El motu proprio de Francisco sobre el Opus Dei (II) Santificación del trabajo y contemplativos en medio del mundo

Escrivá
Escrivá

"La novedad espiritual, la de llegar a la santidad a través del trabajo cotidiano, explicó y sigue explicando cómo gentes de la Obra llegaron a lo más alto, a base de superación extraordinaria"

"He ahí tres personajes santos, San José María, San Ignacio y Santa Teresa, coetáneos los dos últimos hasta en su “canonización”, y los tres muy diferentes entre sí y con muchas contradicciones"

"La llamada “ansia del cielo” también hizo muy confortable el carisma del Opus Dei, santificación del trabajo y contemplación, entre los pertenecientes a una burguesía que poco a poco o deprisa se enriquecía"

I.- EL CARISMA.- 

En el primer párrafo de Ad Charisma Tuendum, el Papa Francisco, se refiere a la tarea de la Prelatura del Opus Dei, bajo la guía del Prelado, de “difundir la llamada a la santidad en el mundo, por medio de la santificación en el trabajo y de los empeños familiares y sociales de los clérigos en ella incardinados y con la orgánica cooperación de los laicos que se dedican a las obras apostólicas”. En el párrafo tercero, Francisco añade que confirma la Prelatura del Opus Dei en el ámbito auténticamente carismático de la Iglesia. 

La anterior Constitución Apostólica, Ut Sit, de 28 de noviembre de 1982, de erección de la Prelatura, redactada en latín, que sigue siendo el único texto fidedigno para la Santa Sede, ya se refirió a la vocación universal de los laicos a la santidad y a la santificación en el trabajo”. Y se indicó en 1982, en el artículo III, la triple composición de la Prelatura de jurisdicción personal: clérigos incardinados, laicos dedicados al trabajo pastoral de la Prelatura bajo la autoridad de un Prelado. 

Opus

En nuestra anterior 1ª Parte, escribimos: “Sobre el proceso, acaso también milagroso, que se inició con un grupo de curas y laicos, presididos por un Prelado no obispo, llegando a ser (el Opus Dei) una estructura política o cuasi/política de gran poder e influencia”. Ciertamente -es comprensible- que los miembros de la Obra rechacen lo de la estructura política, pues la Obra, según ellos, es de una estructura de exclusividad religiosa. 

II.- LA SANTIFICACIÓN EN EL TRABAJO:

Es verdad que los dos documentos pontificios de más alto rango, Constituciones Apostólicas, de San Juan Pablo II y de Francisco, respecto a la obra evangelizadora fijada por el fundador, San José María Escrivá, se refieran a la vocación a la santidad en el trabajo cotidiano y en las labores profesionales, siendo concepto esencial en el carisma evangelizador del Opus Dei. Eso, naturalmente, se repite en el libro Camino del fundador, que es un conjunto de aforismos espirituales,  surgidos y sugeridos por la experiencia sacerdotal del autor, cuya antigüedad es casi secular, lo que determina lo que es normal: que algunos aforismos estén ya superados y que otros sigan de actualidad.  

Baste citar el aforismo 359: “Pon un motivo sobrenatural a tu ordinaria labor profesional y habrás santificado el trabajo”. El 373: “Me gusta tu lema de apóstol: trabajar sin descanso”. También el 335: “Una hora de estudio, para un apóstol moderno, es una hora de oración”. La novedad espiritual, la de llegar a la santidad a través del trabajo cotidiano, explicó y sigue explicando cómo gentes de la Obra llegaron a lo más alto, a base de superación extraordinaria.

Y llegaron allí por un gran esfuerzo, adonde otros, no de la Obra, llegaban con menos esfuerzo por su inteligencia de altas capacidades. Eso sobresalió en un pasado tiempo, en la España de Franco, en la que las llamadas “oposiciones” eran la vía de acceso a los más prestigiosos e influyentes Cuerpos del Estado. Muchas matizaciones a esto se deberían hacer, remitiéndome en parte a lo ya escrito la 1ª parte. Y no debo olvidar, por si acaso, la frase que está en el reciente libro de Gregorio Luri: ¡Cuánta beatería no es sino una forma de picardía!  

Camino

Se puede debatir sobre las raíces de aquel pensamiento religioso, el de la santificación por el trabajo. Es indudable  que cuando ese pensamiento triunfó, triunfó la excelencia, y debiendo de traerse a colación el calvinismo protestante y la gigante sociología de Max Weber, el autor de sociología religiosa, las dominaciones, de la vocación y de la ética protestante y el espíritu del capitalismo. Manifiesto mi “devoción” a este autor, muy complejo y de intereses intelectuales múltiples, que estudié a fondo.

Me limitaré ahora a una transcripción de lo último leído hace días: del libro ¿Atenas y Jerusalén? Política, Filosofía y Religión desde 1945, Tecnos 2022. En la página 128 se escribe: “Señala (Popper) que el individuo debe encontrar su justificación a través del trabajo, afirmación que sin duda está inspirada en Max Weber y su descubrimiento de un ethos específicamente protestante hacia el mundo laboral. Teniendo en cuenta el carácter salvador del trabajo identificado por Weber, la conexión que éste percibió entre profesión (beruf ) y vocación (Berufung)…”. 

III.- CONTEMPLATIVOS EN MEDIO DEL MUNDO: 

Ni el Papa San Juan Pablo II ni el Papa Francisco, en sus respectivos textos jurídico-teológicos, escriben de forma directa sobre ello, esencial en el pensamiento de San José María Escrivá (1902-1975). El aforismo 122 de Camino dice: “Muchos viven como ángeles en medio del mundo. Tú, ¿por qué no?”. El aforismo 278 añade: “Ten presencia de Dios y tendrás vida sobrenatural” (y para eso, según creo, están los “planes de vida” y las direcciones espirituales, tan del Opus).

Lo contemplativo me lleva a San Ignacio de Loyola que está en el número 931 de Camino, aunque es referencia, lo de genio militar, a mi juicio muy discutible, siendo el carácter militar de San Ignacio y la militarización de la Compañía, más que realidades, tesis mantenidas por los propios jesuitas en contextos históricos concretos (finales del siglo XIX y principios del siglo XX). Y lo contemplativo me lleva a la Santa Teresa de Jesús, aludida en el aforismo 561 de Camino. 

San Ignacio y Santa Teresa

He ahí tres personajes santos, San José María, San Ignacio y Santa Teresa, coetáneos los dos últimos hasta en su “canonización”, y los tres muy diferentes entre sí y con muchas contradicciones. Confieso que penetrar en las semejanzas y diferencias puede llegar a fascinarme. Ahora quedemos en que los tres santos han sido grandes teóricos y prácticos del misticismo y de lo contemplativo hacia Dios.

San Ignacio de Loyola (1491-1556) escribe en su autobiografía, según Gregorio Luri en El Eje del mundo (2022), lo siguiente: “Estando un día rezando en las gradas del mesmo monasterio las Horas de nuestra Señora, se le empezó a elevar el entendimiento, como que veía la santísima Trinidad en figura de tres teclas”. Se sabe –añade Luri- que los jesuitas no son monjes contemplativos y que “la contemplación  no les puede impedir la actuación, porque Dios está en todas las cosas”. 

A Santa Teresa de Jesús (1515-1582), la contemplación no la llevó al quietismo sino a la acción. Luri escribe de Teresa: “Fue fundadora de claustros que amparan y fomentan el recogimiento y por eso es tan andariega”. Una Santa Teresa ciertamente contemplativa y de claustros, y un San Ignacio y unos jesuitas, ciertamente contemplativos, pero “cuyo hogar no es el claustro de un monasterio, sino el mundo”. Es curioso lo siguiente, que ya lo señalé al escribir sobre los jesuitas en el Papado de Pio IX, de mediados del siglo XIX: Giuseppe Tomasi di Lampedusa, en su novela Il Gattopardo, en el Capitulo I, escribe con mucho error de “conventi de gesuiti”: jamás los jesuitas fueron conventuales. 

Si hubiese vivido más años, acaso el sabio don Américo Castro, hubiese encontrado, al igual que en Santa Teresa, antecedentes conversos en San José María, por las peculiaridades de la localidad de Barbastro y el apellido “Escrivá”. Lo de contemplativo en medio del mundo es muy ignaciano y muy teresiano, llegando la Santa, según escribió, a ver al Señor andar entre pucheros. Y también muy del Opus Dei y de la mística en general, que siendo más del otro mundo, es, curiosamente, muy rentable en éste. 

Opus

La llamada “ansia del cielo” también hizo muy confortable el carisma del Opus Dei, santificación del trabajo y contemplación, entre los pertenecientes a una burguesía que poco a poco o deprisa se enriquecía. Repetimos ahora lo de Max Weber.  

Continuará (tercera y última parte).  

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