Carta abierta a la Iglesia de Concepción (Chile), a sus pastores y a toda la comunidad de fe Tras ser condenado por abusar de un menor, el sacerdote Hernán Henríquez Rosas podrá volver a ejercer funciones eclesiales

A Sergio Pérez de Arce, al cardenal Fernando Chomali, a todos los pastores y autoridades eclesiásticas: En la Iglesia de Chile se vuelve a revictimizar las víctimas de abusos
¿Acaso la Iglesia puede sostener con integridad moral que, después de cumplir estos plazos, una persona que ha cometido un delito tan atroz pueda volver a presentarse como pastor de almas?
¿Podemos predicar la justicia y la misericordia de Dios mientras, con la otra mano, abrimos la puerta para que un abusador de menores pueda nuevamente ejercer la autoridad pastoral?
¿Cómo se atreven a hablar de 'cultura del cuidado' mientras legitiman el retorno ministerial de quien ha destruido la vida de un niño o niña?
No basta con protocolos ni con discursos: se requiere una conversión real y una valentía profética que marque un antes y un después en la historia de la Iglesia de Concepción
¿Podemos predicar la justicia y la misericordia de Dios mientras, con la otra mano, abrimos la puerta para que un abusador de menores pueda nuevamente ejercer la autoridad pastoral?
¿Cómo se atreven a hablar de 'cultura del cuidado' mientras legitiman el retorno ministerial de quien ha destruido la vida de un niño o niña?
No basta con protocolos ni con discursos: se requiere una conversión real y una valentía profética que marque un antes y un después en la historia de la Iglesia de Concepción
No basta con protocolos ni con discursos: se requiere una conversión real y una valentía profética que marque un antes y un después en la historia de la Iglesia de Concepción
| Carol Crisosto Cádiz
Con el corazón herido, pero con la voz firme que nos da la fe en el Evangelio de Jesucristo, me veo en la obligación moral de alzar la voz ante la reciente sentencia canónica que confirma la culpabilidad del sacerdote Hernán Henríquez Rosas en un delito gravísimo contra el sexto mandamiento cometido en la persona de un menor de edad. Esta decisión no solo nos duele, sino que nos llena de indignación al constatar que, a partir de julio de 2028, este cura diocesano podrá volver a ejercer funciones eclesiales en nuestra Arquidiócesis, y que a partir de 2033 podría incluso retomar actividades pastorales que impliquen trato directo con menores de edad.
¿Acaso la Iglesia puede sostener con integridad moral que, después de cumplir estos plazos, una persona que ha cometido un delito tan atroz pueda volver a presentarse como pastor de almas? ¿Podemos predicar la justicia y la misericordia de Dios mientras, con la otra mano, abrimos la puerta para que un abusador de menores pueda nuevamente ejercer la autoridad pastoral? ¿Cómo se atreven a hablar de “cultura del cuidado” mientras legitiman el retorno ministerial de quien ha destruido la vida de un niño o niña?.
A Sergio Pérez de Arce, Arzobispo de Concepción, ¿puede usted mirar a las familias y a las comunidades educativas a los ojos y decirles que este sacerdote no representará nunca más un peligro para los más indefensos? ¿Qué garantías tiene esta comunidad de que la historia no volverá a repetirse? ¿Dónde queda la reparación real a las víctimas si la Iglesia permite, aunque sea de manera diferida, que este sacerdote recupere un espacio de poder espiritual y moral sobre el Pueblo de Dios?
Al Cardenal Fernando Chomalí, quien fue arzobispo de esta diócesis, ¿qué sentido tiene proclamar la tolerancia cero y la transparencia si al final del camino permitimos que quienes han cometido delitos gravísimos puedan retomar el ministerio? ¿No es acaso esta la mayor de las incoherencias y el mayor de los escándalos? ¿No se dan cuenta de que esto perpetúa la revictimización y deja abierta la herida de quienes han sufrido el abuso más brutal?
A todos los pastores y autoridades eclesiásticas les preguntamos: ¿Dónde queda el Evangelio que nos llama a proteger a los más pequeños y a no permitir que ninguno de ellos tropiece? ¿Dónde está la radicalidad del seguimiento de Cristo que nos exige ser coherentes y valientes para defender a las víctimas aunque eso signifique renunciar a privilegios o a la comodidad de las estructuras? ¿Cómo podemos pretender sanar las heridas mientras seguimos entregando la confianza pastoral a quien ha roto el corazón de un niño?
No basta con protocolos ni con discursos: se requiere una conversión real y una valentía profética que marque un antes y un después en la historia de la Iglesia de Concepción. La dignidad de las víctimas exige que quienes han sido culpables de abusos sexuales nunca más puedan volver a ejercer el ministerio sacerdotal. ¡Nunca más!
Exigimos, con todo el respeto y la fuerza del Evangelio, que actúen con la coherencia que el Señor nos pide. Que sean pastores valientes que antepongan la justicia y la reparación al clericalismo y a la protección de las estructuras. Porque la verdadera conversión de la Iglesia pasa por poner a las víctimas en el centro, no en el olvido.
Contra toda desesperanza
Carol Crisosto Cádiz
Laica ligada a los SSCC.
Diplomada en Estudios Eclesiásticos UCSC
