIV en la inicial homilía:
“La Iglesia de Roma preside en la caridad y su verdadera autoridad es la caridad de Cristo. No se trata de impresionar a los otros por la dominación, la propaganda religiosa, los medios de poder. Se trata siempre y únicamente de amar como Cristo lo ha hecho”.
El historiador Christophe Dickès, en su libro Los 12 papas que han transformado el mundo (Tallandier 2015), recuerda: “El papado ha sido testimonio o sobrevivido a las tres mayores transformaciones de la historia europea que son la caída del Imperio Romano, la emergencia de la Reforma protestante y el Siglo de las Luces, generador de revoluciones, de democracias y de totalitarismos”. Y añade Dickès que la diplomacia abierta y secreta de los tiempos de San Juan Pablo II, se inscribe en la continuidad de la política internacional de León XIII, que, a finales del siglo XIX, reivindicó para la Iglesia el rango de potencia moral en el conjunto de las naciones. Fundada sobre el neotomismo, ese renacer aclara hasta nuestros días la política exterior de la Santa Sede”.

Eso -añado- también explicaría enredos y atropellos cometidos por la Secretaría de Estado del Vaticano, que además de secretos, son inconfesables, siendo la lista relativamente amplia. ¿Será esa la razón por la cual, el último secretario de Estado en haber llegado al Papado fue Pío XII, en 1939? Esto monseñor Parolin siempre lo supo, aunque se consideró más inteligente que su antecesor, el salesiano Tarsicio Bertone.
¿Sabrá León XIV que en España hay un arzobispo nombrado en virtud de una terna presentada por el Rey Felipe VI, con la gravedad que eso supone?
Es de alabar la prudencia con la que la Iglesia emplea la palabra “sagrado”. Sabido es que el Colegio de Cardenales era llamado el Sacro Colegio, interesándome por eso lo que escribió el papa Francisco en la Carta Apostólica en Forma Motu Proprio, de 21 de diciembre de 2019, sobre el cargo de Decano del Colegio Cardenalicio. A ese Colegio, el papa Francisco lo denominó “Colegio de los Padres Cardenales”, también “Colegio de los Padres Purpurados”, pero no “Sacro Colegio”.
Y es que no es lo mismo ser una persona física consagrada o un collegium de consagrados, que ser una persona sagrada o un collegium sagrado; es preciso diferenciar entre lo uno y lo otro, aunque algunos, especialmente los ceremonieros y otros empleados de la Casa pontificia, quieran mezclarlos, y algunos, por interés, según enseñó la Biblia, se dejen de manera pecadora. Otra cosa diferente es emplear, incluso a tope, el llamado “carisma” papal, lo que me parece estupendo, si bien esta palabra está un poco desprestigiada desde que la usó Max Weber, pues se llegó a creer que el “carisma” lo tiene cualquiera, siendo ofensivo negarlo por el carácter sacro que algunos atribuyen a la dignidad humana (Hans Joas).

Y hacen bien los papas en explotar sus carismas, los institucionales y los personales, pues las religiones también necesitan de milagros, que son materia fundamental de Teología, en cuanto signos expresivos de la verdad de la existencia de Dios y de su presencia entre nosotros.
¡Qué importante a estos efectos son los cuerpos de los papas, vivos y especialmente muertos! De Francisco, muchas cosas sorprenden, especialmente el tratar de humanizar la figura del Papa, llegando al extremo de pasearse por la Basílica vaticana sin la sotana blanca, viéndose con ostentación sus pantalones y los zapatos negros. Esto y otras cosas más, serían inimaginables en tiempos de “papados divinos”, como el de Pío XII, al que en mi Colegio rezábamos por ser el pastor angelicus y domador de pájaros. Un papa, Pío XII, que curiosa o extrañamente, desde su muerte en 1958, hasta ahora sólo es Venerable y no Santo, como Santos son Pio IX, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II, estando a la espera Benedicto XVI y Francisco.
Es indudable, la pericia acreditada del Maestro de Ceremonias Pontificias, monseñor Ravelli, que sin duda hará un buen trabajo con León XIV. Hasta ahora las puestas en escena son de una brillantez total, siendo lo mejor la exposición papal, delante de su sede en la Archibasílica de San Juan de Letrán, en Roma, el 25 de mayo, a las 17 horas. El Papa allí se colocó más tieso que su báculo, sin que faltara o sobrara un centímetro a las vestimentas, ni viéndose pantalones ni zapatos, prendas de humanos. Perfecto.

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