Oscar Romero, Enrique Angelelli, Hélder Câmara y muchos otros Pere Casaldàliga y la estirpe de grandes obispos latinoamericanos contemporáneos

Los pies de Casaldáliga
Los pies de Casaldáliga

"Aunque solo fue elevado a los altares “San Monse” por su muerte martirial en directo, todos fueron igualmente santos"

"No todos fueron poetas como él, pero sí obispos del pueblo y para el pueblo, muchos de ellos defensores de los indígenas como los más pobres; fueron profetas y místicos de nuestro tiempo, a la vez hombres de acción comprometida y teólogos de la liberación"

"Aunque la historia de grandes obispos latinoamericanos comprometidos con su pueblo comienza con Bartolomé de Las Casas (1484- 1566), cuatrocientos años antes, la estirpe contemporánea empieza, por edad, con el mexicano Sergio Méndez Arceo (1907-1992)"

El fallecimiento de Pere Casaldàliga ha inundado en días pasados esta y otras webs de artículos de amigos y colaboradores loando merecidamente la figura de este obispo, este cristiano y este hombre excepcional, que se “jugó la vida con los pobres, por los pobres y como los pobres, aunque sus gritos no se quieren oír hoy”, como dijo su hermano en el episcopado Nicolás Castellanos.

Pero creo que no se ha hablado de que este obispo singular formaba parte de una estirpe de grandes obispos latinoamericanos que fueron dejándonos en las últimas décadas. Tenían el mismo sello de seguidores consecuentes y comprometidos de la causa de Jesús, algunos hasta ser asesinados por ese compromiso con él y con su pueblo. Dom Pedro era el más “joven” de la lista formada por Oscar Romero, Sergio Méndez Arceo, Leónidas Proaño, Gerardo Valencia, Eduardo Pironio, Enrique Angelelli, Hélder Câmara, Antonio Fragoso, Samuel Ruiz... y algunos más, la lista no es exhaustiva, sino selectiva. Aunque solo fue elevado a los altares “San Monse” por su muerte martirial en directo, todos fueron igualmente santos.

casaldaliga

No todos llevaroncomo mitra el sombrero sertanejo, o el báculo y anillo episcopalde maderacomo Casaldáliga(1928-2020); ni fueron como él poetas que supieran utilizar magníficamente la poesía para expresar su experiencia de la belleza divina y para generar conciencia social y política. Pero todos fueron como él obispos del pueblo y para el pueblo, muchos de ellos defensores de los indígenas como los más pobres; fueron profetas y místicos de nuestro tiempo, a la vez hombres de acción comprometida y teólogos de la liberación; en fin, verdaderos testigos de Jesús de Nazaret, Cristoy su Evangelio, en una insobornable lucha pacífica hasta el fin por la justicia y la verdad, como sello indeleble del compromiso con el Reino de Dios.

Por eso, tampoco fue él el único en ser llamado “obispo comunista”. Si él decíano habrá paz mientras no se socialice la riqueza”, y escribía:¿Monseñor martillo y hoz?/ Me llamarán subversivo/ y yo les diré: lo soy./ Por mi pueblo en lucha vivo./ Con mi pueblo en marcha voy./ Tengo fe de guerrillero/ y amor de revolución” (Tierra nuestra libertad, 1974). Su colega y hermano en el episcopadoHélder Cámara decía:Cuando doy comida a los pobres, me llaman santo. Cuando pregunto por qué son pobres, me llaman comunista”. En fin, él y otros fueron amenazados de muerte por su praxis evangélica consecuente; algunos murieron asesinados y varios se salvaron por distintas circunstancias “providenciales”.

Mendez Arceo

Aunque la historia de grandes obispos latinoamericanos comprometidos con su pueblo comienza con Bartolomé de Las Casas (1484- 1566), cuatrocientos años antes, la estirpe contemporánea empieza, por edad, con el mexicano Sergio Méndez Arceo (1907-1992). Este obispo que trabajó toda su vida en la diócesis de Cuernavaca (1952-1982) es el pionero. Fue apodado “obispo rojo” por haberse convertido en el principal promotor de la renovación de la Iglesia mexicana mediante las comunidades eclesiales de base, participar en el Congreso de Cristianos por el Socialismo (1972) y el criticado CIDOC (Centro Intercultural de Documentación); y apoyar a grupos de izquierda en sus reivindicaciones sociales, dentro y fuera del país, como fue el caso de la revolución cubana. Fue uno de los más importantes impulsores de la teología de la liberación desde sus inicios. Denunció las invasiones de EE UU en Vietnam, Centroamérica y Cuba,  condenó los violentos regímenes militares en Latinoamérica, apoyó la revolución sandinista y creó un amplio movimiento de solidaridad con el pueblo de El Salvador, denunció las atrocidades de los regímenes militares del estadounidense Plan Cóndor para el Cono Sur, etc. Fue siempre molesto para el poder político y eclesiástico por su opción por los pobres y desamparados, y por su apoyo a las mejores causas sociales.

H. Camara

La estirpe sigue con el brasileño Hélder Câmara (1909-1999), arzobispo de Olinda y Recife (1964-1985). Defensor de los derechos humanos, sobre todo durante la dictadura militar brasileña (1964-1985), ante la que manifestó una activa resistencia; fue perseguido por los militares, señalado como comunista y llamado “arzobispo rojo” (arcebispo vermelho), su residencia fue ametrallada y asesinado uno de sus colaboradores más cercanos.

Fue uno de los fundadores de la Conferencia de Obispos de Brasil (CNBB), y uno de los más importantes impulsores del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) teniendo un protagonismo especial en el encuentro de Medellín (1968) y llegando a ser su presidente.  Participó activamente en el  Vaticano II, siendo uno de los obispos más activos del Pacto de las catacumbas. Impulsó la Teología de la Liberación y las Comunidades Eclesiales de Base. Por su actuación recibió numerosos premios nacionales e internacionales y fue candidato al Premio Nobel de la Paz. Publicó varios libros, entre ellos: Revolução dentro da Paz (1968), Terzo Mondo defraudado (1968), Espiral de Violencia (1970), Las conversiones de un obispo (1980), Mil Razões para Viver (1985), El desierto es fértil (1986). Aún recuerdo vivamente la impresión que me causó leer en mis años de estudiante Hélder Câmara. El “arzobispo rojo” (1972), por el cual conocí no solo a este hombre fascinante, sino también la situación de la dictadura brasileña. Años después lo conocería personalmente en Santiago de Compostela.

Proaño

El ecuatoriano Leónidas Proaño (1910-1988) fue obispo de Riobamba (1954-1985). Hombre devoto y a la vez comprometido socialmente, fue conocido como “el obispo de los indios”, luchó constantemente por la justicia social en las relaciones con los indígenas; llegó a ser acusado de guerrillero y se tuvo que presentar en Roma, donde fue absuelto de las acusaciones, pero en 1976 fue encarcelado durante la dictadura. Aunque treinta años después (2008) sería declarado por la Asamblea Constituyente de Ecuador “personaje símbolo nacional y ejemplo permanente para todas las generaciones, por su lucha contra la opresión, la exclusión y la marginalidad en el Ecuador y por total entrega a un trabajo en búsqueda de libertad, de justicia y de solidaridad como condiciones de la paz”. Fue también candidato al premio Nobel de la Paz y uno de los representantes más destacados en Ecuador de la teología de la liberación. Presidente del CELAM. Entre sus escritos destacan: Rupito (1953), Concienciación, evangelización y política (1974), Creo en el Hombre y en la Comunidad. Autobiografía (1977, 2001) y El Evangelio subversivo (1977). 

Nevares

 Jaime de Nevares (1915-1995) fue obispo de la diócesis argentina de Neuquén (1961-1991). Su labor pastoral se caracterizó por una defensa radical de la justicia y de los derechos constitucionales durante las convulsas décadas de su país en 1960, 1970 y 1980, con una particular atención a los más necesitados. Defendió las huelgas obreras en el Chocón, por lo que fue llamado “obispo del choconazo”;  y fue fundador de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos en plena dictadura. Tuvo una activa participación en el Vaticano II y menos en las conferencias del CELAM al ser censurada su participación por los obispos argentinos afines al régimen. Una de sus frases más conocidas dice: “La liberación debe realizarse en todos los sectores en que hay opresión: el jurídico, el político, el cultural, el económico y el social”.

Valencia

Gerardo Valencia (1917-1972), obispo de Buenaventura (1953-1972). Este obispo colombiano fue llamado “profeta invisibilizado”, por el silencio y desconocimiento sobre su persona, e incluso sobre su muerte; ésta fue seguramente un atentado, pero oficialmente fue declarada un accidente de aviación. Participó en el Vaticano II y en la conferencia del CELAM en Medellín, donde –frente a la  postura de la mayoría los obispos colombianos- dijo: “Se impone un cambio de estructuras, pero no se debe acudir a la violencia armada y sangrienta que multiplica los problemas humanos, ni a la violencia pasiva inherente a las estructuras actuales que deben ser modificadas”. Acogió en su diócesis un encuentro del Grupo Golconda (del que formaron parte algunos curas que irían a parar a las filas guerrilleras del ELN), cuyo manifiesto revolucionario  suscribió y defendió, recibiendo duras críticas de la Iglesia y la sociedad colombiana. La prensa lo llamó entonces “obispo revolucionario”, y se llegó a hablar de una inminente destitución por parte del Vaticano, pero no fue tal. Priorizó la educación popular y la participación activa de los curas en las acciones populares.

Osacar Romero

Oscar Romero(1917-1980), “San Monse” o San Romero de América, fue arzobispo metropolitano de San Salvador solamente tres años (1977-1980) por su trágico y conocido asesinato en medio de la celebración de la eucaristía. Tras una conversión desde posturas conservadoras y burguesas, defendió la opción preferencial por los pobres y los derechos del pueblo. Denunció en sus homilías dominicales las violaciones de los derechos humanos, y manifestó en público su solidaridad con las víctimas de la violencia política de su país: “La misión de la Iglesia es identificarse con los pobres, así la Iglesia encuentra su salvación”, gritándole con vehemencia al gobierno: “¡Cese la represión!”. Aunque su imagen es de las menos secularizadas de todos los obispos que traemos aquí, sus palabras valientes y su martirio -el primer arzobispo mártir de América- lo han convertido en la referencia episcopal más importante de la teología de la liberación y de los obispos comprometidos con el pueblo; sobre todo por la labor de los teólogos españoles Ignacio Ellacuría y Jon Sobrino, que fueron sus consejeros teológicos.

Pironio

El argentino Eduardo Pironio (1920-1998) fue administrador apostólico de la diócesis de Avellaneda (1968-1972) y arzobispo de la de Mar del Plata (1972-1975), luego prefecto vaticano y cardenal (1976) muy querido por Paulo VI.Fuesecretario general y presidente del (CELAM), teniendo una gran influencia en la conferencia de Medellín. Fue uno de los teólogos fundadores de la teología latinoamericana basada en la doctrina social de la iglesia; la suya es una de las ramas de la teología de la liberación llamada por Scannone Teología de la liberación desde la praxis pastoral. Como a los anteriores, su predicación comprometida con la opción preferencial por los pobres le valió ser tildado por algunos de comunista y montonero. En el marco de inseguridad de la dictadura en los años 70 recibió duras acusaciones e incluso amenazas de muerte. Publicó numerosas obras, entre ellas: Iglesia-Pueblo de Dios (1970), En el espíritu de Medellín. Escritos pastorales (1976), Evangelización y liberación (1976), María y los pobres (1980), Guiados por el Espíritu (1991) y Cristo entre nosotros (1998).

Angelelli

El también obispo argentino Enrique Angelelli(1923-1976), obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Córdoba (1961-1964) y luego titular de la de La Rioja (1968-1976), asesinado por la dictadura argentina, fue declarado por la Iglesia “mártir en odio de la fe” y beato, al igual que Oscar Romero. Participó activamente en el Vaticano II y en el Pacto de las catacumbas. Caracterizado por su fuerte compromiso social, colaboró en la Rioja en crear sindicatos de mineros y de trabajadores rurales, cooperativas de trabajo, etc. Luego formó parte del grupo de obispos que se enfrentó a la dictadura militar iniciada en la Argentina en 1976 y fue asesinado ese mismo año, aunque dijeron que había sido un accidente. Angelelli parece que sabía que estaba en la mira de los militares; alguien le había escuchado decir días antes de su muerte: “Es mi turno”; el día de su muerte volvía de la misa por el asesinato de dos curas (Carlos Murias y Gabriel Longueville).

Dom Fragoso

Antonio Fragoso(1920-2006) fue obispo auxiliar de São Luís do Maranhão (1957-1964) y titular de Crateús (1964-1998). Destacó en la defensa de los derechos humanos en Brasil en numerosas asociaciones, particularmente durante los años de la dictadura. Fue uno de los firmantes del Pacto de las catacumbas. La primera vez que supe de Dom Fragoso, gran amigo de Casaldáliga, fue por sus breves páginas del Prólogo al libro de Fredy Kunz (Padre Alfredinho) La burra de Balaam (1973); un libro que algunos leímos con devoción en el seminario y que a mí me convirtió, entre otras cosas, en militante anti Coca-Cola. Allí decía este obispo brasileño: “Dios ha escogido a los pequeños y a los débiles para confundir a los fuertes. Dios revela sus maravillas a los pobres… Los pobres pondrán en marcha la más profunda revolución social”.

Tomas Balduino

Tomás Balduíno (1922-2014), obispo de la Diócesis de Goiás (1967-1999), fue un gran amigo de Casaldáliga, al que pidió que aceptara el episcopado como servicio al pueblo da la Araguaia, y fue uno de los tres obispos que lo consagró. Fue uno de los fundadores de la Comisión Pastoral da Terra (CPT) en Brasil y un tiempo su presidente, tuvo un papel destacado en los asuntos relativos a la Reforma agraria y los pueblos indígenas, siendo también presidente del Consejo Indigenista Misionero (CIMI) y otros movimientos. Críticó duramente la dictadura militar brasileña y estuvo profundamente identificado con las luchas de los indígenas y campesinos.

Samuel Ruiz

Finalmente, el mexicano Samuel Ruiz (1924-2011) [en la foto el hombre risueño del primer término... el de atrás es el subcomandante Marcos, del Ejército Zapatista]. Fue obispo de la diócesis de san Cristóbal de las Casas-Chiapas (1960-1999), la que fue siglos antes de Bartolomé de las Casas, con el que comenzó la historia de los grandes obispos latinoamericanos comprometidos con su pueblo. La diócesis se caracterizaba por su extrema pobreza y por tener una población mayoritariamente indígena. Claramente en la línea de la teología de la liberación, fue un defensor de los derechos de los pueblos indígenas; llamado por ellos “Tatik”[caminante] Samuel, aprendió algunas lenguas indígenas como el chuj, el tzotzil, el chol y el tojolabal, empleándolas en las eucaristías. Participó en numerosas misiones en México y América Latina; en una de ellas fue mediador en el conflicto de Chiapas entre el indigenista Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el gobierno federal mexicano. Yo lo conocí en Santiago de Compostela y quedé profundamente impresionado por el carisma de aquel hombre que vestía como un paisano del pueblo.

Pere Casaldáliga
Pere Casaldáliga

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