Que sí, que sí, que sí. Vales tantísimo que me apena verte sentado por las aceras lamentándote de las inclemencias de la vida con la sonrisa borrada y ese paraguas triste.

A veces pasamos la vida con la losa de querer ser otras personas. No nos gusta el número de la vida que nos ha tocado y queremos cambiarlo por otro, cuando no hay ninguna posibilidad de devolución en el mostrador del paritorio donde respiramos por primera vez. Queremos agradar a los otros, recibir su aprobación, sus “likes”. Caminamos por la pasarela del mundo con máscaras más o menos transparentes que se deshacen por la noche cuando nos miramos en el espejo y vemos quiénes somos realmente. A veces nuestros ojos despiadados se convierten en los jueces más fieros que puedan existir y tan sólo descubrimos fallos, errores, arrugas, canas, heridas en lo profundo que no se curan, amigos que se fueron, discusiones, oscuridad…

Mirando en nuestra alma creemos que es pobre y raquítico el talento que Dios nos regaló un día, y con cierta precipitación, miedo y vergüenza, lo enterramos en el fondo de la cajonera de los calcetines. “Yo no valgo”, “No sé me da bien”,“ Soy gordo”, “Soy feo” ,“ se me corta la mayonesa” ,“La tengo pequeña”, “Soy débil”,  “me duermo en la meditación”, “Soy pecador impenitente”, “Soy de Barsa“ (¡esto es broma por Dios! ¡Que los del Barsa sigan orgullosos de sus colores…!). ¡Basta de ya de autoflagelamiento! ¡Basta de ya de fingir lo que no eres!

"Caminamos por la pasarela del mundo con máscaras más o menos transparentes que se deshacen por la noche cuando nos miramos en el espejo y vemos quiénes somos realmente"

Porque Dios te ve tan maravilloso que no lo puedes ni imaginar. Cada mañana su beso silencioso te despierta y te anima a seguir luchando con coraje. Porque tu valor no depende de tus cualidades, ni de tus fotografías, ni de tu éxito, ni de tu cuenta bancaria, ni de tus éxitos amorosos, ni de tu cargo pontificio. Tu valor eres tú mismo, único, irrepetible, brillando como una luciérnaga en medio de la noche del universo y de la historia. ¡No te entierres en vida, por favor! Compártete. Con prudencia, con mascarilla, con gel y con todo lo que tú quieras. Pero eres un regalo que no se puede quedar sin abrir. ¿Quién tuvo la fortuna de recibir tus besos, tus abrazos, tus chistes, tus raras ocurrencias, tu visión de la vida, tus consejos? Dime, ¿quién, quiénes fueron? Porque son afortunados de descubrirte, de tenerte, de vivirte.  

Es cierto que tu historial de caídas es memorable y que tienes el corazón magullado con tanto porrazo. Pero eres fuerte, más de lo que imaginas. Cuando suene el despertador coge aire y lánzate a la piscina ajetreada del día con la intención de dar la mejor versión de ti mismo. Con tu carácter, tus aciertos, tus ojos únicos, tus pasos únicos que deberían pasar por la vida haciendo el bien. Igual cuando te vayas a la cama, mientras te pones ese pijama horroroso que tienes y que hay que cambiarlo ya que la gomita está dada de sí, piensas “pues vaya mierda de día que me he comido hoy”. Pero mañana tendrás otra oportunidad de seguir remando. Y así será tu vida, un remar contra el viento y marea. Pero los grandes marinos nacen de los que viven grandes tempestades.

Date tiempo para estar triste, compréndete en tus caídas. Atravesamos agendas inciertas que no sabemos qué nos depararán. Pero aunque venga el Apocalipsis, El Armaggedon y todos los chuzos que caigan de punta, tú eres mejor regalo que Dios te dio. Anímate, no me sigas mirando con cara de perrito apaleao.

Cada vez que me encuentro contigo es recibir una buena noticia. Mira, Jesús, no se quedó escondido en su pueblo cortando tablones. Decidió salir hacia el mar, embarcarse en naves que no sabría cómo tripular, surcar tempestades, recibir incomprensiones, siempre juzgado y condenado por quienes no soportaban su mera presencia. Pero Él no paraba. Llegaba a cada pueblo y decía: “El Reino de los cielos está en medio de vosotros”. ¿Por qué? Porqué Él había llegado, como una explosión de amor revolucionario que los curaba a todos por dentro y por fuera. Ser sinceros y compartirse tiene su riesgo evidente. Te juzgan los que miran desde el banquillo o te dejan abandonado en la amarga estación de la ingratitud. O acabas en una cruz.

Pero mira, que te quiten lo bailao. Tú eres tú. Y con descaro pasas haciendo lo que debes hacer aunque te llamen imbécil. Gracias por que un día decidiste compartirte, de verdad. Gracias, gracias, gracias.

"Compréndete en tus caídas. Atravesamos agendas inciertas que no sabemos qué nos depararán"

Avisillos 

Sigue mis andanzas y canciones en Instagram : tono_casado

Y mis canciones en YOUTUBE. Toño casado oficial.

En OtOÑO, una sorpresa está por venir.