Cardenal Castillo, sinodal: "Aquí opinamos todos porque todos somos importantes"
Signos de los tiempos
El cardenal recordó que incluso Juan el Bautista experimentó dudas ante la novedad del Reino inaugurado por Jesús, porque "los signos de los tiempos" no coincidían con las expectativas, y recordó el testimonio de santo Toribio, vigente ante los desafíos actuales de la Iglesia de Lima
(ADN Celam).- En el tiempo de Adviento y a la luz del Evangelio de Mateo (11, 2-11), el cardenal Carlos Castillo, arzobispo de Lima, ofreció una homilía centrada en la pregunta que atraviesa la fe cristiana: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”. Desde esta interpelación, el purpurado articuló una reflexión que une la espera del Señor con la historia concreta de los pueblos, la caridad efectiva y el testimonio pastoral de Santo Toribio de Mogrovejo, a quien presentó como modelo de una Iglesia humana y evangélica.
El cardenal recordó que incluso Juan el Bautista experimentó dudas ante la novedad del Reino inaugurado por Jesús, porque “los signos de los tiempos que inauguró Jesús”: la sanación de los enfermos, la inclusión de los pobres y la restauración de la vida, no coincidían con las expectativas religiosas heredadas. Sin embargo, remarcó que esos signos estaban y siguen estando presentes hoy, especialmente cuando la fe se vive desde la caridad, el servicio y la solidaridad.
Fe que se reconoce en la historia y no en la imposición
Al reflexionar sobre la espera del Señor en Navidad, el cardenal Castillo cuestionó las imágenes distorsionadas de Jesús como un rey poderoso que impone el bien por la fuerza. “La única manera de traer la paz al mundo es con la paz”, dijo, recordando la expresión del Papa León XIV sobre una paz “desarmada y desarmante”, que se construye convenciendo, dialogando y suscitando esperanza, nunca imponiéndola.
Alertó sobre las contradicciones que hoy viven las sociedades y también la Iglesia: guerras, invasiones, abusos de poder, corrupción y una caridad aparente que se convierte en propaganda. En este contexto, sostuvo que “toda la caridad que hacemos en la Iglesia es solamente un signo”, llamado a animar a construir una sociedad verdaderamente fraterna.
Asimismo, denunció el “individualismo espiritual” que reduce la fe a la salvación personal, olvidando la transformación de la realidad. “Lo único que demuestra en la historia que Jesús es el que ha de venir es la caridad efectiva”, sostuvo, insistiendo en que la espiritualidad cristiana está inseparablemente unida a la redención de la humanidad entera.
Santo Toribio: humanizar antes de evangelizar
Acerca de la figura de Santo Toribio de Mogrovejo, presentado como un pastor que encarnó el Evangelio en circunstancias dramáticas. El cardenal recordó que Toribio llegó a un territorio herido por epidemias y despoblación, y que lejos de imponer la fe, optó por caminar con el pueblo.
Humaniza y ahí sí cristianiza. Pero no sin humanizar. Desde el Concilio Vaticano II la Iglesia viene intentando corregir ese camino, aprendiendo a anunciar la fe “con delicadeza”, tal como lo hizo Santo Toribio
“Se vino a pie a verificar qué estaba pasando”, relató, destacando que su primera acción fue escuchar, reunir a las comunidades dispersas y reconstruir el tejido humano. Solo después anunció el Evangelio. “Humaniza y ahí sí cristianiza. Pero no sin humanizar”, subrayó el arzobispo de Lima.
El cardenal contrastó este método con prácticas evangelizadoras basadas en el miedo y la imposición, que generan una religiosidad superficial sin compromiso con el prójimo. En cambio, señaló que desde el Concilio Vaticano II la Iglesia viene intentando corregir ese camino, aprendiendo a anunciar la fe “con delicadeza”, tal como lo hizo Santo Toribio.
La Virgen de Copacabana y la defensa de los pueblos indígenas
En su homilía, el cardenal Castillo recordó un episodio significativo del ministerio de Santo Toribio relacionado con la Virgen de Copacabana, originalmente conocida como la Virgen del Reposo. Relató cómo, ante el sufrimiento de los indígenas desplazados a las reducciones, Toribio respondió con decisión pastoral y profética.
Dijo: 'Aquí salen todos'
Al conocer que la imagen había llorado, “dijo: ‘Aquí salen todos’”, y logró que los pueblos regresaran a su tierra. Posteriormente, promovió la construcción del templo de Copacabana y erigió a la Virgen como patrona universal de los indígenas, reconociendo el drama histórico vivido por los pueblos originarios en toda América.
Este gesto, señaló el cardenal, expresa la delicadeza pastoral de Toribio, capaz de leer los signos del sufrimiento y actuar con justicia. Durante sus 25 años como arzobispo, aprendió quechua y aimara, recorrió pueblo por pueblo, tomó nota de los abusos y los denunció ante la Corona. “La gran contribución de Toribio es que exista un país que pueda creer en Dios sobre la base de la justicia”, indicó.
Iglesia sin adornos, con huellas humanas
El cardenal advirtió sobre el riesgo de convertir la fe en apariencia, en “adornos” desvinculados del amor. Criticó tanto el uso superficial de símbolos religiosos como una vida cristiana que no transforma las relaciones humanas. “El hábito no hace al monje”, recordó, insistiendo en que el signo central es el amor de Dios manifestado en Jesús.
En este sentido, vinculó el testimonio de Santo Toribio con los desafíos actuales de la Iglesia de Lima, que se prepara para vivir una nueva etapa sinodal. Resaltó la participación de 129 parroquias y anunció que, en el marco del Año de Santo Toribio, se celebrará la segunda asamblea sinodal arquidiocesana, llamada a discernir qué formas eclesiales deben cambiar.
En el tramo final de su homilía, el cardenal Castillo llamó a superar el aislamiento, el clericalismo y las comunidades cerradas sobre sí mismas. “Aquí opinamos todos porque todos somos importantes”, afirmó, evocando la Iglesia que construyó Santo Toribio: una Iglesia que escucha, acompaña y deja huella en la historia.
El cardenal Carlos Castillo concluyó invitando a vivir un auténtico proceso de conversión personal y comunitaria, para que la Iglesia sea un verdadero signo de esperanza y transformación social: “Que podamos hacer de nuestra Iglesia una Iglesia linda, que aliente siempre a su pueblo y que transforme la vida de este país”, expresó, confiando este camino al Dios que viene como el último, como el pequeño, y que se hace presente en la paciencia, la misericordia y la paz verdadera.